¿Qué debo hacer con mi vida?
Extraído de El canto del alma, escrito por el Rabino Iejiel Bar Lev. Este libro pertenece a la colección del Club Hebreo del Libro
El Eclesiastés (10:15) dice: «La labor de los tontos los fatiga porque no saben cómo ir a la ciudad». Podemos comprender este versículo si lo estudiamos del fin al comienzo. Como no existe un tonto que conozca el camino a la ciudad, el acto de caminar hacia ella le provoca un gran cansancio. Todo individuo se encuentra ocasionalmente perplejo cuando se pregunta cuál es su obligación en su mundo. La confusión es tal que no sabe por dónde comenzar su búsqueda. En realidad todos los datos están frente a él, pero no tiene control sobre ellos y cuanto más examina a su alrededor más confundido se encuentra.
No cabe duda alguna que la fe no es suficiente para dilucidar este conflicto, sino que el hombre debe conocer los caminos del Creador estudiando los modos a través de los cuales se creó el mundo.
En una primera etapa, nosotros vemos solamente las capas más externas, y por eso nos resulta difícil hallar la conexión entre un suceso y otro; tampoco sabemos a qué atenernos en el futuro por no saber cuál suceso proseguirá a otro de acuerdo a Su voluntad. Pero, en contraste con la exterioridad de las cosas, podemos encontrar el significado y conexión interno de todo esto en la sagrada Torá. Dijeron nuestros sabios, en el midrash: «El Eterno miró la Torá y creó el mundo». La Torá es el Plan, y El Creador dirige su mundo de acuerdo al mismo. En la Torá se revela el pensamiento de la Creación, y de éste podemos estudiar el secreto del Poder Directivo Divino (la verdadera dirección Divina que es el Poder Directivo de la unidad de Dios), y es por eso que se la llama «la Torá de la verdad». La Torá le fue entregada al pueblo de Israel porque la raíz de Israel proviene de la sefirá de tiferet, similar a la raíz de la Torá.. y por eso se puede traer el tikun (la corrección o restauración de la armonía mundial) por medio del cumplimiento de los preceptos de la Torá.
La persona puede ser aprehendida de dos maneras: 1. La esencia del hombre, o sea el cuerpo y sus cualidades, por un lado y, el alma y sus características, por el otro, 2. Las acciones del hombre.
Cuando una persona desea estudiar su «yo», lo primero que debe preguntarse es qué debe hacer con su vida, qué acciones debe realizar y con qué fin, y sólo después preguntar acerca de su esencia.
Efectivamente, la respuesta a este interrogante es que todo ser humano posee libre elección y que durante su vida debe cumplir lo prescrito por el Creador para gozar de vida eterna. Ahora vamos a explicar la relación entre el cumplimiento de los preceptos y las acciones del hombre, con su esencia.
El hombre físico (la humanidad) fue creado a Imagen y semejanza del Hombre Superior. El Hombre Espiritual se halla dividido en 613 partes (como veremos posteriormente en el análisis sobre los Rostros – partzufím -, cada unidad del Poder Directivo Divino está compuesto de diez sefirot y dividida en 613 partes) de modo que también el cuerpo del hombre posea 365 tendones y 248 órganos. El alma humana también está dividida en 613 partes, y la Torá en 613 preceptos. Cuando un hombre cumple los preceptos del Creador, la sefirá de maljut (que es la raíz de los seres vivientes) capta el servicio a Dios y lo envía a la sefirá inmediatamente superior, iesod. (Esta transmisión es una acción de adherencia y unión, un asunto de acuerdo espiritual entre las sefirot) La sefirá de iesod traspasa lo captado a la sefirá que se encuentra por encima de ella, y así sucesivamente, hasta que el servicio Divino de ese individuo llega al lugar de origen de todas las sefirot, al Ein Sof, el Infinito.