Primer comentario
Shimón Hatzadik [«El justo»] fue uno de los últimos integrantes de la Gran Asamblea. Solía decir: El mundo se sostiene sobre tres cosas: la torá, el culto divino y los actos de caridad.
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La frase «solía decir» se repite con frecuencia en Pirké Avot. Obviamente, nuestros sabios también dicen muchas otras cosas. Debemos comprender que esto significa, en consecuencia, que toda enseñanza introducida con esta frase estaba constantemente en los labios del sabio que la había pronunciado y ocupaba un lugar central en su visión del mundo. Rabí Iehudá Hanasí, como compilador de la Mishná, no registró simplemente para la posteridad los pronunciamientos de los rabíes, sino que seleccionó la esencia del credo o lema personal de cada uno, el dicho que compendiaba su carácter y su perspectiva.
Comprendiendo que los judíos estaban dispersos por los rincones más lejanos del mundo, Shimón Hatzadik deseaba proveerles la Clave para una amplia comprensión que condujera a una plena observancia del judaísmo. En un medio extraño muchos judíos estarían, por primera vez, saliendo de «su mundo» y, en consecuencia, requerirían conocer los límites del mundo exterior y una total configuración del mundo del judaísmo que ellos siempre habían dado por supuesto. Por lo tanto este gran sabio enfatiza que los tres pilares sobre los cuales se apoya el mundo del judaísmo son: Torá, su estudio y cumplimiento; avodá, culto a D-s; guemilut jasadim, la bondad del hombre actuando en beneficio de sus semejantes. Esta caracterización de tres aspectos del judaísmo está contenida en la famosa plegaria de la Alta Festividad: «La penitencia, la oración y la caridad alejan la severidad del decreto». La penitencia es posible sólo allí donde el conocimiento de la Torá produce un sentimiento de culpa; la oración es, por supuesto, el servicio del corazón (es llamada también avodá, en hebreo); y la caridad es la implementación de guemilut jasadim.
La importancia de esta enseñanza para el judío moderno iba en si, llamado a la integridad y el equilibrio. Hoy encontramos, con demasiada frecuencia personas que pregonan el monto de sus contribuciones caritativas y proclaman: «En la medida en que doy caridad y muestra un corazón generoso, pueda ignorar los elementos de Torá y avodá. Tampoco falta la persona que sostenga que, puesto que concurre religiosamente a la sinagoga cada día, está exenta de dar caridad. Lo que Shimón Hatzadik nos habría recordado es que se requiere ser un judío total, comprometido totalmente con la Torá, la avodá y la guemilut jasadim.
En la oración de Iom Kipur que hemos mencionado, el Majzor consigna tres palabras sobre los tres temas de la oración. Ellas son tzom, ayuno; kol, voz, y mamón, dinero; éstos son sinónimos aproximado de penitencia, oración y caridad, respectivamente, Sin embargo, estos tres agregados tienen el «mismo valor numérico y desde este punto de vista son equivalentes, pues cada uno de ellos suma 136. Dos de ellos suman, por ende, 272, y los tres totalizan 408.
Con esto en mente podrán ofrecer una interpretación interesante del versículo «el hombre de instintos irracionales (báar) no sabe, y el insensato no comprende esto (zot)». El valor numérico de la palabra báar es 272, ¡y el de zot es 408! Sustituyendo por estos múltiplos de 136 los significados en términos de nuestra tríada -penitencia, oración y caridad- emergernos con el punto recién expuesto. Estamos familiarizados con el hombre que no sabe, báar -272, que ignora dos de lo tres principios requeridos. E incluso conocemos al tonto que no comprende zot – 408, ninguno de los tres pilares del judaismo. Hay quienes sienten que permaneciendo leales a sólo un aspecto del judaísmo, cumplen con su obligación, ¡Ciertamente, esto es una tontería!
Podemos extender este enfoque, ir mas lejos y, de modo similar, interpretar el versículo: «Con esto, bezot, entrará Aarón al Santuario». Sólo con el «408» -con el total de estas tres actividades- debe el Cohén Gadol, el Sumo Sacerdote, entrar al Sanctosanctorum en Iom Kípur. Si él se aproxima al Todopoderoso con sólo una parte de la totalidad del judaísmo, no puede representar adecuadamente a su pueblo, porque el judaísmo integral no es un judaísmo trunco ni una versión desequilibrada.
En cierto sentido, el judaísmo se asemeja a un trípode, una estructura que se apoya sobre tres soportes. Saquemos uno de ellos y la estructura se derrumbará. Si una persona es culta pero no observante; si es caritativa pero no dispuesta a la oración, no tiene posibilidad de experimentar una vida religiosa plena. Tal religiosidad defectuosa está destinada a ser frágil y se derrumbará fácilmente.
El propósito de la Torá en nuestra vida diaria es el de trasladarnos a un plano mas elevado. A través del estudio de la Torá aumentamos nuestro conocimiento, ampliamos nuestros horizontes mentales, extendemos las fronteras de nuestra comprensión. La avodá gobierna nuestra relación con D-s. Nos hace darnos cuenta de la presencia del Todopoderoso y de nuestra dependencia de El. La guemilut jasadim regula nuestra relación con el prójimo. En este área se nos en enseña el significado de justicia, rectitud y compasión, y aprendernos, además, cómo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Cuando el judío se compromete en estas tres actividades, lo hace, también, con todos los niveles de su ser al servicio de D-s. Está pensando, hablando y haciendo judaísmo, pues en la Torá, la mente, el proceso intelectual de pensamiento, es lo principal, En avodá, el discurso, la expresión, es el elemento fundamental, y en guemilut jasadím lo más importante es la acción.
Estos tres aspectos del judaísmo fueron, en realidad, desarrollados primeramente por los patriarcas: Avraham, Itzjak y Iaakov. Cada uno, en virtud de su propio temperamento, circunstancias individuales y predilección personal, proclamó una forma distinta de servicio a D-s. Avraham es el gran ejemplo de jasadim: fue siempre bondadoso, alimentó al hambriento e imploró por la salvación del pueblo de Sdom. A Izjak lo encontramos «orando en el campo». En verdad, es Izjak quien alcanza el más alto grado de avodá al convertirse el mismo en la ofrenda llevada al altar, Iaakov, se nos dice, «habitaba en tiendas», y estudió durante muchos años en las academias de Shem y Ever. El es el estudiante de antiguas tradiciones, el estudioso de la Torá. Combina la percepción de los patriarcas: funde los conceptos del D-s de Abraham, del D-s de Itzjak y del D-s de Iaakov. Reúne la forma particular de cada uno, y tendrás un judaísmo equilibrado, total: Torá, avodá y guemilut jasadim.
Es precisamente por esta noción de equilibrio que el judaísmo se distingue de las otras religiones del mundo. Estos otros sistemas de fe parecen haberse concentrado en sólo uno de los tres conceptos básicos, fuera de toda proporción respecto de los demás. El cristianismo con su énfasis en el amor abnegado parece en cierto sentido, haber adoptado la guemilut jasadim. El Islam, con su énfasis puesto en la oración frecuente, parece haber adoptado la avodá. Y el budismo parece sufrir de un exceso de énfasis en la relación mística del hombre con el Uno que todo lo abarca, al punto de perder su propia individualidad. Sólo en el judaísmo está el hombre total, comprometido y desarrollado en un programa realista, amplio y equilibrado.
Al estudiar esta sentencia de Shimón Hatzadik no sólo debemos aprender bien los tres principios, sino que también tenemos que advertir la secuencia precisa en la cual ellos tienen lugar. La Torá está en primer lugar. Debemos comenzar estudiando la Torá a fin de saber exactamente qué nos enseña y qué requiere de nosotros el Todopoderoso. Sólo entonces podremos saber por qué y cómo servir a D-s, pues estaremos preparados para la avodá.
Es claro, entonces, que la primacía de la Torá es lógica y también cronológica. La Torá es siempre un requisito previo y un ingrediente vital, tanto de la avodá como de la guemilut jasadim. Si deseas servir a D-s pero eres ignorante de la Torá, no puedes apreciar la Divinidad o saber cómo buscar al Todopoderoso. Cuanto más Torá hayas adquirido ,más consciente serás de la reverencia que le debemos al Señor del Universo, a Quien oramos, Para una avodá verdaderamente profunda, es preciso conocer la Torá La Torá prepara, asimismo, el terreno para una verdadera guemilut jasadim.
El ejercicio de la bondad no es simplemente la expresión de emociones sentimentales .La Torá debe orientarnos respecto al objeto y medida adecuados de tales emociones. Las Sagradas Escrituras consignan el mandato divino expresado al rey Shaúl, de eliminar hasta el último amalecita. En un gesto de bondad, Shaúl perdonó a Agag, su rey. Durante el intervalo que siguió a la suspensión de la sentencia, Agag engendró una descendencia de la cual surgió Hamán, el malvado agagita del Libro de Ester, que casi logró aniquilar al pueblo judío, Esto significa que la piedad mal orientada, la bondad no atemperada por la Torá, puede conducir a las más crueles consecuencias.
Este concepto de la centralidad y primaria de la Torá se refleja en la interpretación que da el Midrash del relato bíblico de la lucha que sostuvo Iaakov con el ángel: se refiere al ángel como la encarnación del mal, el espíritu protector de Eisav. Rabí Eljanán Wasserman formuló una pregunta simple: ¿Por qué este protector de Eisav no atacó a Abraham, el primer judío, o a Itzjak, el hijo del primer judío, y elimina así las fuerzas del bien tan pronto como aparecieron? La respuesta de Rabi Wasserrnan es ésta: De acuerdo con nuestra previa explicación de que los patriarcas fueron los primeros ejemplos de los conceptos de Torá, Avodá y guemilut jasadim, Abraham sintetiza la bondad y la caridad. Este no perturbó al espíritu protector de Eisav la filantropía sola es inofensiva. Con la caridad sola, con personas que son judías sólo por virtud de la filantropía, no se construye una nación ni se perpetúa un pueblo. No hay nada distintivo en los actos de bondad, Con la bondad solamente la judeidad se desintegraría y desaparecería la simiente de Abraham. El espíritu de Eisav no tuvo, entonces, motivo para atacar. En forma similar, cuando apareció Itzjak y, con él, los conceptos de culto y plegaria, el espíritu de Eisav no se perturbó. Los servicios sinagogales no establecen, por solos, un pueblo judío. Que ltzjak esté de pie en la sinagoga y rece. Sus hijos pueden ser inducidos a deambular por las calles y buscar su placer en otro lado. Los adultos pueden tener sus sinagogas y orar. En una generación o dos todo se olvidaría. En verdad, ¿no fue ésta la política del gobierno ruso: permitir que algunas sinagogas permanecieran abiertas, pero prohibir la enseñanza del judaísmo?
Sin embargo, cuando el espíritu del mal vio a Iaakov habitando en su tienda, estudiando la Torá, comprendió que eso significaba eternidad. Con la Torá el judaísmo tiene el futuro asegurado. Con Torá, con escuelas diurnas, con ieshívot se puede asegurar la próxima generación y construir un pueblo eterno. El espíritu de Eisav encontró, en consecuencia, necesario atacar a laakov.
Y así, en tanto el judaísmo y el judío requieren los tres componentes, Torá, avodá y guemilut jasadim, la Torá permanece como fundamental y preeminente.
Estudiar la Torá es una mitzvá específica ordenada por la propia Torá, de la cual todos somos responsables. El Talmud relata que una de las preguntas formuladas al alma del hombre en el mundo venidero será. ¿Kavata ítim la Torá? «¿Has establecido tiempo para la Torá?»¿Dedicaste dos o más noches por semana a estudiar? ¿Pasaste los sábados por la tarde con un volumen de Torá? Cierto, estás muy ocupado y tienes otras preocupaciones. Pero ¿no pudiste «robar» (kavata puede tener, también, este significado) un poco de tu tiempo de tu vida social y de negocios para dedicarlo a estudiar la Torá? Las palabras hebreas kavata itim la Torá, podrían ser literalmente traducidas como «¿fijaste tiempos para la Torá? Con demasiada frecuencia oímos el reclamo: La Torá debe adaptarse a los tiempos que corre. Muchos sostienen que la Torá y sus enseñanzas deben ser modeladas y modificadas de acuerdo con las condiciones modernas y ajustarse a la época actual. El propósito del judaísmo es precisamente todo lo contrario. Es nuestra esperanza modelar los tiempos conforme a la Torá, transformar nuestro medio hasta que se asiste a las enseñanzas divinas; elevar las condiciones prevalecientes al nivel de la Torá, en lugar de bajar las enseñanzas de D-s a los niveles corrientes. Esta es la pregunta que se nos formulará en el otro mundo: «¿Adaptaste los tiempos para ajustarlos a la Torá?»
En este espíritu podemos interpretar, quizá, el evento registrado en II Shmuel, acerca de cómo el Arca Sagrada, que en una época anterior había sido capturada por los filisteos, retornó a los israelitas. Transportada en un carro tirado por bueyes, el Arca fue pronto escoltada por una gran multitud jubilosa. Súbitamente, los bueyes tropezaron. Uza, temiendo por el Arca, la sostuvo para evitar que cayera, pero perdió la vida de inmediato.
Cierta vez le preguntaron a Harav Kuk Z»L por qué Uza mereció tal castigo, y él respondió con una notable observación: «El error de Uza fue descuidar la causa del problema, los bueyes habían resbalado y tropezaron. ¿Por qué no trató de mantenerlos firmes? ¿Por qué puso sus manos sobre el Arca? El problema era con los bueyes, no con el Arca Sagrada.
Este giro de pensamiento es muy sugestivo. En verdad, demasiados líderes nuestros han intentado solucionar los problemas poniendo manos impensadamente en aquello que es sagrado para Israel, sin averiguar en forma realista las causas verdaderas de los problemas, Algunos grupos han decidido viajar en coche a la sinagoga en Shabat, aceptan las mezclas de las congregaciones y han acortado los servicios, en un esfuerzo por atraer gente a la sinagoga. ¿Les ha servido para algo? ¿Ha concurrido nuestra gente en masa a sus servicios religiosos después de haber instituido esas comodidades? No había nada malo en el Arca, el problema era con los bueyes. No se trata de mayor o menor conveniencia, y el problema estriba, en realidad, en el hecho de que para muchos miembros, de nuestro pueblo la plegaria genuina se ha convertido en un arte perdido. La necesidad de comunión con D-s está sepultada bajo capas de triviales entretenimientos incluidos en el derecho constitucional de la «búsqueda de la felicidad». Uza apoyó sus manos sobre el Arca sin reparar en el hecho de que el problema era con quienes la transportaban. Esta es la trágica, aunque a veces bien intencionada, falacia de nuestros tiempos.
El «servicio de D-s» fundamental que podemos realizar en la actualidad, es la plegaria. A través de esta experiencia el hombre puede estar en comunión con el Todopoderoso, sentir verdaderamente la presencia de D-s y elevar su alma hasta los más altos niveles de la espiritualidad. El vehículo para el logro de todo esto es el texto de nuestras oraciones: estas son las sagradas palabras de los profetas y los Salmos, los cuales contienen una inagotable riqueza de significado e inspiración.
Rabí Jaim de Volozin, discípulo del Gaón de Vilna, señala que la plegaria tiene una función trascendente de proporciones cósmicas: unir el mundo inferior con el mundo superior. En ese misterioso dominio del ser esencial que rodea la estructura espiritual del universo, hay consideraciones que requieren una relación dinámica entre nuestro mundo de apariencia y el mundo del ser puro. La Torá es el canal a través del cuál tiene lugar el movimiento del Cielo hacia la Tierra. En la plegaria tenemos el movimiento inverso: las aspiraciones humanas se elevan desde las esferas inferiores hacia las superiores.
Si ésta es la función vital de la plegaria y sus componentes son las inspiradas expresiones de nuestros profetas, cuán presuntuoso resulta para cualquier grupo de hombres, guiados por un positivismo superficial por una parte, y ciertos cánones racionalistas del siglo XIX por la otra, suprimir, distorsionar y alterar arbitrariamente nuestras plegarias tradicionales.
Los tres pilares de Simón Hatzadik que sostienen el mundo pueden ser concebidos en un sentido aún más amplio. Toda la sociedad civilizada se apoya en su sistema educacional, sus instituciones religiosas y sus formas políticas. La Torá, vista con amplitud, correspondería por analogía a la gama total del aprendizaje y erudición en nuestras escuelas y universidades. Si éstas no cumplen con sus responsabilidades de ilustrar y ennoblecer, sino que se infectan con políticas discriminatorias de admisión, fanatismo racial y oscurantismo derechista, entonces, en verdad, la sociedad se tambalea.
Por extensión, avodá sugiere, en general, el papel vital de todos los proponentes de religión institucional. Si estos abandonan su tarea de señalar el camino del culto a D-s y de la vida ética, se subordinan al estado y sirven corno herramienta de intereses creados, entonces, en verdad, la propia sociedad estará amenazada.
Guemilut jasadim, que abarca el área de la relación del hombre con el hombre, sugiere la importancia de los derechos humanos, la libertad política y los procedimientos judiciales justos. Si el estado se convierte en dios; si el gobierno, en lugar de servir al pueblo, lo esclaviza; si la corrupción se infiltra en el servicio público, entonces, realmente, la civilización entera está en peligro. Más aún, estos tres valores y funciones no sólo sostienen el mundo en el sentido de ser esenciales para el funcionamiento adecuado de la sociedad, sino que también lo justifican, dándole un objetivo y un significado.
En Kohélet; Shelomó se lamenta de la «vanidad», la nada del mundo. «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», dice. El mundo hueco, es nada, cero. Consideremos por un momento un niño que estudia aritmética. El maestro dibuja en el pizarrón un cero y le dice al niño que eso significa «nada». Perplejo, el joven pregunta: «Si este cero no significa nada, ¿para qué lo necesitamos?» El maestro explica que si bien por sí sola no significa nada, si se coloca otro número frente a él se tornará significativo y hará su propia contribución. Es verdad, el mando es vanidad y vacío, según expresaba Shlomó, pero lo necesitamos. Es aún redimible. Anexemos a la «vanidad» Torá, avodá y guemilut jasadim, y veremos cómo este mundo o comienza a adquirir significado e importancia, Torá, avodá y guemilut jasadim sostienen el mundo, lo santifican, lo elevan y justifican su asistencia con un propósito sublime.
Incidentalmente, hay un pensamiento involucrado en la forma gramatical del término guemilut jasadim: a diferencia de los otros dos términos, termina en plural. Esto es para indicar que todo acto de bondad tiene, en realidad, dos aspectos. En verdad, estás haciendo algo por tu prójimo, pero también lo estás haciendo por ti mismo. Esto fue observado y expresado en forma muy bella por mucho poetas y pensadores. Shakespeare dijo: «La propiedad de la clemencia… es dos veces bendita: bendice al que la concede y al que la recibe». Lowell expresó el mismo concepto cuando escribió: «La dádiva sin el dador es desnuda». Así se expresó Emerson: «La única dádiva es una porción de ti mismo». Por lo tanto, guemilut jasadim tiene una palabra en plural: es un acto con doble consecuencia.
En el último testamento de Iehudá Hanasí a sus hijos, encontramos las siguientes extrañas instrucciones: «La vela (ner) debe estar encendida en su lugar; la mesa (shulján) debe permanecer en su lugar; la cama (mitá) debe ser arreglada como de costumbre». Esto puede significar: Mi costumbre de estudiar la Torá, simbolizada por la vela, debe mantenerse. Mi mesa, en la cual yo alimenté a los hambrientos y realicé actos de guemilut jasadim, debe mantener plenamente su propósito caritativo. A mi cama me retiraba por la noche, así podía recuperar fuerzas para realizar la avodá, el culto a D-s; también mi forma de rendir culto debe ser mantenida.
En forma similar, Shelomó exhorta: «En todo tiempo sean blancos tus vestidos», significando que nuestra conducta debe ser siempre adecuada; «y nunca falte ungüento (shemen) sobre tu cabeza». Aquí la advertencia puede referir de nuevo a nuestra tríada. La palabra hebrea SHeMeN consiste de tres letras (se omiten las vocales) con las que comienzan respectivamente, las palabras SHulján, Mitá y Ner. Corno hemos mostrado más arriba, éstas simbolizan a la guemilut jasadim, la avodá y la Torá.
Finalmente, nuestros; tres principios están probablemente involucrados en las Lamentaciones de Irmiahu: «Las calzadas de Sion tienen luto porque no hay quien venga a las solemnidades; todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen.» Durante las festividades de peregrinaje, cuando todo el pueblo de Israel subía al Templo Sagrado, se distribuían dádivas y se practicaba la caridad. De ahí que el profeta deplore la discontinuidad de la guemilut jasadim. Las «puertas» de Sion eran el lugar de reunión de los jueces y los ancianos. Por ello, el profeta lamenta también la pérdida de Torá y erudición. Finalmente, el sacerdote, el guardián del Templo Sagrado que oficiaba durante los servicios sacrifícales, solloza por la destrucción de esa magnífica casa construida para la avodá divina.
Resumiendo, el significado de nuestra calamidad nacional, el profeta Irmiahu dice, en efecto: Nuestro mundo judío se ha derrumbado; ya no se practican la Torá, la avodá y la guemilut jasadim. Recíprocamente, si queremos reconstruir nuestro mundo, reavivemos y desarrollemos una vida dedicada a Torá, avodá y guemilut jasadim.
Irving M. Bunim