Estudiando
11.Vaigash
El Libro De Bereshit (Génesis)
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Or Hajayim Hakadosh

Extraido de Antologías del Or Hajayim Hakadosh: Bereshit

III. Dijo: Yo soy Di-s, Di-s de tu padre. No temas de bajar a Egipto, pues para nación grande te haré allá.

Debemos saber cuál era la causa del temor que tenía Yaakob de ir a Egipto. Si se tratase del miedo al exilio, ¿con qué intención le dijo Hashem no temas?, ¿cómo le quitaría eso el temor? Si dijéramos que su intención fue decirle que allí no habrá Galut, encontramos que no fue así, ya que allí fueron esclavizados sus hijos con trabajos forzados. Además, ¿qué relación tiene lo que le dijo pues para nación grande con quitarle el temor? Por otra parte, ¿por qué tenía que ser allá donde lo convierta en una nación grande?

Para contestar a esto debemos saber que la intención de este pasuk es conforme a lo que dijeron los Maestros, en el sentido de que nuestros patriarcas fueron informados con anterioridad acerca del exilio. Por tanto, cuando vio Yaakob que sus hijos irían a Egipto a padecer allá el Galut, sintió miedo de que ese Galut comenzara a partir de él mismo. También temió quedar enterrado allá, en una tierra impura. Por ello se le presentó Hashem y le dijo: Yo soy Di-s, Di-s de tu padre, quiere decir que, así como su padre (Itzjak) no tuvo que probar el sabor de la esclavitud, de igual manera sucedería con él. No temas, aunque bajes a Egipto.

Y le dijo pues para nación grande te haré allá, a fin de que no pensara volver de Egipto (a Kenaan) cuando hubiesen concluido los años de hambruna. Es como si le dijera: «tienes que permanecer allá para que te conviertas en una nación grande».

Para entender esto (que sea precisamente allá donde se formaría esa nación) es necesario adelantar lo que afirmó Rabí Shimón Bar Yojai y sus alumnos (que entendieron la profundidad de sus secretos), en cuanto a que el motivo de los exilios es el de separar las partes de Kedushá (santidad) que están diseminadas en las ramificaciones de la Kelipá (impureza). Egipto estaba lleno de fragmentos de santidad, de manera proporcional a la gran impureza que reinaba allí. A eso mismo se refirió Hashem cuando le dijo a Yaakob que por causa de una nación grande tendría que estar allí, es decir, a fin de rescatar a un gran «pueblo» que estaba perdido en la Kelipá de Egipto. De no ser porque el propio Yaakob bajó a aquel país, no hubiera habido esperanza de lograrlo, porque por medio de su inmensa santidad «absorbió» todas las ramas de Kedushá que allí había. Cosa que nadie más que él podía hacer.

Por eso encontrarás que dijeron Jajamim Z»L que Yaakob Abinu no falleció sino después de haber visto a seiscientos mil descendientes, mismos que sufrieron allí posteriormente (tras la muerte de Yaakob), se purificaron en el «Crisol de hierro» que fue Egipto, y salieron limpios. De todo esto comprendió Yaakob que era la voluntad de Hashem que él habite allí. Después de que le dijo que no tema por la esclavitud se le quitó ese miedo, pero todavía temía ser enterrado en Egipto. Por eso le dijo (vers. 4): Yo descenderé contigo a Egipto, y Yo te subiré…

Sobre el vers. 4 comenta el Or Hajayim Hakadosh que se entiende que la Shejiná bajó con Yaakob a Egipto. Sin embrago, en Shemot Rabá dice que en Egipto no había Shejiná, debido a que estaba lleno de idolatría. Por eso Moshé salió de la ciudad para rezar (Shemot 9:29). Contesta el Or Hajayim Hakadosh que nuestro pasuk no se refiere a que la Shejiná fuera allí, sino que, de alguna manera, Hashem iba a estar con Yaakob y todo el pueblo de Israel en su sufrimiento.

Después rechaza esta explicación porque está escrito en el tratado de Meguilá (29b): «Fueron exiliados a Egipto, y la Shejiná iba con ellos». En Midrash Tanjumá afirma que Israel (Yaakob) se inclinó hacia la cabecera de la cama, debido a que la Shejiná estaba allí. Además de lo que dijeron Jajamim Z»L que la Shejiná completó la cuenta de setenta almas (ver explicación sobre vers. 26 y 27). Por tanto, explica el Maestro, que hay muchos niveles de manifestación de la «luz» de la Shejiná. Como dijeron los Sabios: «Diez hombres que están sentados y se ocupan de la Torá, la Shejiná posa entre ellos; incluso si son dos o sólo uno». Por otro lado, está escrito que la Shejiná no descendió entre el pueblo de Israel sino hasta que edificaron el Mishkán. Seguramente se debe a que hay varios niveles. Como por ejemplo, la manifestación de Shejiná que hubo en Har Sinai o en el Bet Hamikdash.

A eso se refieren cuando dijeron que «no bajó a Egipto», es decir, en un nivel alto, como el que causa tener profecía. Pero la Shejiná que posa entre los que estudian Torá sí bajó con ellos. Por supuesto, no nos estamos refiriendo a la Presencia Divina de Hashem, sino a la manera en que percibimos la luz de la Shejiná, en lo que hay diferencia entre cada alma.

Este fundamento del Or Hajayim Hakadosh es muy importante. También en la luz Divina, y en el Ruaj Hakódesh, hay un sinfín de niveles. La manifestación de Hashem en cada uno de nosotros depende de la situación y del lugar. La Torá dice: «El que habita entre ellos, adentro de sus impurezas», no preguntes cómo es que la Shejiná se posa en lugares impuros, porque también allí hay, en cierta medida, la posibilidad de que ayude a las personas a elevarse a la santidad.

VII. Sus hijos y los hijos de sus hijos con él. Sus hijas y las hijas de sus hijos y toda su descendencia, trajo con él a Egipto. VIII. Estos son los nombres de los hijos de Israel que llegaron a Egipto, Yaakob y sus hijos. El primogénito de Yaakob era Reubén.

Pregunta el Or Hajayim Hakadosh para qué repite que trajo a sus hijos, etcétera, si el pasuk 6 ya dijo que vinieron a Egipto Yaakob y toda su descendencia. Asimismo le sorprende que interrumpan las palabras con él entre sus hijos e hijas, y no bastó con que dijera al final trajo con él a Egipto.
Contesta que viene a enseñarnos que no todos llegaron de la misma forma. Sus hijos y los hijos de éstos vinieron por voluntad propia y aceptaron el decreto del Rey (Hashem) de todo corazón. Por eso interrumpe y dice con él, que vinieron igual que él mismo. Pero a sus hijas y las hijas de sus hijos y toda su descendencia, fue necesario traerlos a Egipto y no vinieron voluntariamente. Los que vinieron de manera voluntaria no fueron hechos esclavos, toda vez que aceptaron el decreto del Rey con amor.
La cura ante los sufrimientos es recibirlos con calma, por eso quedaron exentos de la esclavitud.
Pero a los que tuvieron que traer contra su voluntad, los hicieron esclavos (los egipcios). Sus hijas y las hijas de sus hijos y toda su descendencia se refiere a la generación de los bisnietos de Yaakob, que siguió tras la muerte de toda la generación que bajó a Egipto.
La moraleja es muy clara. El que acepta los sufrimientos con amor gana dos cosas: primero, sus penas son menos dolorosas; segundo, del Cielo se ocupan en aligerarle las aflicciones, no hacerlas más grandes. Dependiendo de la forma en que reciba los sufrimientos, hará que éstos paren o se aumenten.
¿Quién es rico? El que se alegra con su parte. Incluye su parte de aflicciones, que si se alegra es rico. Sabemos la regla que dice «la riqueza atrae riqueza».


XXVI. Toda alma que vino con Yaakob a Egipto, los que salieron de su muslo, aparte de las esposas de los hijos de Yaakob, toda alma, sesenta y seis. XXVII. Y los hijos de Yosef, que le nacieron en Egipto, dos almas; toda alma de la casa de Yaakob, que llegó a Egipto, setenta (en total).

Es necesario aclarar algunos puntos con respecto a esta cuenta. En primer lugar, ¿por qué tuvo que decir Yaakob y sus hijos, lo cual parece innecesario (si se está hablando de sus descendientes que bajaron a Egipto, no de él mismo)? En segundo lugar, dice (cuando menciona la cuenta de los hijos de Leá en el vers. 15) todas las almas de sus hijos e hijas (fueron) treinta y tres, pero si contamos los nombres encontraremos sólo treinta y dos.

Nuestros Maestros contestaron que se trata de Yojébed, hija de Leví, que nació «entre las murallas» (en el camino). Aceptamos sus palabras sólo por tratarse de ellos (Jajamim Z»L), porque no hay prueba de ello en los pesukim. Algunos Sabios explican que la Shejiná de Hashem completa el número setenta. De acuerdo con esta última opinión, Yojébed no está incluida en la cuenta, pues ya serían setenta sin ella. Sin embrago, esta explicación queda bien en el último pasuk (27) donde dice que todas las almas eran setenta, mas no en la cuenta de los hijos de Leá. ¿Cómo contesta entonces el número treinta y tres, que sólo son treinta y dos?

Pero también tengo una pregunta para el Midrash que explicó que Yojébed está incluida en la cuenta (de los treinta y tres): ¿por qué dice en el pasuk 26 que eran sesenta y seis?, si contamos a Yojébed serían sesenta y siete, a saber: treinta y tres de Leá; más dieciséis de Zilpá, son cuarenta y nueve; más once de Rajel, aparte de Yosef y sus dos hijos que estaban en Egipto, sesenta; y siete de Bilhá, son sesenta y siete. ¿Por qué el mismo pasuk se contradiría sumando sesenta y seis, si la cuenta da sesenta y siete? Además, al final del tema, el pasuk suma a los hijos de Yosef y asegura que en total son setenta, ¡cuando sesenta y seis más tres son sesenta y nueve! Según el Midrash que agrega a Hashem con ellos, se entiende este pasuk, pero queda en duda el vers. 15.

Lo correcto respecto a la comprensión lineal y simple de estos pesukim es que nos presentan dos cuentas. La primera cuenta a Yaakob, y la segunda cuenta (sólo) a los descendientes de Yaakob. Por tanto, cuando incluye a Yaakob con sus hijos, son setenta. Pero cuando especifica a sus hijos, sin contar a Yaakob, son sesenta y nueve. De esta manera se entiende perfectamente lo que preguntamos al principio. Dice Yaakob y sus hijos, porque incluye a éste en la cuenta, por eso dice el vers. 15 que suman treinta y tres (y no treinta y dos). Por eso, cuando suma los nombres detallados (vers. 26), dice: Toda alma que vino con Yaakob, excluyéndolo de esa cuenta, los que salieron de su muslo, sesenta y seis. Y no cabe preguntar lo que dije antes, que son sesenta y siete, puesto que en esta suma no está incluido Yaakob.
Por último, en la cuenta total que está al final, dice que toda alma de la casa de Yaakob, es decir, él y sus hijos que vinieron con él a Egipto, eran setenta.

A fin de no refutar, Jas Veshalom, lo que dijeron nuestros Maestros, que Yojébed nació en el camino, quizá está insinuada en el pasuk (15) que habla de todas las almas de sus hijos e hijas, mientras que sólo encontramos una hija (Diná). Menciona hijas, en plural, para aludir a Yojébed, que nació en el camino. Pero no está incluida en la cuenta, sino que Yaakob es quien completa la suma, como escribí. Hay otro motivo para no incluirla en la cuenta: si nació «entre las murallas» entonces no tenía treinta días cumplidos para que quedara exenta de la categoría de Néfel (aborto) y no era apta para ser contada cuando entraron.
Y que no te cause conflicto que nuestra explicación contradiga las palabras de nuestros Sabios, de bendita memoria, pues ya te hice saber (en el prólogo a la Torá) que en las interpretaciones de la Torá, de las que no se extrae ninguna halajá (ley), el estudioso tiene permiso de ofrecer explicaciones nuevas.

XXX. Entonces dijo Israel a Yosef: Puedo fallecer esta vez, luego que he visto tu rostro, porque todavía estás vivo.

Yaakob dijo esta vez ya que antes había dicho: Porque he de bajar en duelo por mi hijo a la tumba. Pero ahora afirma que no verá el abismo. Podemos añadir que, cuando dijo porque todavía estás vivo, no conforme con haber dicho que había visto su rostro, se refiere a que pudo ver en su rostro que seguía siendo Tsadik. Hemos sabido de varios tsadikim que podían distinguir las acciones de las personas con sólo mirar sus rostros. Con más razón Yaakob Abinu. Por eso le dijo que podía fallecer esta vez, cuando ya lo vio, y no cuando le avisaron que Yosef seguía con vida. Sólo después de cerciorarse que su hijo era tan Tsadik como antes pudo afirmar que estaba vivo, ya que los tsadikim se llaman «vivos».

Las acciones de la persona producen cambios en su apariencia. Puede transformarse por medio de éstas. Por eso es beneficioso mirar a la cara a un Tsadik, y por otra parte, no mirar a un malvado.
El Or Hajayim Hakadosh nos enseñó aquí algo tremendo: que Yaakob Abinu hubiera preferido no ver a su querido hijo, antes que verlo yendo por el mal camino. A eso se refiere aquello de «es peor quien lo hace pecar, que quien lo mata».

Rab. Nissim Hanan Mochon

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