Ascendiendo
Capítulo 7
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¿Quién soy?

Cuando decimos «yo» ¿dónde se «sitúa» nuestra conciencia?
En el cuerpo …, en la emoción …, en el pensamiento …
¿Dónde «está» nuestro yo?
¿Yo soy mi cuerpo?

En la misma pregunta se encuentra la respuesta, en la propia formulación se realiza la distinción entre «yo» y «mi cuerpo». «Ese yo», la conciencia de mí mismo, es quien formula y responde la pregunta, siendo el cuerpo un instrumento a través del cual el yo se manifiesta.

Cuántas veces «ese yo» le impone al cuerpo actos en contra de «su deseo».
¿Quién es entonces ese «yo» que puede dirigir al cuerpo: mi emoción, mi tristeza, mi alegría…? El «yo» puede también sobreponerse a la tristeza y transformarla en alegría. Muchas veces conseguimos despertar fuerzas interiores para realizar determinados actos atravesando nuestras barreras emocionales, inseguridades, etc.

¿Quién es entonces ese «yo» que puede dirigir a la emoción? ¿Es acaso el pensamiento que se piensa a sí mismo, o es «ese yo» quien se expresa a través del pensamiento haciéndome conciente de que soy, que existo?

El límite de la conciencia

Cuando intentamos aprehender nuestra Esencia, llegar a nuestro Yo, percibimos que el pensamiento se diluye ante el interrogante de ¿quién soy?
Esto sucede porque nuestro Yo más interior es «parte» de la esencia de toda la realidad, y así como el agua contenida en un recipiente al ser devuelta al océano se funde y unifica con el mar, así cada alma es parte inmanente de la Esencia Infinita.

Si lo conociera sería El, nos dice el Baal Shém Tov.
Cuando la mente intenta conocer al Yo llega a un punto impenetrable en el cual el pensamiento lo traduce como deseo de recibir. Ello se debe a que el Yo más interior, Anojí (ver items 72 y 85), sólo podrá surgir cuando la plenitud colme infinitamente al deseo de recibir.
Mientras el deseo de recibir se encuentra separado de la plenitud la anhela incesantemente, generando pensamientos y formas mentales en su afán de asirla que, sin el entrenamiento espiritual adecuado, conducen a una percepción caótica de la realidad, impidiéndole al yo el «acceso» a la conciencia de sí mismo.

La conciencia de sí mismo

El hombre conoce comparando. No podemos conocer nada en sí mismo, sino que aprehendemos la realidad en base al contraste y a la analogía. Defino el frío a partir de la falta de calor, etc.

El hombre no es completo en su persona sino que necesita de su semejante y del resto de los componentes de la realidad, oxígeno, alimento, bebida, etc. para existir, concretizar sus aspiraciones y completarse. El Kadósh Barúj Hú, máxima identidad y destino final de toda la realidad «Es» completo en Sí Mismo, ya que El «Es» y «Está» por encima de la realidad que El mismo genera.

En hebreo hay dos formas para denominar al sí mismo, al yo:
a) aní
b) Anojí
a) aní
Es la percepción que limita la realidad a mi subjetividad. Esta forma de percepción crea una barrera que aisla al hombre del resto de la realidad y su verdadera esencia.

b) Anojí
Designa la percepción que me permite aprehender la realidad en forma objetiva, trascendiendo los límites que me impone el aní. La percepción de la realidad a través del Anojí me otorga acceso al estado en el cual el aní encuentra su resolución.

Contrariamente al hombre en quien el aní y el Anojí conducen a dos formas de percibir la realidad, «en» el Kadósh Barúj Hú no existe tal oposición ya que El «Es» el que percibe, lo percibido y la percepción.
«En» el Kadósh Barúj Hú el aní y el Anojí están unificados, siendo esta unidad la más insondable y la finalidad de toda las realidades puesto que «Allí» no se percibe, «Allí» se «Es» (ver item 4).

El que percibe, lo percibido y la percepción

Estos aspectos que, como fue expuesto, se hallan unificados en el Kadósh Barúj Hú, en el hombre constituyen las tres dimensiones y medios para alcanzar la conciencia objetiva de la realidad. Para que ello suceda tendremos que armonizar todos los componentes de la Creación, entendiendo que cada ser es único e insustituible. De lo contrario, nuestra imagen de la realidad se reducirá a una mera justificación de nuestras limitaciones y debilidades.

a) El que percibe
Es el deseo de recibir, el aní, al ir tomando conciencia de la Voluntad Superior, el Anojí.
En el lenguaje de la Kabalá, al aní, se lo denomina klí, (véase item 81)
La conciencia capta al que percibe (al deseo), como espacio, sea éste material, emocional o mental, en el cual se produce la percepción.

b) Lo percibido
Es la Plenitud Infinita manifestada «desde» la Esencia de toda la realidad: el Kadósh Barúj Hú.
En el lenguaje de la Kabalá se lo denomina Or, (ver item 81)

c) La percepción
Es el resultado del «encuentro» entre «el que percibe», el klí, con «lo percibido», el Or (consultar item 80).
En la comprensión humana, la percepción es aprehendida como el instrumento mental de nuestra voluntad que permite «movernos» a través de los diferentes niveles de conciencia.

La conciencia capta a la percepción, o sea al proceso a través del cual el que percibe (el deseo) aprehende lo percibido, como tiempo.

Su realidad es Una y Unica, la multiplicidad surge en nuestra percepción a causa de las diferentes formas a través de las cuales «el que percibe», el yo, aprehende «lo percibido»: como el klí percibe al Or (ver item 1).

Al tomar conciencia y responsabilizarnos de las consecuencias que generan las diferentes formas en que podemos expresar nuestro deseo de recibir: egoísmo o altruismo, comienza la unificación de el que percibe, lo percibido y la percepción. Entonces surge la conciencia de nuestra máxima identidad, el Anojí, «donde todos somos» Uno:
El Kadósh Barúj Hú.

Jaim Zukerwar

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