Sedienta esta mi Alma: Un segundo es importante
Extraido de Sedienta esta mi alma de Ti
Y soñó y he aquí que una escalera estaba apoyada en la tierra, y su cima llegaba a los cielos y he aquí que los ángeles del Eterno subían y bajaban por ella.
Y he aquí que el Señor estaba sobre ella y dijo: «Yo Soy el Eterno, Elokei Abraham, tu padre, y Elokei Itzjak, la tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu simiente…Y he aquí que Yo estoy contigo, Te cuidaré en dondequiera que anduvieres, y te retornaré a esta tierra…despertó Iaacob de su sueño y dijo: «¡Verdaderamente el Señor está en éste lugar y yo no lo sabía!»
Temió y dijo: ¡Qué tremendo es este lugar! No es ésta sino la casa del Eterno y ésta es la puerta de los cielos…» (Bereshit 28:10-17)
Para el judaísmo la providencia Divina no se obtiene ni se consigue por casualidad, el receptor debe ser una persona digna para que el Creador se le revele. Ese «refinado» nivel se adquiere por esfuerzo y no por deseo. La convicción es lo principal, no creemos que por un destello, por mínimo que sea, provoque una elevación que alcanza el nivel de santificar a la persona, beatificándolo por esa «casualidad» [61].
Ese hecho lo impulsa, enciende su llama interior llamada alma, pero no lo enaltece, son, como dice el Talmud: «los locos y los niños quienes, después de haberse terminado el período de los profetas, son los únicos que poseen ese don», el verdadero estado de apego al Creador, esa tremenda y hasta a veces terca tenacidad, es lo que asevera que ese estado puede ser alcanzado.
Iaacob, coronado con el título de Emet, de Verdad, nos muestra ese camino, su predisposición por reconocer su omisión y retornar al lugar donde no había sentido esa realidad tan particular, cueste lo que cueste, sea tiempo, dinero, esfuerzo físico, salud. No dudó, no hizo cuentas, sino que se encaminó sin preámbulos ni preguntas, realizó la acción como base para cimentar al futuro pueblo de Israel.
Rashi z»l explica, a partir de la primera palabra de estos versículos, que la partida de Iaacob se notó en su entorno: «Cuando un hombre justo parte de su lugar causa un gran impacto. Mientras él permanezca en la ciudad, él representa la belleza, la luz y la gloria, pero cuando parte de allí desaparece la belleza, la luz y la gloria» y así, el Kli Iakar z»l ahondando a dicho concepto nos revela: «únicamente la partida de Iaacob produjo ese «gran estruendo».
Abraham e Itzjak, cuando partieron de sus respectivas ciudades no causaron ninguna agitación». El impacto se manifiesta en los que quedan. Cuando Abraham e Itzjak partieron de sus respectivos lugares no existía ningún receptor digno de poder descubrir esa luz que emanaba de ellos que, luego de su partida, desapareció [62]. Por el contrario, los malvados se alegraban cuando un justo se marchaba, ¿quién quiere a alguien que le enseñe como pensar y actuar?
Pero… si el justo -que representa la llama- es parte de un fuego mayor con cuyo resplandor lo envuelve y permite ser parte de esa luz, pero su realidad es que con o sin ella la luz continúa existiendo, sigue iluminando con la misma intensidad; estar o no estar es indistinto, ceder o no ceder es indiferente, él no pierde nada como cita el Midrash sobre Moshé quien «trasmitió su sabiduría a los ancianos posando sus manos sobre sus cabezas», Rashi z»l explica: «así como al fuego al sacarle parte de sí, inmediatamente la combustión lo reemplaza dejando todo como antes, sin ningún cambio, así también la sabiduría de Moshé no disminuyó nada antes de cederle a los ancianos», allí estaba Itzjak y al irse la energía que emanaba de Iaacob, la luz de Itzjak podía crecer en tal medida que hacía olvidar la de su propio hijo.
Entonces… ¿cuál es el gran impacto? ¡Inmediatamente todo quedó en el olvido si es que esa luz fue sustituida por la luz que irradiaba Itzjak! La enseñanza que se desprende consiste en saber que incluso una fracción de segundo es tan importante como la eternidad. En el instante en que Iaacob abandonó su ciudad y la energía de Itzjak tomó la fuerza de suplantar a la luz de Iaacob, en ese instante, esos segundos sin el resplandor en su genuina potencia se hizo sentir.
El pensamiento general especula que la creación en sí es un hecho que data de miles de millones de años y que otros tantos pasarán hasta el fin de los días y por lo tanto el ser humano es un punto insignificante en una imaginaria recta ¿Qué trascendencia tiene la vida y por ende cualquier acto en particular?
Pero si todo es acotado, si la creación tiene un tiempo corto de vida, como nos lo revelaron nuestros Sabios del Talmud, en el tratado Sanhedrín (folio 97a): «Seis mil años es la duración de la creación», entonces en esta hipotética recta el ser humano se destacaría no ya como un punto sino que poseería su dimensión ¡Es más de una centésima parte del segmento! visible y reconocible.
Del mismo modo Rashi z»l enseña: incluso la mínima fracción de segundo tiene su importancia, el segundo que disminuyó esa luz produjo un impacto que trascendió al tiempo, y más sorprendente y paradójico es saber que, justamente, esa falta influencia a quien o quienes reemplazan su luz, Itzjak en nuestro caso puntal.
61- Como ocurre con las otras religiones monoteístas, cuyos «santos» no necesariamente eran personas intelectualmente elevadas, incluso iletrados llegaron a ser beatificados -así como el mismo Mahoma en la religión musulmana-, quizás sus «visiones» hayan sido producto de su deseo espiritual… pero para la religión judía, como expresa el Talmud, en el tratado Nedarim (folio 38a): «la Presencia Divina únicamente posa en individuos que posean las cualidades de «humildad, inteligencia, fuerza y riqueza», como afirma el Talmud, tratado Shabat (folio 33b): «Completo en su Torá, completo en su cuerpo, completo en su dinero», y así como el célebre Rambam z»l, en su monumental obra Mishné Torá (Iesodéi HaTorá 7), explica: «estas características deben sujetarse a lo dicho en el Pirkei Avot (4:1) que pregunta: «¿Quién es llamado fuerte? Aquel que conquista sus pasiones y ¿quién es considerado rico? quien se conforma con lo que posee». La fuerza y la riqueza solicitarlas por el sabio surge de lo profundo del ser y no como un producto de la vana comparación entre personas», pero el Rab Jaim de Voloshin z»l expone : «no todos los puntos que nos enumeraron nuestros sabios para que pose en la persona la percepción constante de la profecía se deba al cumplimiento de todos los requisitos citados anteriormente, no todos son los que proporcionan el resultado directamente, sino que la fuerza y la riqueza son meros medios para demostrar si la persona es verdaderamente humilde, que es muy fácil confundir debilidad física con humildad, quizás ésta se deba a su debilidad, así también la pobreza, por eso la necesidad de estas dos condiciones, incluso siendo rico y fuerte coexiste en él la virtud de humildad», y a ese postulado responde lo expresado por el Talmud, tratado Shabat (folio 33b) «Completo en su Torá, completo en su cuerpo, completo en su dinero».
62-Explica el Rab Iehudá Leib Alter z»l de Gur, el Sfat Emet: «La ausencia del justo, al partir de la cuidad, se advierte, pues es su presencia la que ilumina al lugar, sin él la energía Divina disminuye». El Rab Iosef Jaim Kofshitz Shlit»a, citado por el Rab Iehudá Tzadka z»l pregunta: «¿Acaso Abraham e Itzjak no partieron de su lugar natal dejando un gran impacto? entonces ¿por qué únicamente la Torá lo explica en la partida de Iaacob? Iaacob fue diferente, su dedicación era pura y exclusivamente en el estudio de la Torá, en los otros patriarcas existía un vínculo con su entorno, la bondad y los actos caritativos que hacían los relacionaba de una manera tal que si ellos partían de su lugar fácilmente la gente que recibía su ayuda de ellos se darían cuenta de su ausencia, pero en Iaacob ¿quién lo conocía? Por eso la Torá al hablar de Iaacob hace hincapié en su persona y no en sus actos, hasta ese momento a él se lo conocía como el hijo de Itzjak, el nieto de Abraham, él era el hijo de… pero incluso así su ausencia sería descubierta, pues es la Torá la que dejó de estar, es la Torá la que beneficia e ilumina con esa luz espiritual, sin el hombre; sin la vela, la llama no se puede mantenerse».
Daniel Domb
Doy gracias al ETERNO por este hermoso SHABBAT.