Pesaj: Como Reyes
Extraido de Desde Jerusalem
Reb Shlomo Zalman vivía en una casa modesta y antigua, otro hecho que al momento de su fallecimiento, confundió a los medios de prensa israelíes, acostumbrados a los estilos de vida más ostentosos de los políticos y las figuras públicas.
Los comentaristas radiales eran incapaces de ocultar su perplejidad mientras describían las multitudes acongojadas que fluían alrededor y dentro de esa desvencijada casa que este gigante de Torá había llamado su hogar. Con la entrada enrejada, no podían ni comenzar a imaginar la simplicidad y la modestia de la residencia de Reb Shlomo Zalman, pero aquellos privilegiados que visitaron al Gaón durante su vida pueden atestiguar sobre su austera decoración. Cada pieza de moblaje del apartamento eran antigua y destartalada, excepto una: la silla de Reb Shlomo Zalman.
Algunos años atrás, la familia había decidido que el Rab debía tener una silla adecuada a un rebe; de modo que le compraron una sólida silla de madera con aspecto de trono, con un firme respaldo y apoyabrazos. Ninguna otra silla de la casa contaba con apoyabrazos -y algunas ni siquiera tenían respaldos- pero Reb Shlomo Zalman no quería nada de eso. No tenía necesidad de una silla tan «distinguida»; pronto se convirtió en un valet para colgar ropas en el dormitorio. Más tarde probó ser útil para almacenar montones de sefarim.
Una vez al año la silla digna de un rebe solía ser desempolvada: en Pesaj, cuando el mandato halájico es sentarse al Séder como reyes. Esa fue la única oportunidad en que Reb Shlomo Zalman realmente se sentó en la silla que había sido pensada para su confort diario.
Otra posesión que hacía una sola aparición anual era una hermosa cafetera de plata que Reb Shlomo Zalman había heredado. También esto adornaba la mesa del Séder del Rab. Para el resto del año era demasiado espléndida.
Cuando el jatán de una de las nietas de Reb Shlomo Zalman fue invitado para conocer a su ilustre futuro abuelo político, Reb Shlomo Zalman se sorprendió de encontrar la mesa servida con fina porcelana. A diferencia de sus propios platos, este juego estaba intacto y todas las piezas eran iguales. Era evidente que la Rebetzin, sabiendo que el joven provenía de una familia acaudalada, había pedido prestada la bella porcelana de su vecina para esta ocasión especial y había preparado una abundante selección de platos para presentar en ella.
Reb Shlomo Zalman fue rápido para disipar cualquier ilusión de grandeza que este suntuoso despliegue pudiera haber creado y explicó que, habitualmente, en Motzaei Shabat, los Auerbach eran «simplemente normales», nada extravagantes. Prosiguió mencionando el comentario de Rashi sobre el versículo en el cual Abraham Abinu ordena a Sara servir abundantemente a sus huéspedes diciendo: «¡Pronto! [Trae] tres medidas de harina…». Rashi explica que la razón por la cual Abraham tuvo que apurar a Sara es que «[por naturaleza] una mujer no es generosa con sus invitados».
«El comportamiento de mi Rebetzin esta noche», continuó el Rab, «parece contradecir la observación de Rashi, pero creo que puedo sugerir una explicación: Si una mujer desea recibir a sus huéspedes de una manera generosa, lo hará solamente una vez al año y el resto de las veces será menos generosa. Sin embargo, si recibe a sus huéspedes de la manera acostumbrada y normal, podrá hacerlo, y lo hará con gusto, en todo momento».
Extasiado como debe de haber estado el joven jatán de hallarse ante la presencia del Gaón, probablemente no prestó ninguna atención, en absoluto, a la vajilla. Sólo sentarse a la mesa de Reb Shlomo Zalman -sin mencionar además casarse con su nieta- era lo suficientemente fascinante para cualquiera.
Hanoch Teller