Rosh HaShaná
Aunque estemos inmersos en un mundo materialista y egoísta no debemos olvidar que nuestra esencia es espiritual.
El ser humano vive excesivamente preocupado por los bienes materiales llegando a veces a hacer de ellos un fin en sí mismo, finalmente su esencia no puede soportarlo y siente una sensación de vacío. Sin embargo y en muchos casos ello no resulta suficiente para que la persona tome conciencia, diciéndose a sí mismo: «es que me va mal en los negocios», o «no me siento bien», etc., esa debe ser la causa de mi depresión. Entonces, busca todo tipo de excusas para evadir la verdadera causa de su sensación de vacío.
Un ser espiritual como lo es el hombre nunca encontrará satisfacción en una vida materialista, sólo alcanzará la plenitud cuando se enfrente integralmente a sí mismo.
Formas de la energía
El universo es energía que adopta diferentes formas, tanto materiales, perceptibles por los sentidos, como inteligibles, perceptibles por la inteligencia, las ideas.
La ciencia habla de los límites del universo, o sea hasta dónde el espacio contiene cuerpos celestes, materia o alguna forma de manifestación de energía. Pero el propio espacio vacío que le da el entorno al universo para que exista ¿no es acaso también una forma de la energía? ¿cómo surgió?
Siempre hay «algo» después
Nuestra conciencia no puede funcionar sin límites. Tiende siempre a definir un comienzo y un fin. Suponiendo que alcancemos el límite del universo y luego el final del propio espacio, tampoco sería ese el fin ya que siempre hay «algo» después. O, suponiendo que el espacio es un inmenso balón que contiene a un universo que se expande ¿qué hay por fuera de ese balón?
¿Hay un sentido?
La lógica nos dice que no hay límites, siempre hay algo después. Similar sucede con el tiempo, antes del principio hay un antes… siempre hay un antes. En un universo sin límites, que no tiene principio ¡¿qué insignificantes somos!?
¡Qué vacío y sin sentido sería la vida en un universo de esas características!
Analogía universal
Los científicos saben que hay un orden que rige al universo -leyes físicas, biológicas, principios de conducta, etc.- y que aunque sólo conozcan una parte ínfima de su funcionamiento, siguiendo razonamientos analógicos, la ciencia continúa desarrollándose. El ser humano percibe orden donde capta la relación causa-consecuencia. Donde no percibimos o intuimos que hay un orden, esa realidad pasa a la categoría de caótica. Caos es nuestra relación inconsciente con el orden. O sea el desconocimiento de los principios de causa-consecuencia que rigen los aspectos que ignoramos del orden. Un lego en mecánica, ante los cientos de piezas de un motor desarmado ve un caos, el especialista en cambio percibe un orden, un trabajo a realizar.
La Causa primera
La Torá entendida a través de la tradición interior de Israel, la Kabalá, nos enseña que ese proceso de retroceder en el tiempo y en las causas tiene un fin y es la Causa Primera, Causa que no tiene causa. La Causa de todas las causas es denominada por la Kabalá: Ein Sof cuyo significado es Infinito. Ein Sof define el estado que unifica a quien percibe con lo percibido y con la percepción, es el estado que trasciende el conocer, el análisis y nos conduce al Ser. Quien percibe es el deseo, lo percibido es la plenitud (deseada) y la percepción designa el proceso a través del cual quien percibe aprehende a lo percibido. Estos tres aspectos el hombre los aprehende como espacio, energía y tiempo respectivamente. Ein Sof es el estado que armoniza a todos los espacios, energías y tiempos, siendo el universo una forma que el Ein Sof adopta ante nuestra percepción.
Aprehendiendo nuestra Esencia
Cuando intentamos aprehender nuestra Esencia, llegar a nuestro Yo, percibimos que lo mental nos es insuficiente ante el interrogante de ¿quién soy?
Esto sucede porque nuestro Yo más interior es «parte» de la esencia de toda la realidad, y así como el agua contenida en un recipiente al ser devuelta al océano se unifica con el mar, así cada alma es parte inmanente de la Esencia Infinita.
Cuando la mente intenta conocer al Yo llega a un punto impenetrable en el cual el pensamiento lo traduce como deseo de recibir. Ello se debe a que el Yo más interior sólo podrá surgir cuando la plenitud colme infinitamente al deseo de recibir. Mientras el deseo de recibir se encuentra separado de la plenitud la anhela incesantemente generando pensamientos y formas mentales en su afán de asirla. Sin el entrenamiento espiritual adecuado ello conduce a una percepción caótica de la realidad, impidiéndole al yo el «acceso» a la conciencia de sí mismo. Entonces el hombre deambula en el reino de lo mesurable sin poder superar sus laberintos mentales.
Más allá de toda medida
Es imposible que el hombre aprehenda intelectualmente la medida de todo, ya que la realidad de HaKadósh Barúj Hú es infinita (Ein Sof ). El verdadero conocimiento espiritual trasciende todo límite. El acceso a la realidad espiritual es posible únicamente cuando trascendemos el ámbito de lo mensurable. Esto es similar al amor que para ser completo debe estar por sobre toda medida. Mientras medimos aún no hay amor, hay conocimiento. Sólo cuando trascendemos la medida llegamos a la entrega, al amor que está más allá de todo límite. Entonces pasamos del conocer al ser.
El conocimiento espiritual
La mayor motivación humana es poder transformar la dualidad en unidad. ¡¿Qué es amor sino encontrar lo que nos ayuda a trascender los límites!? Todo anhelo es en última instancia des-cubrir la armonía que nos hace sentir que tenemos una función en el universo, que nuestra vida tiene un sentido trascendente integrada al Todo.
Auto-contención
Alcanzar ese amor requiere intuición y un trabajo exhaustivo que nos permita desarrollar conciencia del otro y de nosotros mismos. El auto-conocimiento surge al confrontarnos a situaciones en las que interactuamos con modos de ser diferentes al nuestro y aun así logramos mantener la armonía interior.
La vida de Torá y mitzvót nos enseña principalmente a desarrollar la autocontención necesaria para conocer al otro y así conocernos integralmente.
El ámbito de la unificación
Nuestra vida se desarrolla dentro de un ecosistema biológico y sociocultural influyéndonos material, afectiva y mentalmente. Lo que sucede en cada uno de estos ámbitos desencadena procesos que repercuten haciendo que sea imposible entender siquiera un pequeño aspecto de la realidad, a menos que lo comprendamos integralmente. La vida, a pesar de estar compuesta por diversidad de aspectos, se nos presenta como un todo.
Nuestra percepción de la realidad no se encuentra en los sentidos ni en el cerebro ni en el corazón, sino en un plano que integra y unifica a todos ellos. Es el ámbito denominado por la Kabalá rujaní-espiritual, el mundo de la neshamá-alma.
Cambio en la cabeza
Rosh haShaná se traduce generalmente como año nuevo. Rosh significa cabeza y Shaná año. Rosh haShaná implica mucho más que el pasaje de un año a otro, lo cual sucede naturalmente sin la intervención del hombre. Rosh haShaná es un estado de reflexión espiritual para superar los límites que nos impone el egoísmo, y no un momento en el cual observamos pasivamente el devenir del tiempo. La palabra Shaná, literalmente año, proviene del vocablo shinúi que significa cambio. Rosh haShaná nos señala tanto la «cabeza del cambio» como shinúi ba Rosh «cambio en la cabeza», en nuestra forma de percibir la realidad.
La Causa que no tiene causa
También en la primera palabra de la Torá -Bereshít – encontramos el concepto Reshít -principio, también proveniente de Rosh.
Así como en la cabeza se encuentran las facultades superiores del ser humano donde se toman las decisiones de cada movimiento que va a realizar el cuerpo, así Rosh haShaná nos enseña que todo lo que hacemos debe partir de la cabeza. Pero, cada uno tiene su cabeza, sus ideas de lo que deben ser las cosas, y cuando las confrontamos a otros a veces encontramos espacios comunes y otras no. Sí concordamos no hay problema alguno, pero cuando discrepamos en cómo armonizar las diferentes perspectivas, entonces surgen los conflictos. La única forma de diluir un conflicto es un punto de vista superior que armonice las discrepancias, como dos planetas que pasan uno cerca de otro pero será el sol el que en definitiva marcará sus orbitas ya que su influencia es la más poderosa. Siempre hay un campo de influencia que contiene a otros y éstos a otros hasta la Causa primera. Hay un Rosh, una cabeza, una Causa primera, Causa que no tiene causa, Causa que armoniza a todos los espacios, energías y tiempos donde toda la realidad encuentra su verdadero lugar.