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Por un pelo (tefilin)

Extraído de Tefilín, de Aryeh Kaplan

Dios Mismo dio existencia al lado del Mal y le permitió que existiese.
Por tanto, no hemos de tomarlo a la ligera, sino protegernos para que no nos denuncie.
Damos al lado del Mal un pequeño espacio en nuestro reino más santo, ya que todo su poder en el fondo viene de lo santo.
Este es el misterio del pelo de becerro dentro de los Tefilín .
Puede verse el pelo por fuera, pero lo bastante corto para que no cause profanación.

Hemos de traer este pelo a nuestro santuario más elevado y darle un sitio, para que no nos denuncie.

(Zóhar, Pekudé 237b)

Si observas con cuidado los Tefilín de la cabeza, verás tres pelos muy cortos que sobresalen cerca de la base, entre las secciones tercera y cuarta.

En «¿Qué son los Tefilín ?» mencionamos que una de las reglas básicas de Tefilín requiere que los pergaminos estén atados con el pelo de un animal kasher. Los Tefilín pueden ser perfectos en todo otro aspecto, pero si falta este pelo, son pasul e inutilizables.

Suele usarse el pelo de un ternero para atar los pergaminos. También es necesario pasar estos pelos por una pequeña apertura de los Tefilín para que se vean por fuera. El largo del pelo que se ve por fuera es menor que un grano de cebada.
Evidentemente esta es una de las reglas más extrañas acerca de los Tefilín . Sin embargo, el significado de este pelo nos ayuda a comprender algunos de los conceptos más profundos del judaísmo. Está íntimamente ligado a la cuestión del bien y del mal.

De nuevo, comencemos nuestra discusión con una pregunta:
¿Por qué permite Dios que exista el mal? ¿Por qué permitió incluso la posibilidad del mal?
Para contestar a esto, hemos de regresar a una discusión anterior. Como ya mencionamos, una de las maneras más profundas en las que el hombre se parece a su Creador es en su posesión de libre albedrío. Este libre albedrío es uno de los ingredientes más básicos de la Creación.

Sin embargo, del mismo modo que el hombre ha de tener libre albedrío, también ha de tener libertad de acción. Un hombre encerrado en la cárcel puede tener el mismo libre albedrío que cualquiera, pero puede hacer muy poco con ello. Para parecerse a su Creador en el grado más elevado, ha de existir en una esfera donde tenga la máxima libertad de acción. Sólo entonces más se parece el hombre a Dios en su omnipotencia, más se le puede parecer en su libre selección del bien.

Para que esta libertad de selección fuera real, Dios también había de crear la posibilidad del mal. Si sólo fuese posible el bien, no produciría éste ningún beneficio. Para usar la metáfora talmúdica, sería como llevar una lámpara a la luz del día.

Por tanto, el Zóhar declara: «La ventaja de la sabiduría viene de la necedad, del mismo modo que de la luz viene la oscuridad. Si no hubiese oscuridad, entonces no se discerniría la luz, y no se produciría beneficio…» Está escrito: «Dios ha hecho una cosa opuesta a la otra» (Eclesiastés 7:14).

Dijo Dios a Su profeta: «Formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal» (Isaías 45:7).

Originalmente, Dios daba al mal apenas el poder suficiente para existir. Literalmente, su existencia pendía de un pelo. Sólo los malos actos del hombre lo fortalecieron y le permitieron crecer.
Este es el pelo en los Tefilín de Dios.
Es el pelo de un becerro: el Becerro de Oro es uno de los principales símbolos del Mal.
El pelo mismo es algo muerto. Puede uno cortarse el pelo y no sentir nada. Sin embargo, emana de lo vivo. Su raíz está enterrada en la vida.

Lo mismo sucede con el mal. Aunque por sí mismo está muerto, esencialmente proviene de la Fuente de toda vida: nada puede existir sin Dios.
El mismo propósito de Dios requiere la existencia del mal. Por tanto, el pelo está en el interior mismo de Sus Tefilín de la cabeza.
Pero sólo es un pelo. El mal sólo recibe un pelo de la fuerza vital de Dios.

Este pelo fundamentalmente conecta todo el mal a lo Santo. Así, también es el canal por el cual todo el mal puede regresar a lo Santo y redimirse.
Por mucho mal que haga un hombre, la mano de Dios está siempre lista a recibirlo cuando se arrepiente. Cuando regresa un hombre a Dios, todo el mal que haya hecho puede volverse bien.
Aquí de nuevo, los Tefilín juegan un profundo papel.

El mejor bien que Dios nos ofrece queda en un reino trascendental más allá de esta vida. Es donde el hombre siente que esta proximidad a Dios fue Su propósito fundamental en la Creación. Esto se llama Gan Edén, el Paraíso y el Mundo Venidero.
Sin embargo, para el hombre que hizo el mal y permaneció lejos de Dios, éste también es un momento en que debe enfrentarse con su Creador. Ha de sentir la vergüenza abrasadora de quien se ha rebelado contra Dios. Esta vergüenza abrasadora es lo que llamamos los fuegos del guehinom.

Nos enseña el Talmud que un hombre que no es pecador por completo siente el guehinom por un mero instante y a continuación es redimido. Hay una alusión a esto en el pasaje: «Dios mata y da la vida; hace bajar al sheol, y también hace subir» (Samuel I 2:6). Es también el significado del versículo: «Los pasaré… por el fuego, y los refinaré como la plata, y los probaré como el oro» (Zacarías 13:9).

Esto sólo es cierto, sin embargo, cuando una persona se pone Tefilín . El pelo de los Tefilín sirve como un lazo, uniendo incluso al hombre malvado a lo Santo, y a través de él puede ser redimido. Un pecador que lleva Tefilín puede bajar al guehinom, pero queda purificado y redimido de inmediato. Todo el mal que ha hecho puede ser redimido y regresado a lo Santo.
El hombre que no se pone Tefilín no tiene este medio de redención.

Aryeh Kaplan

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