Reduce tu Cuenta de Cargas Emocionales
Cómo es que una persona tiene una carga emocional muy grande con niños ruidosos, mientras que otra no? ¿Cómo es que algunas personas en una oficina se ponen nerviosas cuando el jefe entra y otras no? ¿Cómo es que algunas personas reaccionan violentamente ante los platos sucios en el fregadero y migajas sobre el piso, y otras simplemente limpian el desorden sin dramas o tratan la situación con indiferencia?
Existe un importante principio psicológico del que toda persona debe estar consciente: el grado de «carga» que un evento nos da es directamente proporcional al grado que pensamos que estamos expuestos (mental o físicamente). Ahora, no siempre estamos conscientes de cuál puede ser el peligro. Más aún, el «peligro» puede existir solamente en nuestra cabeza. Después de todo, si soñamos que nos persigue un asesino, nuestro corazón late más de prisa y nuestro estómago se presiona como si realmente estuviéramos amenazados. Lo mismo se aplica en la vida real. He aquí un padre ayudándole calmadamente a su hijo a hacer la tarea mientras que otro está en una furia auténtica. ¿La diferencia? El primero no relaciona ningún peligro con los errores de su hijo, el segundo sí. El segundo está teniendo pensamientos atemorizantes. «¡Este niño va a crecer siendo un fracaso total! Está arruinado de por vida, el estúpido. Y eso significa que yo soy un fracaso como padre y ¡un estúpido también!». Obviamente, este segundo padre va a pasar largo tiempo enseñándole a su hijo y va a terminar probablemente pegándole porque simplemente no puede enfrentar su propio sentimiento de incompetencia e impotencia.
Con frecuencia, un miembro de nuestros grupos de EMETT (Madurez Espiritual Establecida a Través de la Torá) puede decir, «Tengo mucha carga con este asunto. Sé que es irracional. No siento ningún sentimiento de fracaso. Simplemente tengo esta carga». En este caso, sé que vamos a tener que hacer algo de trabajo de detectives antes de descubrir un pozo de vergüenza y miedo.
Por ejemplo, toma el desorden de la sala. ¿Por qué debemos tener «carga» en esto? ¿Por qué no simplemente lo limpiamos o pedimos a los niños que lo hagan o tomamos una sirvienta o encontramos alguna otra solución sensata? ¿Por qué debemos tener un arrebato? No va a limpiar el desorden más rápido, ¿o sí? Los «por qué» en nuestra mente: «Mi vida no tiene propósito. Otras personas están allá afuera dejando su huella en el mundo y todo que yo puedo hacer es pasarme el tiempo limpiando lo que ¡cualquiera con un I.Q. de 4 podría hacer igual de bien!». Y si los niños han hecho el desorden los pensamientos probablemente sean, «Oh, qué monstruos he criado. Quién va a querer casarse con una niña que no puede tener su cuarto arreglado. Es peligroso ser tan desordenado. ¿Qué ocurriría si deja cuchillos por ahí o la estufa se quema?» No va a ser capaz de pensar cómo ayudar a su hija a ser más cuidadosa si está llena de carga. Reducir la carga emocional nos ayuda a pensar más claramente. Una vecina me dijo, «Cuando dejé de ser doña perfecta y contraté una sirvienta, salvé mi cordura y mi matrimonio».
Si eres un adolescente y perdiste una noche de sueño, no es para tanto. Sabes que lo vas a compensar. Pero si perdiste algunas horas de sueño siendo mayor, es probable que haya una fuerte carga resultado de estos pensamientos: «No puedo afrontarlo. Mañana me voy a deshacer; me van a criticar, ridiculizar y en general a desaprobar porque no voy a ser capaz de actuar y la gente va a ver qué fracaso soy…».
Una amiga me dijo recientemente que cuando hizo unos huevos revueltos para su hijo de ocho años, él se los comió no con un tenedor, sino ¡con sus dedos! Tuvo un arrebato. ¿Por qué? Su respuesta emocional fue resultado directo de sus pensamientos: «¡Oh, D-os mío! ¿Qué he criado? Va a ser un patán, un nebaj, ¡un fracaso en su vida!»
Otra mujer me llamó porque sus hijas de tres y cinco años estaban perdiendo mucho el tiempo, en realidad, estaban encima de ella durante las vacaciones. Lo que a ella le afectó no fueron sus acciones tanto como sus pensamientos: «Mis hijos son mucho más dependientes que los hijos de otros. No tienen iniciativa, no son tipos gever. Me esperan para hacer cualquier cosa. ¿Por qué no pueden ser como los niños normales que son traviesos y buscan qué hacer por sí mismos? ¡Deben de ser un fracaso! Y yo debo de ser un fracaso y su padre también porque son así». Estas mujeres se ponen en pánico con sus propios pensamientos.
Como vemos, son nuestros propios pensamientos de fracaso y pérdida los que producen nuestra respuesta emocional. Cuando veo a mis hijos saltando sobre las camas, veo ambulancias y recuerdo las veces que se cayeron y se rompieron los dientes y acabaron teniendo suturas en su mentón. Así que mi respuesta viene de un pensamiento real de peligro y pérdida. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, maquinamos frenéticamente sobre nuestra imaginación irracional de catástrofes y peligros que nunca van a ser realidad. En el caso de los huevos revueltos, la mujer se bloqueó para tomar una acción positiva por sus propios pronósticos amenazantes de futuras vergüenzas y obstáculos permanentes. No pudo aprovechar ese momento para usar un maravilloso método a veces humorístico y provocador de crecimiento para enseñar a los hijos buenas maneras en la mesa, debido a que su proceso de pensamiento se nubló con sus temores.
Otra amiga me llamó ayer sumida en una melancólica depresión. Había sufrido una seria depresión en el pasado y había sido hospitalizada. Pero gracias a EMETT, había trabajado para salir de ella durante varios meses, hasta ayer, cuando compró una cuna. Al traer la cuna a la casa, notó que la parte de abajo no ajustaba adecuadamente. En este punto, no se dijo, «Está bien, cometí un error. ¿Ahora qué puedo hacer?» En lugar de eso, pensó, «Hice un error estúpido. Esto implica que soy una total estúpida, idiota. Esto sólo demuestra qué tan incompetente realmente soy, cómo toman ventaja de mí, cómo no puedo tomar las decisiones correctas y cómo no puedo confiar en mí misma».
Cuando me llamó, estaba en una desesperación real. Me tomó un buen rato ayudarla a limar la carga emocional tratando de reducir este evento a nivel de un error humano común y evitar los juicios globales (de tonta, estúpida, incompetente, fracasada, víctima, etc.) que estaban provocando su estado de desesperación. No era la pérdida de los 80Dlls. lo que realmente le molestaba, sino las implicaciones ocultas de falta de valor personal. Le pregunté si alguno de sus padres había sido perfeccionista. Dijo que efectivamente, su padre solía tener un arrebato sobre el más pequeño error que alguien cometiera. Así que ahora vemos que está teniendo dificultades para sobreponerse a ese patrón.
Mucha carga se deriva de lo que percibimos como una pérdida de prestigio, de honor y estima. A veces puede ser cierto que no somos tratados con respeto. Después de todo, los seres humanos tienen un deseo de sentirse superiores, el cual satisfacen juzgando a otros como inferiores y haciendo caras, criticando o manteniéndose como piedras, en silencio y fríos para demostrar su desaprobación. Desafortunadamente, con frecuencia añadimos nuestra propia auto desaprobación al dolor de la crítica. Esta tendencia es muy destructiva.
Es incómodo y llena de tensión el descubrir que alguien no piensa bien de nosotros, pero raramente es desastroso. Cuando éramos jóvenes y no teníamos herramientas para enfrentar esta angustia, era desastroso porque todo nuestro sentido de valor era dependiente de obtener la aprobación de otras personas. Pero como adultos, inevitablemente estamos sujetos a la crítica porque éste es el pasatiempo humano favorito. Le da placer a la gente. Debemos habituarnos a eso y no permitir que nuestra autoestima fluctúe como una acción de Dow Jones, dependiendo en quién somos con alguien o qué están pensando de nosotros en el momento.
También debemos evitar imaginarnos falta de respeto del comportamiento de otros cuando no pretenden herir. Por ejemplo, «Si él tuviera algo de respeto por mí, me ayudaría con los platos de Shabat en lugar de deleitarse con los invitados mientras que yo estoy aquí en esta cocina sofocante como esclava». O, «Si ella tuviera algo de respeto por mí, ¡no esperaría que la ayude con un trabajo tan servil!»
Muchas veces durante el día, podemos encontrar falta de respeto implicado en el hecho de que nuestros hijos mayores nos llaman sólo cuando necesitan dinero, o que los más jóvenes olvidan decir «por favor» o «gracias» o hacen cualquiera de las otras cosas irritantes y agravantes que los niños hacen porque están cansados, no ejercen autocontrol (¡como nosotros!), están envueltos en sus propios pensamientos y deseos o simplemente se quieren divertir. En el minuto en que pensamos, «Estoy siendo tratado sin respeto» la carga emocional es más grande y no podemos pensar claramente cómo debe resolverse el problema.
La próxima vez que tengas una carga emocional sobre algo que sabes que no es de valor fundamental o significativo, pregúntate:
1. ¿Qué pérdida estoy experimentando en este momento? (Es decir, control, prestigio, salud, sueño, entendimiento, dinero, paz, respeto, cordura, apariencia, etc.)
2. En una escala de 0 a 10, cuando «10» es una pérdida trágica, ¿qué tan grande es ésta? (Sé honesto, perder un dólar puede ser terrible dependiendo de las circunstancias, pero ciertamente no lo es cuando se mira desde una perspectiva más amplia).
3. ¿Este evento me va a causar daño mental permanente, incapacidad física o muerte? (Cuando te falta sueño, te puedes sentir como si las tres fueran a resultar, pero objetivamente, no es verdad).
Si contestaste estas preguntas honestamente, tu carga se va a reducir en un 90% en los eventos diarios con los que te enfrentes. Con el resto, donde sí existe una posibilidad real de pérdida importante, divorcio, incapacidad o una gran pérdida de dinero, es mejor reconocer el dolor de una desilusión importante y luego mantener tu mente lo más clara posible. Vas a necesitar toda la «frialdad» que puedas reunir para enfrentarte con estos problemas.
Estar en contacto con estos pensamientos subyacentes de vergüenza, fracaso y pérdida no es tan complejo como parece. Es mejor tener un amigo comprensivo que te pueda ayudar a trabajarlo directamente, porque puedes encontrar algunos hábitos arraigados profundamente y quizá quieras compartir tu dolor así como tu alegría en este proceso de autoliberación.
Miriam Adahan