¿Qué es la Verdad?
Extraido de El Rebe Najman y tu. Cómo la sabiduría del Rebe Najmán de Breslov puede cambiar tu vida
La verdad brotará de la tierra (Salmos 85:11).
El rabí Natán hizo notar sobre este versículo: Las semillas puestas en tierra deben ser nutridas, cuidadas y regadas para que crezcan apropiadamente. De la misma manera la verdad debe ser cuidadosamente guardada y nutrida para que pueda brotar, así emergerá en su forma perfecta (Maasiot uMeshalim p.40).
LA VERDAD ES UN IDEAL MARAVILLOSO. Pero con sólo comenzar a hablar con algunas personas uno empieza a preguntarse dónde está realmente la verdad. Todos creen que su idea es la correcta y su solución, la adecuada. Tendemos a ver las cosas desde nuestra propia perspectiva y esa es mi verdad. Pero las otras personas ven las cosas desde su perspectiva, que es su verdad. El problema de la verdad es que sólo puede ser una cosa única: ¡la verdad!
El Rebe Najmán explica que hay muchas mentiras pero una sola verdad. Es posible llamar a una copa de plata, “copa de plata”. Ésa es la verdad. Pero si se utiliza otra descripción, como “una copa de oro”, “una copa de cobre” o “una copa de latón”, no es la verdad. Algo es lo que es o no lo es. Ésa es la verdad.
De modo que la verdad es siempre una. Pero cada persona tiene una perspectiva diferente de la verdad, que surge del hecho de que Dios, Quien es Uno, nos creó a cada uno de manera diferente. Dado que cada uno de nosotros es muy diferente del otro, tenemos diferentes perspectivas de la verdad.
El rabí Natán explica que dado que cada uno ve las cosas de manera diferente, todos tenemos verdad, por lo que cada uno puede presentar su propio punto de vista de manera verdadera. El problema real se presenta cuando no aceptamos la validez del punto de vista de otra persona que, de acuerdo a ella, es también la verdad. Entonces comienzan las disputas – pues cada persona se afirma en sus perspectivas y las diferencias entre la gente se hacen cada vez más amplias y más diversificadas.
Éste es el origen de todos los conflictos que existen en el mundo. Cada persona “sabe” que está en lo cierto y que, automáticamente y por extensión, los otros no pueden estar en lo cierto. O como dice el Rebe Najmán, “El rasgo de querer salir victorioso no puede convivir con la verdad. Para probar su punto de vista, la persona nunca permitirá que el otro punto de vista entre en su mente” (ver Likutey Moharán I, 122).
Nuestra insistencia con la verdad -“nuestra” verdad- genera de hecho la negación de la verdad, junto con la disputa y las mentiras que la acompañan, las equivocaciones y las justificaciones que nos alejan más todavía de la verdad. Porque cuando tratamos de embellecer la verdad o de adaptarla, entramos en las distorsiones y en las mentiras y de hecho podemos hundirnos en ciénagas horribles. ¡Lo peor de todo es que ese daño nos lo hacemos a nosotros mismos!
Puede ser esa pequeña “mentira piadosa” que decimos para protegernos de la vergüenza. Puede ser un pequeño “cambio” que le agregamos a la historia para quedar bien ante los ojos de los demás. O puede ser una historia inventada para salvar nuestro trabajo, nuestro matrimonio o cualquier otra cosa que sea importante. No importa cómo lo vistas, es mentira. (Nuestros Sabios enseñan que en aras de la paz se permite cambiar un relato [Iebamot 65b]. ¡Pero hay que tener mucho cuidado con las alteraciones no sea que uno se engañe a sí mismo también!).
Fíjate cuán poco esfuerzo conlleva esto. Después de todo, son sólo algunas pocas palabras. Pero comparémoslo con el conducir en una autopista. Te encuentras en la vía rápida y vas derecho. Es posible girar el automóvil un poco a la izquierda o a la derecha pero siempre sigues derecho. ¿Pero qué sucede si uno dobla demasiado? Se pone en peligro.
Ahora llevemos esto un paso más adelante y preguntémonos cuántas veces nos sucedió durante la vida. Estás conduciendo y tomas la salida equivocada. Ahora estás perdido tratando de retornar al camino correcto. Pero doblas mal una y otra vez. Pierdes tiempo, pierdes la paciencia; francamente, estás fuera del camino y sea lo que fuere que suceda, tú has perdido.
La verdad es Dios y la verdad es luz, el sendero apropiado e iluminado. Toda desviación de ese sendero extravía a la persona. Si distorsionamos un poco ese sendero ello nos llevará hacia muchos otros y diferentes caminos en la vida que se mostrarán desastrosos. El Rebe Najmán enseña que la mentira daña la vista, física y espiritualmente (Likutey Moharán I, 51). La mentira puede dañar la vista de modo que uno no vea las consecuencias de sus palabras o acciones. Esto lleva a decir cosas que son dañinas para uno mismo o para los demás. Otra mentira puede “enceguecer” a la persona aumentando en mucho las probabilidades del error.
Alguien le habló al rabí Natán sobre un importante maskil (seguidor del movimiento Iluminista) de que había dejado la senda del judaísmo. Aun así esa persona nunca decía una mentira. “¡Fíjate qué honesto y recto es!”, le dijo. El rabí Natán le respondió, “Es posible que nunca diga una mentira. ¡Pero está viviendo una mentira!” (Tradición oral). La verdad o la mentira tienen sus valores y propósitos individuales. Pero tal como implica el rabí Natán, hay que ser muy cuidadosos en cómo uno los utiliza. Pueden construir -o destruir- tu vida.
¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PARA MÍ?
El Rebe Najmán y el rabí Natán hablan a menudo de la verdad y cómo debemos buscarla en todo momento. La manera de hacerlo es buscar “su rostro”.
Todo se identifica por su rostro. Así como es posible identificar a una persona o a alguna cosa al mirarla directamente, de la misma manera debes mirarte a ti y a tus acciones con honestidad y preguntarte, “¿Es éste quien realmente soy o es sólo una fachada que presento a los demás que me rodean?”. “¿Qué es lo que realmente quiero de la vida?”; “¿Qué estoy preparado para hacer para mejorar y ser una mejor persona?”. La verdad es fácilmente definible si la contemplamos directamente en su rostro. Debemos tener la voluntad de buscar lo que es verdad y entonces, al verlo, aceptarlo (aunque no nos guste en primera instancia). Después de todo es la verdad.
¿Has dicho alguna vez, “No necesito esa porción extra de torta” – y pese a ello la tomaste de todas maneras? ¿Te has dicho alguna vez, “No puedo pagar por ello” – pero entonces, de todas maneras, reservaste esas vacaciones lujosas o compraste ese caro automóvil? Ser honesto con uno mismo no significa no darse satisfacciones, pero es necesario andar con los ojos abiertos y estar dispuesto a enfrentar las consecuencias de nuestras decisiones.
En el ámbito físico ser honesto con uno mismo significa cuidar el cuerpo, no comer en exceso ni consumir alimentos poco sanos y evitar las drogas. Significa ejercitarse y hacer las cosas que son beneficiosas para el cuerpo. Eso es ser honesto. Por el simple motivo de que el cuerpo viste al alma y sin un apropiado mantenimiento el alma no puede servir a Dios.
La misma idea de honestidad se aplica al ámbito emocional. Cuando nos sentimos molestos con un niño, podemos enojarnos o incluso montar en cólera. ¿Pero con qué beneficios? ¿Qué puede ganarse mediante la ira? ¿Qué podrá aprender el niño de todo ello? Lo mismo se aplica a la relación entre esposo y esposa y al trato con los parientes, amigos y compañeros de trabajo. ¿Elegimos el odio por sobre el amor, la depresión por sobre la alegría, la obsesión por sobre la tranquilidad? Si tomamos la costumbre de preguntarnos siempre, “¿Cuál es la necesidad o realidad de esto?” entonces seremos honestos con nosotros mismos.
La honestidad es de extrema importancia en el ámbito espiritual. Nadie sabrá si estás fingiendo excepto tú – y Dios. Pregúntate, “¿Están mis plegarias a la altura necesaria? ¿Realmente me esfuerzo en tener una relación con Dios? ¿O soy una criatura de costumbre sin sentimientos ni vida ni emoción en mis devociones?”.
Sin honestidad no hay crecimiento – físico, emocional, financiero o espiritual. Pero cuando buscamos la verdad, estamos tomando la “realidad” en cada paso y sabemos en qué dirección estamos yendo a través de todos los desafíos de la vida.
Cuando traemos la verdad a nuestras vidas, traemos luz a nuestras vidas. Y, por asociación, ¡traemos a Dios a nuestras vidas! (ver Likutey Moharán I, 9:3). Toda nuestra actitud cambia al redirigir nuestra perspectiva hacia un nivel superior y más profundo. La verdad es el fundamento del cual todo lo demás depende.
Jaim Kramer
Excelente analisis muy completo e interesante
Gracias