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1. Perspectiva del Amor desde la Torá
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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¿Por qué los matrimonios no funcionan?

Extraído de “El río, La olla y el pájaro”

¿Por qué los matrimonios no funcionan?
Extraído de «El río, La olla y el pájaro»

La discordia familiar es probablemente la forma más difundida de miseria humana. Es raro encontrar esposos que no peleen intermitentemente, si es que no frecuentemente.

Cada disputa entre un hombre y su esposa es sumamente dañina, que saca el sabor de la vida e interrumpe la actividad productiva. La discusión comienza un círculo doloroso de enojo, insulto y venganza que, si es repetido frecuentemente, puede resultar en el divorcio.

Las estadísticas de divorcio dan una indicación del amplio panorama de la miseria matrimonial. Entre los gentiles en E.U. el promedio de divorcio es de casi un 50%. Aunque la cifra es apreciablemente más baja entre los judíos observantes de la Torá, éstos no están inmunes a esta amenaza. De acuerdo a cálculos confiables, los índices de divorcio de parejas ortodoxas en los E.U. se han triplicado en los últimos veinte años. Esto, sin embargo, no dice toda la triste historia: muchos más niños son afectados por los matrimonios disueltos en esta población, ya que en un casa religiosa más niños nacen en los primeros años de matrimonio.

Aun el divorcio no pone fin al sufrimiento de las peleas conyugales. El matrimonio forma una unión humana natural. Puesto que crea una unión cerrada entre los cónyuges, el divorcio deja heridas que no se curan fácilmente. Las vidas de los cónyuges divorciados quedan destrozadas por largo tiempo después que se han separado, y los cónyuges en un segundo matrimonio -construido sobre las heridas del divorcio- deben trabajar más arduamente para tener éxito.

Las vidas de los niños involucrados son afectadas aún más seriamente. Los niños perciben que han sido abandonados por la gente -sus padres- cuyo papel en la vida era darles seguridad. El sentimiento de abandono generalmente desemboca en toda una vida de dificultades para confiar en otros seres humanos.

Desde la perspectiva de la Torá, el síndrome de divorcio es bastante sorprendente. El matrimonio, la Torá nos enseña, es bueno para el hombre:, «No es bueno [lo tov] para el hombre que esté solo; le haré una compañera.» ¿Cómo algo que es diseñado por Dios para mejorar el estado del hombre, algo cuya ausencia es descrita como , no bueno, puede causar tanta miseria? El Planificador del mundo creó los mecanismos perfectos del átomo, los milagros de la célula viviente y el preciso balance ecológico de la naturaleza. Pero con respecto a la creación del hombre y la mujer algo parece haber salido mal. Es verdad que ellos interactúan perfectamente a un nivel biológico, pero el planeamiento de sus vidas emocionales parece haber fracasado. La realidad de que la institución del matrimonio fue diseñada para las necesidades emocionales del hombre -para que el hombre no «esté solo»- hace esto aún más paradójico. Pues es precisamente por la incompatibilidad emocional que los matrimonios fracasan. ¿Qué fue, entonces, lo que le pasó al plan de Dios para superar el lo tov del hombre?

La explicación sucinta es que la infelicidad matrimonial es causada por el abuso que el hombre hace del matrimonio. Cuando un instrumento es utilizado sin prestar atención a las instrucciones del fabricante, ¿sería sorprendente entonces que no trabaje eficientemente o que no trabaje de ningún modo? Sin embargo, es exactamente lo que sucede con el matrimonio.

¿Cuáles son, entonces, las «especificaciones del fabricante» para el matrimonio?

¿Por qué fue creado el matrimonio?

El matrimonio es el estado natural del hombre, como está escrito: «[Dios] los creó varón y hembra.» Basado en este versículo, los Sabios dijeron que un individuo soltero no es un ser humano en el sentido estricto de la palabra. Por consiguiente, puesto que el hombre no puede funcionar como persona normal fuera del matrimonio, podemos comprender fácilmente por qué «no es bueno para el hombre que esté solo.»

El matrimonio mejora cada dimensión de la vida. De hecho, cuando consideramos cuantos problemas humanos resuelve el matrimonio, no sólo uno ve claramente la mano divina detrás de la institución matrimonial, sino que aparece nada menos que como un milagro.

El hombre existe en un nivel físico, en un nivel emocional y en un nivel espiritual. En cada uno de estos niveles el matrimonio proporciona beneficios vitales.

El efecto del matrimonio en el nivel físico es el más obvio. Básicamente, el matrimonio resuelve el problema de la supervivencia de la especie humana. Por sí mismo, el nacimiento de una nueva generación no asegura la supervivencia humana. Para crecer normalmente, un ser humano necesita una forma de educación sofisticada en las etapas de desarrollo. Durante las dos primeras décadas virtualmente necesita de atención y cuidado ilimitados, un ambiente cubierto de amor y calor, así como una constante guía educacional. Ninguno de estos puede ofrecerse adecuadamente fuera del matrimonio. El único camino para desarrollar individuos sanos y estables es educarlos dentro de la unidad familiar, la cual consiste en un padre y una madre que dediquen sus naturalezas únicas y sus habilidades al servicio del crecimiento de sus hijos. Los problemas emocionales y sociales regularmente experimentados por el producto de las familias de parejas divorciadas son la evidencia de esto.

El segundo problema físico más grande que el matrimonio resuelve es el del deseo sexual. Sin el matrimonio este potente y consumidor deseo dominaría la mayor parte de los pensamientos del hombre. El matrimonio libera al hombre de la preocupación de ello y le permite proseguir con sus objetivos reales en la vida.

No obstante, el matrimonio es vital para el hombre no sólo en el plano físico de su existencia, sino también en el plano emocional. Por naturaleza el hombre es un ser social; no puede vivir en soledad. Sin la compañía de otro ser humano sufre intensamente de soledad y es incapaz de funcionar a su mayor capacidad. El matrimonio no sólo disipa esta soledad proporcionando compañia, sino que crea la posibilidad de tener la más cercana relación emocional que puede existir entre seres humanos, el amor entre esposo y esposa.

Aunque la vida humana fracasaría sin los beneficios físicos y emocionales ofrecidos por el matrimonio, los beneficios espirituales son aún más importantes.

La vida como judío es inconcebible sin el matrimonio. Ante todo, la sociedad judía está basada en un sistema de valores que sólo puede sobrevivir a través del matrimonio. Generalmente hablando, sólo dentro de la unidad judia familiar pueden los valores de la Torá ser transmitidos adecuadamente a las generaciones futuras.

Los beneficios espirituales que el matrimonio otorga a la comunidad son tan vitales como aquellos que otorga a cada individuo. El hombre fue creado para servir a Dios y para acercarse a la Presencia Divina. Luchando hacia estos objetivos el hombre cumple con los propósitos de su creación y gana una recompensa sin fin en el Mundo Venidero. Alcanzar estas metas es lo que constituye el éxito humano en el sentido estricto de la palabra.

Sin embargo, un serio obstáculo está puesto en el camino de su éxito: la mala inclinación en el hombre. El yetzer hará en el hombre lo dirige a concentrarse en sus propios deseos físicos, en el poder y en el prestigio; en otras palabras, ser el esclavo de sí mismo en lugar de ser el esclavo de Dios. Si el ser humano fracasa en sobreponerse a estos dictados internos, será removido paulatinamente de los objetivos reales para los que fue creado. El yetzer hará es, por lo tanto, una trampa que lo mantendrá fuera de la felicidad y el éxito que Dios intentó concederle. Consecuentemente, el regalo más grande hecho al hombre es aquel que le permite evitar esta trampa. Esto es precisamente lo que el matrimonio ofrece.

El matrimonio hace posible que el hombre se sobreponga a la inclinación de su egoísmo; le permite cambiar el foco de su existencia en la gratificación carnal y el egoísmo por el objetivo espiritual del desinterés. El matrimonio no sólo controla el deseo por el sexo, por ejemplo, sino que también lo transforma de un medio de mera adquisición de placer en un medio para dar a otros seres humanos. El deseo por el sexo se convierte en un medio de expresión de amor a la esposa y también otorga vida a un niño. Más aún, el matrimonio obliga a la persona a detener su constante preocupación por sus propios progresos y se preocupa, en cambio, por las necesidades de su esposa e hijos. En lo que aprende a preocuparse por los intereses del otro, los deseos del hombre por la codicia y el poder son lentamente templados. Como resultado de ello su personalidad se dirige fuera de su egoísmo natural hacia el beneficio del otro. ésta es la llave para el crecimiento espiritual.

2da parte

Claro está, el matrimonio no es el boleto inmediato para la perfección espiritual. Podemos ver que la mayor parte de la humanidad está afligida por las preocupaciones egoístas a pesar de estar casados. Sin embargo, el matrimonio pone a la rectitud dentro del alcance. Ya que, si uno escoge utilizar el matrimonio apropiadamente, el matrimonio puede hacer posible una reorientación de los objetivos del hombre. Por el otro lado, sin una esposa y una familia, el hombre tendría poca esperanza de redimirse a sí mismo de su abandono espiritual.

Con esta idea podemos entender por qué el matrimonio es de primera importancia para los judíos; posiblemente aun más que para otra gente. La verdadera vida judía está provista de valores espirituales que no pueden florecer sin el matrimonio.

Este hecho está incluido en el comentario de los Sabios en el sentido de que «para hacer la paz entre el hombre y la mujer Dios dice: ‘Dejen que Mi Nombre, escrito en santidad, sea borrado’.» Los Sabios se referían al mandamiento que estipula que una sotá (una mujer sospechosa de adulterio) debe tomar de una poción especial conocida como mei sotá, para así limpiar su nombre y permitirle vivir con su esposo.

Una sotá es una mujer que ha tenido un encuentro con un hombre extraño en contra de los deseos de su esposo. Debido a tales circustancias sospechosas, ella está prohibida para su esposo hasta que pase un examen singular. Tiene que tomar de la mei sotá que le provocará una muerte miserable si es que en verdad ha cometido adulterio. Y si es que no muere, ello probrará que no ha pecado, y le será permitido vivir con su esposo nuevamente prometiéndole una vida llena de bendiciones.

La preparación de la mei sotá implica borrar el nombre de Dios, que, como profanación del honor de Dios, generalmente es un pecado grave. Pero puesto que, en este caso, ello permite unir a un hombre y a su esposa, está permitido. De este modo, la paz matrimonial está por encima de la obligación de tratar el nombre de Dios con respeto.

Realmente la paz matrimonial en cuestión se refiere a un hombre que tiene una esposa de moralidad cuestionable. Después de todo, ella se encontró con un hombre extraño a pesar de las objeciones de su esposo. Es sorprendente que aun este tipo de paz tenga precedencia sobre el honor de Dios. Sin embargo, cuando reconocemos que el hombre tiene muy poca oportunidad de lograr sus metas espirituales fuera del matrimonio, podemos entender fácilmente esta singular obligación.

Dios reveló Su Nombre a la humanidad para que el hombre pudiera llegar a tener conciencia de él. ¿Cuál sería el punto de preservar la expresión escrita del nombre de Dios si el hombre y su mujer perdieran la esperanza de apegarse a la Esencia que el Nombre representa? Esto es lo que posiblemente le acontecería a una pareja que se viera forzada a vivir separada a causa del colapso de su matrimonio. Solos e incapaces de contener la mala inclinación en ellos, posiblemente desesperarían de alguna vez sobreponerse a sus egoísmos naturales y a la posibilidad de acercarse a Dios.

Por otro lado, el matrimonio contiene en sí mismo esta esperanza. Consecuentemente, preservar la posibilidad de reconocer a Dios es más importante que preservar el Nombre escrito de Dios. Por lo tanto, el Creador permite que Su santo Nombre sea borrado para permitir al hombre y a su mujer continuar viviendo juntos. Una mujer, una vez que se tiene sospecha de que cometió adulterio, difícilmente es una esposa ideal. Sin embargo, el matrimonio para ella tiene más esperanza de logro espiritual que la ausencia total de matrimonio -el hombre viviendo solo en un estado de lo tov.

El Jazón Ish cierta vez dijo a un grupo de estudiantes que él consideraba importante que la apariencia externa expresara la judeidad de uno. El ejemplo en particular que dio era dejarse crecer la barba; él pensó que era recomendable, ya que «una barba es una cosa judía.»
Uno de los estudiantes presentes le preguntó: ¿Esta opinión también se aplica a los bajurim (jóvenes solteros)? «No,» el Jazón Ish respondió.»Ser soltero por sí mismo es algo no-judío»

Aharon Feldman

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