Segunda Parte
…continuación de Primera parte
El octavo axioma nos enseña que toda la Torá escrita, como así también la Torá Oral, son íntegramente Di-vinas. Sería inconcebible que un D»s bondadoso creara seres racionales con conciencia moral (del bien y del mal) y no nos informara cuál es el bien y cuál es el mal. D»s informó a Adan, el primer hombre, cuáles eran sus deberes y luego la Torá contiene las leyes que D»s ordenó a Israel en el pacto que hicieron frente al Sinaí y nuevamente a la entrada a la tierra de Israel. Ninguna palabra de lo que enuncia la Torá fue invento de Moshe. Los Sabios, desde el mismo Moshé, sumaron decretos que sirven para proteger a la Torá. Esto lo hicieron porque la misma Torá exige a los Sabios que cuidarán que el pueblo siga observando la Ley. Los decretos de los Sabios deben ser respetados con la misma minuciosidad que las leyes de la Torá (salvo cuando ellos mismos decretaran lo contrario, como ser en caso de enfermedad).
El noveno axioma nos enseña que la Torá no será modificada en absoluto siquiera por D»s Mismo. La ley de la Torá es perfecta, por ser obra de D»s Mismo y por estar creada «a medida» para la necesidad moral del ser humano. Aun cuando, con los tiempos, los aspectos periféricos del ser humano pudieran mortificarse, sus rasgos morales son idénticos a través de los tiempos y la observancia de la Torá que es la Voluntad de D-s, lima sus asperezas para convertirse en un ser espiritual y poder percibir Su remuneración en el Mundo Venidero. Los judíos de todas las épocas no escatimaron esfuerzos para transmitir totalmente la Torá, su estudio profundo y su observancia estricta y cabal. Distintos grupos de judíos intentaron crear modos de vida en los cuales aceptaron observar únicamente las leyes que les agradaban. Todos desaparecieron con el tiempo y el judaísmo se siguió transmitiendo solo a través de aquellos que fueron fieles a la integridad de la Torá.
El décimo axioma nos enseña que D»s sabe absolutamente todo lo que hace cada ser humano como así también los motivos que lo mueven a actuar de cierta manera. Aun cuando las personas podemos intentar (y llegar a engañar a) otros y hasta a nosotros mismos aparentando como si fuésemos nobles y bondadosos, no hay nada que el ser humano pueda esconder de D»s, Quien sabe y recuerda hasta aquello que el propio ser humano olvida con el tiempo, dado que con El no hay olvido.
El decimoprimer axioma nos enseña que todas las acciones del ser humano trascienden y que D»s retribuye al hombre de acuerdo a sus acciones: Premia por el bien y castiga por el mal. Una acción buena no cubre por otra mala, ni viceversa. Tanto el premio como el castigo se dan en el Mundo Venidero que es completamente espiritual. Este mundo en el que vivimos es un mundo de prueba para, mediante la obediencia a D»s, lograr llegar a estar cerca de El eternamente en el Mundo Venidero que es el mayor placer al que puede aspirar un ser humano. Ningún placer y ninguna satisfacción de este mundo puede retribuir siquiera por una sola buena acción, pues los placeres terrenales nunca son eternos. Aun así, D»s promete en la Torá que asistirá a quienes observan la Torá, para que puedan seguir observándola. Aun cuando los profetas pudieron percibir algo de lo que sucederá cuando venga el Mashiaj (axioma decimosegundo), ninguno pudo observar en su profecía alguna de las características del Mundo Venidero.
El decimosegundo axioma nos enseña que llegará el Mashiaj en el momento que D»s lo disponga y aun si se demorara no dejarnos de anticipar su llegada diariamente. En muchos lugares de la Torá y de los profetas se hace alusión a la llegada del Mashiaj. Sin embargo, existen muchos detalles de su naturaleza que ignoramos, como así también la fecha de su llegada. Sí sabemos que será un rey de carne y hueso que reinará sobre Israel y quitará el yugo de sumisión debajo de las demás naciones. Será un Tzadik (una persona santa) descendiente del rey David y traerá paz al mundo, entre Israel y entre todas las naciones. Asimismo, provocará que todo Israel observe la Torá. Hay disenso entre los Sabios acerca de si habrá alguna modificación en las leyes de la naturaleza cuando llegue el Mashiaj. La razón por la cual los Sabios ansiaron tanto la llegada del Mashiaj se debe a que en aquel momento podrán dedicarse de lleno al estudio de la Torá sin interrupciones y molestias que sufrimos actualmente.
El decimotercer axioma nos enseña que en algún momento del futuro resucitarán todos los fallecidos, si fueron justos en esta vida y creyeron en este axioma a partir de lo que está escrito en la Torá. En este axioma, tal como en el anterior, no sabemos ni cuándo se cumplirán, ni las características de aquel evento. En varios lugares de la Torá como así también en la profecía de Iejezquel (Ezequiel), se hace alusión a que la muerte terrenal es temporaria y que, en algún momento, las almas volverán a vestirse con cuerpos. Esto explica, a su vez, ciertas leyes y ritos que se acostumbran en el momento de la muerte y del entierro.