Ascendiendo
Reshit Jojmá (El principio de la Sabiduría)
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Refinamiento interior – la pureza del corazón

Extraído y adaptado del «El Portal del Amor» del Rabino Eliahu de Vidas, traducido al español por Simcha Benyosef simchahbenyosef@yahoo.com

La pureza también afecta el corazón, como dice el versículo: «¡Dame un corazón puro, oh Dios!» Este es el aspecto de la pureza que más afecta nuestro propósito de alcanzar el vínculo apasionado, ya que, como enseñaron nuestros sabios, si el corazón es puro, las partes del cuerpo restantes lo serán también:

Dice el versículo, «Yo el Eterno, busco el corazón y pruebo los riñones». ¿Por qué subraya el versículo el corazón y los riñones? La respuesta es que los ojos siguen las advertencias del corazón, así como las 248 partes del cuerpo. Como los riñones aconsejan y decide el corazón, el versículo sólo menciona estos dos órganos, y el Altísimo los pone a prueba. Por lo tanto, dice el versículo, «Y tú, Salomón, hijo mío, conoce al Dios de tu padre y sírvele … porque el Eterno escudriña todos los corazones»; corazones sugiere la buena y la mala tendencia.
Esto puede ilustrarse con una parábola: un arquitecto construye una fortaleza, y en ésta construye cámaras, alcantarillas y cavernas. Unos días más tarde, nombraron a un recaudador de impuestos, y los habitantes de la fortaleza se escondieron de él en las cámaras y las cavernas. Les dijo él: ¡Necios! ¿Por qué os escondéis? ¿No soy yo quien ha construido la fortaleza, quien ha hecho las cavernas y las cámaras? Asimismo, «¡Ay de los que se empeñan en ocultarse del consejo del Eterno! Sus obras están en la oscuridad».
Mencionamos un ejemplo similar en el Portal del temor, sólo que se aplicaba a la persona que trata de ocultarse para pecar, mientras que este caso se aplica a la persona que tiene pensamientos que quiere ocultarle al Altísimo. Las cámaras y las cavernas de la parábola representan las cámaras del corazón y los riñones.
El que considere el sentido de esta parábola se esforzará por purificar su mente, porque el Altísimo le ha creado, y ha hecho su corazón, así como sus riñones. El Altísimo tiene plena conciencia de los impulsos de su corazón; todo está revelado ante él, y para él, «la oscuridad es como la luz»: Su Presencia está siempre ante el hombre. ¿Cómo, entonces, puede el hombre no avergonzarse de tener pensamientos contra la voluntad de su Hacedor?
Los sabios del Midrash discuten la penetrante conciencia Divina en relación con el versículo, «grande en consejo»:

Dice el versículo, «He aquí que has hecho los cielos y la tierra con Tu gran fuerza y Tu brazo extendido, y no se Te puede ocultar nada». Dijo Resh Lakish en el nombre de Rabí Elazar ben Azariá, explicando la implicación de la secuencia de frases en el versículo: «He aquí que has hecho los cielos y la tierra», y desde el momento de la creación, «no se Te puede ocultar nada».

Rabí Hagai citó el versículo, en el nombre de Rabí Isaac: «Y tú, Salomón, hijo mío, conoce al Dios de tu padre y sírvele de todo corazón y con el espíritu dispuesto, porque el Eterno escudriña todos los corazones y entiende todos los pensamientos». Antes que se formule un pensamiento en el corazón del hombre, ya Le está revelado al Altísimo.
Dijo RabíYudán en nombre de Rabí Isaac: Antes de la creación del hombre, sus pensamientos ya Le están revelados al Altísimo. Dijo el propio Rabí Yudan: Dice el versículo, «No hay palabra en mi lengua que Tú, oh Eterno, no conozcas ya»; antes que comience mi lengua a formular mis palabras, ¡oh Eterno, Tú ya las conocías!

Sin profundizar en este Midrash, vemos que apoya nuestra tesis. Si considera el hombre que la Shejiná mora sobre su cabeza, se dará cuenta que ha de purificar su mente y su corazón para que la Shejiná encuentre un espacio de morada apropiado.
La mente y el corazón son las dos partes principales del cuerpo humano, de las cuales depende la existencia humana. Por lo tanto, hay que purificarlos de toda mácula, ya que su carácter espiritual es tan excelso que el menor defecto causaría que fuesen imperfectos.
La mente y el corazón representan un espacio etéreo del mundo de Atsilut-Cercanía, como lo explican los Tikunim. Escribió el rey David acerca de la pureza de pensamiento, «el que tiene manos limpias y corazón puro». Ya hemos discutido el concepto de «manos limpias», y discutimos las enseñanzas de Rashbí al respecto en nuestro desarrollo del rasgo de limpieza. Continua el Zohar:

«corazón puro»: El que aparta su mente y su corazón del Otro Lado[el lado de las fuerzas de contaminación espiritual], y los enfoca en el servicio del Altísimo. Continúa el versículo, «que no ha llevado Mi alma en vano»; la ortografía tradicional (ktiv) es nafshó-su alma, mientras que la pronunciación tradicional es nafshí-mi alma. La palabra nafshí-mi alma se aplica al aspecto de fe del rey David – el concepto esotérico de maljut-reino: es decir, dice el Altísimo, «el que no ha jurado en vano por Mi alma», y por tanto no ha causado que las fuerzas de contaminación espiritual se afierren a Maljut.

La ortografía tradicional, sin embargo, es nafshó, que se aplica al alma del hombre, y se refiere a un hombre que no ha llevado su alma en vano. Es decir, no se permitió satisfacer los excesos de su corazón, que eventualmente hubiese conducido su alma al ámbito de las fuerzas del mal, que es vano. Cuando el hombre deja este mundo y se va su alma, asciende ésta al Jardín del Edén con el mérito de sus buenas obras. Estas le permitirán encontrar morada entre los santos seres celestiales, como dice el versículo, «Yo andaré ante el Eterno en la tierra de los vivos»- en el Edén. Esta persona «no ha jurado en vano por Mi alma», no causó que maljut, llamada «Mi alma» fuese capturada por las fuerzas de contaminación espiritual, que son «vanas». Por resultado, su recompensa será que, «Este recibirá una bendición del Eterno»; merecerá ascender al Edén en cuanto deje este mundo.

Este Zohar describe el nivel alcanzado por la persona que perfecciona sus obras y pensamientos, dedicándolos al servicio de su Hacedor. Su alma forma parte íntegra de la Shejiná, de forma que nafshó-su alma y nafshí-Mi alma son una sola entidad. En proceso de la rectificación de su propia alma, está al mismo tiempo rectificando el reino celestial, y su recompensa será que andará «ante el Eterno en la tierra de los vivos» y que «recibirá una bendición del Eterno», de la Shejiná.
A la inversa, quien lleva su alma en vano causa una mácula – Dios nos libre – en el cielo, y como consecuencia, su alma no «ascenderá a la montaña del Eterno», ni «podrá estar en Su lugar santo».

El hombre debe purificar su corazón de la envidia, el odio y la rivalidad, así como de las malas normas de conducta relacionadas con el corazón, como la preocupación, la desesperación, la tristeza, la ira, la burla, etc. Por lo tanto, en los Tikunim se le pide al hombre que rectifique su corazón purificándolo de todos estos rasgos, para volverse un espacio de morada digno de la Shejiná.
La esencia más recóndita del hombre debe concordar con su apariencia exterior: el buen vino, que representa la Torá, debe ser conservado y sellado en un receptáculo de primera calidad – el corazón – ya que si se contaminase el receptáculo con el vino de la mala tendencia, debe de lavarse por dentro y por fuera tres veces. Así como la copa usada para la bendición de la mesa, el corazón ha de ser enjuagado por dentro y por fuera para que su contenido sea una representación válida de su apariencia exterior:
Cuando el receptáculo – el corazón – es puro por dentro y por fuera, y merece llenarse de Torá por su cumplimiento de los preceptos que pertenecen al ámbito del pensamiento, del habla y de la acción, entonces mora en él la jojmá-sabiduría, así como biná-el entendimiento. éstas se relacionan con el corazón, porque el entendimiento abarca la sabiduría. Cuando esto sucede, los conceptos esotéricos de la Torá también moran en el corazón del hombre. Como dice la Torá, «El Eterno me hizo como el principio de Su camino», es decir, sólo un corazón puro que es un receptáculo para la Torá merece llegar a ser «el principio de Su camino», que alude a la sabiduría de la Torá.

Más aún, si el receptáculo – el corazón – es puro, se imbuirá de la acción del atributo Divino, «que limpias», y como consecuencia será digno de entrar al Palacio para estudiar los conceptos esotéricos de la Torá. En cambio, si no es puro, no merecerá sumirse en los concepto esotéricos de la Torá para impedir que las fuerzas de contaminación espiritual deriven sustento vital de sus conocimientos de Torá.

Simcha Benyosef

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