¿Puede la moral cristiana pretender originalidad?.
Selección extraída del libro «A mis hermanos judíos… El Judaísmo tiene razón» por Rab I.M. Chukrun, Copyright Rabino Amselem, Miami
(pág 143)
Si hay un título de gloria del cual el cristianismo se adorna con gusto, es su moral. A través de la voz de sus predicadores, bajo la pluma de sus apologistas, el cristianismo celebra las alabanzas a esta moral. Ante sus ojos está la gran novedad, traída al mundo por Jesús, la insuperable cumbre de todas las éticas. Proclamadas sin cesar, estas afirmaciones han terminado por desbordarse del marco de la Iglesia para influenciar medios que le son muy ajenos y también le son hostiles.
Tal concierto de elogios ya sería dudoso si el mismo se parara ahí. Pero las pretensiones del cristianismo conllevan a la ingratitud cuando su moral se proclama superior, denigrando al moral judía, de la cual, sin embargo, ha aprendido tanto; cuando opone Jesús a Moisés, el Nuevo Testamento al Antiguo, cuando representa al judaísmo como una doctrina de estricta justicia y al cristianismo como una religión de amor y caridad y establece entre el Talión y el Sermón de la Montaña, un contraste violento.
Muy felizmente y gracias a las investigaciones pacientes y objetivas, realizadas por los eruditos, judíos y no judíos, creyentes o racionalista, que han estudiado minuciosamente los orígenes del cristianismo, la verdad se impone en nuestro tiempo bajo una luz un poco diferente…
…Incansablemente repetidas, estas contraverdades terminan por impresionar a los mismos judíos, mal informados sobre su propia religión, y aceptan aquéllas cuyos méritos les alaban tanto. Así, no se temería de abordar en tal sujeto, aunque la ciencia imparcial haya, después de varios siglos, pronunciados conclusiones definitivas.
¿Puede la moral cristiana y más particularmente la predicada por Jesús, pretender la originalidad? Dicho de otra manera, ¿es ella nueva con referencia a la moral judía?
¿Es superior?, y si ella parece sobrepasarla, ¿sería eso una ventaja o una señal de debilidad?…
La Pretendida Originalidad de la Moral cristiana
(pág. 146)
Examinemos primero si se puede sostener la primera proposición, en cuanto a la originalidad de la moral cristiana. El afirmarlo es vendarse voluntariamente los ojos. Por poco cuidado que se ponga en estudiar la Biblia, rápidamente se quedará impresionado por la familiaridad de Jesús y sus apóstoles con el Libro santo de Israel. Constantemente, ellos invocan su testimonio, citando largos pasajes en sus propios discursos, todo impregnado del espíritu y de las expresiones bíblicas. Sin la influencia de las Escrituras hebreas, Jesús no se concebiría y el Nuevo Testamento no hubiera visto la luz. Esta evidencia, admitida sin trabajo por los historiadores y los teólogos de buena fe, es demasiado sorprendente para que se piense seriamente en dudarla. Seguramente, como lo declara el apóstol Juan: «la salvación viene de los judíos» (Juan IV, 22). Pero si se concuerda generalmente en reconocer la filiación del Nuevo Testamento con relación al Antiguo, se ignora casi completamente que el cristianismo no es solamente el beneficiario de la Biblia hebrea, sino también de la enseñanza de los Doctores de la Sinagoga, tan desconocidos. Lo verificaremos más tarde, por la sorprendente similitud que se puede establecer entre las palabras de Jesús y las de los rabinos, que fueron también sus maestros después de los Profetas.
Es entonces en las fuentes judías, bíblicas y rabínicas, que conviene normalmente rebuscar las bases de las moral predicada por Jesús. Ahora bien, ¿qué aprendemos de Mateo XII, 34-40?, que los mandamientos que Jesús tienen como los fundamentos de la moral, estos admirables preceptos que le han conferido al cristianismo la reputación de una religión de amor, el hijo de María no los ha inventado. Es de la Escritura de Israel , que él cita textualmente, de donde toma prestado: «Tú amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu fuerza» se encuentra en el Deuteronomio VI,5 y «Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo» se lee en el Levítico XIX, 34. Esto significa que es a la Ley de Moisés, que precede en más de un milenio al Evangelio, a quien corresponde la gloria de revelar al mundo de la doctrina del amor y la fraternidad.
¿Podía ser de otra manera, cuando recordamos que el judaísmo profesaba, como lo hemos visto en la página 97, mucho antes que Jesús, la creencia en un Dios de bondad y misericordia y hacía que sus fieles le sirvieran con amor y no por temor al castigo o en espera de una recompensa.
Muchos textos, bíblicos y rabínicos encontrarían aquí su lugar. Pero el testimonio preciosos de un teólogo cristiano, quien se ha tomado el cuidado de consultarlos, nos ahorrará largas citas, además de que hemos recordado anteriormente que el amor de Dios, el Imitatio Dei, era la gran pasión de los místicos judíos, cuya devoción ferviente no tiene nada que envidiarle a la de los místicos cristianos. Comenzando por el versículo: «Tú amarás al Eterno con todo tu corazón…», versículo incorporado con premeditada intención en los oficios israelitas cotidianos, el T.Bonsirven se expresa así: «¿No es una actitud digna que una criatura pueda tornarse a su Dios, así como el más noble y el más poderoso motivo moral?» (El Judaísmo Palestino, tomo II,pag.43) Y nuestro autor, después de haberse referido al Talmud, subrayando la superioridad de amor sobre el temor a Dios, añade: «Todas estas máximas muestran qué lugar tenía el amor a Dios en el pensamiento religioso de los judíos; la fidelidad heroica de un gran número a su religión prueba que estas teorías no permanecen muertas» (pag.47)
Quedando esto establecido, podemos estudiar el otro mandamiento de amor, el del prójimo. Ahora bien, hemos visto que a propósito de este mandamiento de amor al prójimo, que ya era conocido y practicado por los rabinos cuando vino Jesús, en testimonio mismo de los Evangelios sinópticos hemos encontrado la sorprendente declaración de Juan atribuída a Jesús: «Yo les doy un mandamiento nuevo: «Amaos los unos a los otros» (Juan XIII,34). A la luz de lo que precede, este texto que ha servido muchas veces para sostener la pretensión del cristianismo en la originalidad de su moral, suena muy extraña. A los apologistas de la fe cristiana casi no parece estorbarles. Ellos quieren admitir que el mandamiento de amor ha podido ser el enviado por Moisés, pero para ellos, la novedad del precepto residiría, no en la existencia del mandamiento conocido desde muy largo tiempo, sino en su nueva aplicación. Los judíos habían siempre limitado el amor al prójimo a los compañeros de religión solamente, al «hermano según la carne y según la fe», como asegura a la ligera Daniel Robs, principalmente (Jesús en su tiempo, pag.425). Jesús, al contrario, derribando todas las barreras raciales, nacionales y religiosas, ya no establecería distinción entre judíos y gentiles, extendiendo este amor a la humanidad entera. ¿No es ese precisamente el sentido de la famosa parábola del Buen Samaritano? (Lucas X, 25-37)
Es una afirmación atrevida el sostener que la extensión del deber de amor fraternal a todos los hombres proviene exclusivamente de Jesús. Con ello se ignora el alcance exacto del precepto bíblico que nos está claramente indicado por el texto sagrado y debido a un desconocimiento del idioma hebreo. En efecto, si la expresión «tu prójimo» se refería solamente a los israelitas, ya no se comprendería e mandamiento de amor con referencia al extranjero que aparece en Levítico XIX, 33-34: «Si un extranjero viene a vivir contigo, en tu tierra, no lo oprimirás. Como uno de ustedes, será considerado el extranjero que viene a vivir con ustedes. Tú lo amarás como a ti mismo, pues ustedes han sido extranjeros en el país de Egipto». Otro ejemplo: en Deuteronomio X, 18-19, las palabras «amar» y «extranjero» están asociadas tan estrechamente, como para combatir todo chauvinismo en Israel y colocar a la humanidad entera bajo el reino de la fraternidad….
(pag.152)
…Pero volvamos al Judaísmo. No es solamente la Biblia quien puede instruirnos. La Tradición judía, en la época de Jesús, no está menos impregnada de universalismo que la enseñanza de Moisés y de los Profetas. El deber de amar al prójimo y de no dañarlo, es un estribillo que atraviesa los escritos judeo-helenistas y la literatura rabínica. ¡Quién no conoce la historia de Hillel (Renan lo llamaría «el verdadero maestro de Jesús»), cuando le respondió al pagano que quería convertirse al judaísmo (si Hillel podía enseñarle todo el judaísmo durante el tiempo que él podía permanecer parado sobre un pie) «Lo que te es odioso, no se lo hagas a otro: he ahí la Ley, el resto sólo es su comentario» (Shabat, 31a)
En fin, conviene ser muy atento a los términos de la ética rabínica, que no distingue al judío del no judío: «Juzga a todo hombre con generosidad… Recibe a todo hombre con amenidad» (Avot I,6-15).
(pag. 157)
Después del doble mandamiento de amor, existe otro pasaje capital que Jesús ha pedido prestado a la Ley de Moisés: son los Diez Mandamientos (Mateo XVIX,17-19) y la importancia que Jesús le da a este resumen de la Torah es bien señalada por sus sucesores, que no han cesado de considerar el Decálogo como la base misma de la enseñanza moral (Cf. Romanos XIII, 9-10).
Así pues, los fundamentos de la moral cristiana, o mejor dicho, los de más alta calidad de su contenido, son auténticamente judíos. ¿Cómo, sin contradecir los textos más formales, hablar entonces de su originalidad en relación con el judaísmo? Pero esta impresión de estrecha afiliación entre las dos morales no cesa en los principios primordiales; la misma se extiende hasta el detalle.
Sería muy instructivo comparar muchos aspectos secundarios de las dos éticas, pero los vastos desarrollos que los mismos exigirían resultarían fastidiosos al lector. Por eso nos limitaremos a establecer un paralelo entre algunos preceptos de los Evangelios y de los Rabinos
Los Rabinos «Si se le dice a alguien: «Quítate esa pajita del ojo’, él responde: y tú, quítate esa viga del ojo» (B.Batra,15b)
«¿A quién le perdona Dios los pecados? A aquél que él mismo perdona las injurias». «Que todos tus actos sean por amor al Cielo» Avoth II, 17.
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El Nuevo Testamento «Y por qué miras tú la pajita que está en el ojo de tu hermano y no te percibes de una viga en tu propio ojo?» «Se te medirá con la medida con que tu mides».Mateo VII, 2
«Si tú perdonas a los hombres sus ofensas, tu Padre celestial te perdonará también». «Haz todo por la gloria de Dios»
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El paralelo que acabamos de establecer habla por sí solo: Jesús es el hijo espiritual de la religión en el medio de la cual ha crecido. Indiscutiblemente, después de Moisés y los Profetas, los maestros de Jesús son los Rabinos cuya sabiduría los inspiró más de lo que se suponía hasta entonces.
Rab I.M. Chukrun