Sedienta esta mi Alma:El esfuerzo de estudiar Tora
Extraído de Sedienta está mi alma de Ti
El Talmud, en el tratado Nidá (folio 30b) afirma: «Cuando el bebé está en el seno materno un ángel le inculca y enseña toda la Torá», el Gaón Eliahu z»l de Vilna explica: «Antes de nacer el mismo ángel golpea los labios del pequeño y provoca una amnesia total que deriva en un olvido de todo lo estudiado» [4]. Un aparente contrasentido, pero, como afirma el Rab Iehudá Leib Jasman z»l: «Existe una necesidad de dicha acción corporal en el seno maternal donde todo es espiritual, intelectualmente es muy difícil de entenderlo por eso era necesario el olvido, insertar la contraparte que redefine el concepto de acción; el estudio de la Torá no alcanza como finalidad, todo lo que uno estudia es para aplicarlo, como dice el rezo: «Padre, pon en nuestro corazón entendimiento para comprender y discernir, para percibir, aprender y enseñar, para cuidar, practicar y cumplir todas las enseñanzas implícitas en Tu Torá con amor».
«Cumplir» es el símbolo paradigmático de la acción que proviene de la energía transmitida por la madre, ella estaba en potencia… pero allí estaba, y por eso esa necesidad de enseñarla en dicho lugar, el alma podía haber sido instruida antes de ser ubicada en el vientre materno, pero se hubiese ocurrido eso le faltaría algo… esa energía».
Sobre la bendición mencionada anteriormente el Rab Moshé Alshij z»l explica: «todas las almas presenciaron el trascendental acontecimiento de la entrega de la Torá en el monte del Sinái [5], cada persona captó al Creador con su intelecto, por lo tanto la sensación fue individual, así también su «porción» de Torá recibida posee esa individualidad.
En ese hecho donde se marca una diferencia intelectual entre cada integrante del pueblo ¡todos percibieron ese trascendental episodio! Pues todo fue un «regalo» del Eterno», y esa misma explicación es aplicable a lo dicho por el Talmud, en el tratado Meguilá (folio 6b): «Te esforzaste, encontraste», el término «encontraste» hace alusión a un hecho casual, aunque exista un esfuerzo, una entrega total por parte del ser humano, pero hay que saber que todo es «un obsequio» del Todopoderoso [6]. Así también respecto del bebé, su estudio en este mundo está incluido en el parámetro del «encontraste», como explica el Gaón Eliahu z»l de Vilna: «recuperó lo sabido», pero… ¿por qué así?
La esencia de todo consiste en saber que «todo es un regalo», recuperar lo olvidado; sin una base, aunque sea mínima, sería imposible comprender la Sabiduría Divina pues nuestro intelecto no está preparado para esa tarea, pero sin el «te esforzaste» sería imposible llegar al «encontraste», sin la acción de estudiar es imposible que el Creador abra la mente de la persona y ésta pueda recordar lo sabido.
Y a este concepto se puede añadir lo que explica el Rab Shlomó Volve Shlit»a [7]: «Existen dos elementos que definen cada acto de la vida: La construcción y el florecimiento. El primero constituye la dedicación, el esfuerzo. El segundo «un regalo» del Creador». Uno sin el otro no puede existir, pues aunque alguien concrete el «te esforzaste» necesita de la anuencia del Cielo para que ello ocurra, necesita el «encontraste» producto de la sabiduría Divina.
Y por eso el Midrash mencionado anteriormente (Tanjumá Ekev 6) afirma: «Todo el que estudia Torá y no cumple con lo escrito en ella, mejor hubiese sido que nunca viese la luz del mundo», allí, en el vientre materno, hacia lo mismo que en este mundo: estudiar sin concretar en la práctica ¿para qué salir? Este mundo encierra la demostración del potencial que la persona posee, es el lugar donde surge el: «te esforzarse», para plasmar el: «…cuidarás y las harás…». Y esa constituye la esencia de la máxima citada por el Pirkei Avot (6:4): «éste es el camino para el estudio de la Torá: Pan con sal comerá y agua racionada beberás, y sobre el suelo dormirás, y vivirás una vida con sufrimientos y en la Torá te esforzarás».
El Rab Iehudá Leib z»l de Gur, el Sfat Emet, declara: «La ración justa es el requisito para adquirir la Torá, quien estudia verdaderamente no debe preocuparse ni ocuparse ni siquiera por sus necesidades mínimas», pues como exhorta el Talmud, en el tratado Berajot (folio 33b): «Todo (proviene del) cielo salvo el temor al Cielo»; y asimismo el Rab Itzjak Meir z»l, el Jidushei Harim, contaba de su santo maestro el Rab Iaacob Itzjak z»l de la cuidad de Pshisja, conocido como el Iehudí HaKadosh, quien cuando tenía hambre comía todo lo que le presentaba sin saber lo que consumía, todo lo hacía con un fin: al llegar el momento del estudio o del rezo todo su pensamiento estaría dedicado a dichos preceptos, esa convicción de que nada existe fuera de lo escrito en el libro que está frente a sus ojos, todo el mundo es como una gran ruina que no trasciende a su interés.
4-Así dicho acto se explica por qué los bebes poseen una «fisura» del labio o la nariz, es allí donde golpea el ángel, y si la persona preguntase: Para los gentiles ¿existe la misma enseñanza en el vientre materno? ¡Si ellos no están obligados al estudio de la Torá! se puede responder de dos maneras: Por un lado ¡Sí! Ellos están obligados deben cumplir con los siete Preceptos universales, por lo tanto es necesario que un ángel también les enseñe. O se podría contestar por otro sendero totalmente opuesto: ellos fueron creados así intencionalmente, para que no exista una notoria diferencia corporal pues si fuese así desaparecería el libre albedrío, ¿quién dudaría de su función? Pero la pregunta más sorprendente es… ¿para qué y qué beneficio existió en enseñar toda la Torá para que luego sea olvidada? ¡Que no se enseñe nada!…
5- Como afirma el Midrash (Shemot Rabá 28:6).
6- El versículo dice: «…Y tú ordenarás a los hijos de Israel que traigan aceite de oliva puro…» (Shemot 27:20), el Rab Iehudá Leib z»l de Gur, el Sfat Emet, expresa: «Por intermedio del la orden del Creador es posible cumplir los Mandamientos Divinos, incluso que la realidad demuestra un hecho distinto, que es el judío quien permite que los Mandamientos existan, ello constituye un error por parte del observador, en realidad la existencia del judío se debe a que él cumple con los Mandamientos Divinos». Como comentan sobre un judío que no cumplía ningún precepto y se jactaba de ello y preguntaba sarcásticamente: «Si es verdad que ningún judío puede vivir si es que no cumple algún precepto… ¿cómo puede ser que yo esté vivo?» El Rab de su cuidad le contestó: «Verdaderamente estás cumpliendo con un precepto… ¡Tienes hecho el Brit Milá -la circuncisión-!» El irreverente respondió: «Yo no deseé ese precepto, ¡no quiero tener nada que ver con él!». El Rab le preguntó: «¿Me vendes el pago en el mundo venidero por ese precepto?». «¡Seguro que sí! ¿para qué lo quiero?». En ese preciso instante el descreído murió, era ese precepto quien lo mantenía vivo. El Rab Itzjak Meir z»l, el Jidushei Harim, dice: «las bendiciones que pronunciamos diariamente encierran ese mismo concepto, decimos: «Bendito eres Tú, Señor, Rey del universo que nos has santificado con Tus Mandamientos y nos has ordenado lo concerniente al precepto…», por intermedio de la fuerza dada por la orden Divina nosotros podemos cumplir con Su Voluntad».
7-En su obra Zeriá UBiniam BeJinuj.
Daniel Domb