Objetivo: el amor
Extraído de El Portal del Amor, traducido por Simcha Benyosef
Dice el Midrash acerca del amor[6]:
El precepto «amarás al Eterno tu Dios» implica que el amor ha de ser la motivación de todo lo que hagas. Cuando sirves a Dios por amor, tu recompensa es doble. Examinemos los conceptos de amor y temor en la relación de dos seres humanos. Si temes a un amigo tuyo y comienza éste a molestarte de sobremanera, instintivamente desearás finalizar esta amistad importuna. Es difícil de imaginar el poder amar a este amigo a la par de temerle. Sin embargo, cuando tu amor y temor se dirigen a Dios, en lugar de contradecirse, una emoción complementa a la otra.
La colección de Midrash Tana Debe Eliahu presenta la analogía de dos siervos de un rey mortal, con miras a analizar la actitud de quien obra por amor, a diferencia de quien está guiado por el temor [7]. Uno de los siervos ama y teme al rey, mientras que el otro sólo le teme pero no le ama.
Emprende el rey un largo viaje a ultramar. El siervo que amaba y temía al rey usó su tiempo libre para plantar jardines y huertos con toda clase de frutos, mientras que el siervo con temor permaneció ocioso. Después de algún tiempo, regresó el rey y fue a visitar a sus siervos. Dio marca manifiesta de satisfacción al ver los bellos jardines y huertos, así como los admirables frutos del esfuerzo de amor que le había presentado su siervo. Este rebosaba de alegría al comprobar el placer que le había causado a su rey.
Al traspasar el umbral del domicilio del siervo temeroso, el rey vio de inmediato que estaba casi vacío. El siervo se estremeció ante la mirada despectiva que dirigió el rey hacia los productos secos que le presentaban. Demasiado tarde se dio cuenta el siervo de las temibles consecuencias del desagrado del rey.
La justicia requiere que una persona cuya relación con Dios es como la del segundo siervo merece que, «Dios le suprima su porción en el mundo venidero«.
Como la recompensa de quien ama es doble que la de quien sólo teme, los que no cumplen los preceptos tan sólo merecen gozar de los placeres de este mundo. Existen quienes pueden alcanzar ambos mundos, como veremos más adelante.
Por tanto, el amor fundamental supone cumplir los deseos del Rey con la intención de agradarle. Aunque sabe que será recompensado con el fruto de los mismos árboles que ha plantado, tan sólo busca el placer de agradar al Rey.
El siervo que teme, en esta parábola, representa a las naciones del mundo, las cuales son culpables de idolatría pero temen a Dios[8]. Explica el Zohar que a pesar de su temor a Dios, no cumplen los preceptos que les incumben — es decir, las leyes que se desprenden de Noé.
El siervo que ama es el pueblo de Israel que cumple los preceptos: los preceptos y el estudio de Torá representan los árboles frutales que se plantan en la tierra durante la vida y producen luces celestiales que causan gran placer al Rey.
Como hemos mencionado repetidas veces, la calidad de tu relación con el Altísimo depende del servicio activo que emprendas mientras que sigas con vida. El éxtasis de tu alma en el mundo venidero se centrará en la luz desprendida de los preceptos que cumplas aquí.
Por lo tanto el precepto[9], «amarás al Eterno, tu Dios, […] y te aferrarás a él» contiene la advertencia: No pienses, estudiaré para que me consideren un sabio de la Torá; enseñaré y me llamarán rabino[10]. Tu deber es de estudiar por el amor a Dios, y la honra vendrá por sí sola.
Referente al versículo[11], «se complace mucho en Sus preceptos», enseña el Talmud que lo que te ha de complacer es «Sus preceptos», y no la recompensa. Como lo expresa la Mishná[12], «no seáis como el siervo que sirve a su amo para que le recompensen,…»
Aclara el Zohar[13]:
El versículo[14], «amarás al Eterno, tu Dios» significa que has de aferrarte al amor Divino, y que has de desempeñar todo tu servicio al Todopoderoso con amor.
El Tikuné Zohar describe a la persona que se esfuerza en su servicio Divino con miras a beneficiarse en este mundo[15]:
Existen dos clases de amor y temor de Dios. El hombre puede temer a Dios, no sea que caiga en el pecado y en consecuencia pierda su fortuna, o se le mueran los hijos en el curso de su vida. De igual modo, el hombre puede amar a Dios con miras a tener hijos y fortuna. Si amas y temes al Altísimo del modo que acabamos de describir, no estás cumpliendo lo esencial del precepto de amar y temer a Dios, porque tu objetivo principal es la recompensa inmediata.
El hombre ha de amar y temer a Dios sea su situación satisfactoria o no, ya que no está sirviendo a Dios para su beneficio personal.
Acerca del amor verdadero, dice Dios,[16] «Yo os conjuro, Oh Israel, esparcidos entre las hijas de Jerusalén – las naciones – por las huestes celestiales o por las gacelas del campo, que no despertéis ni agitéis a mi amada – la redención final – hasta que ella quiera», es decir, hasta que Israel ame al Altísimo con un amor verdadero, y no con miras a recibir pago.
[…]
DEBERES DEL CORAZóN: EL AMOR
Acerca del amor, el autor de Deberes del corazón escribe en su Portal del amor, y al final de su Portal de la fe[17]:
El amor es el anhelo del alma de aproximarse a su Creador, de dejarse llevar por su atracción natural al Creador, y de vincularse apasionadamente a Su Luz Divina. El alma es un ente espiritual y se siente atraída por otros seres espirituales como ella. Siguiendo los dictados de su conciencia, se distancia de quienes le son incompatibles debido a la tosca esencia de su materia. Cuando el Creador la unió a un tosco cuerpo, con la intención de poner a prueba su dirección de este cuerpo, le recomendó que tuviera compasión del cuerpo […]. Cuando el alma percibe algo que añadiría luz y poder a su esencia, dirige sus pensamientos a dicho objeto, y ansía adquirirlo[18].
Cuando llegues a tener conciencia de la razón por la cual fuiste creado y enviado a este mundo transitorio y cuando tengas conciencia de la elevada esencia del otro mundo eterno, sentirás desprecio por este mundo y por sus intereses. Con tus pensamientos, tu alma y tu cuerpo, huirás para vincularte apasionadamente al Altísimo; sentirás un placer intenso al pensar en él cuando estés solo y te invadirá el aburrimiento si no estás meditando en Su grandeza. Incluso si estás acompañado, sólo pensarás en tu anhelo de complacerle, tu ansia de aproximarte a él.
Las Escrituras mencionan el anhelo de Dios que penetra el alma: [19]
«Con mi alma Te he anhelado en la noche»
y también, [20]
«Tu Nombre, Tu memoria es el anhelo de nuestra alma»,
en el libro de salmos, [21]
«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo,
y también, [22]
«Mi alma tiene sed de Ti, mi carne Te anhela»
Así meditará tu alma en su deseo de Dios, y en tu corazón contemplarás tu unión a él, tu amor y tu anhelo de él. No tendrás más interés que cumplir los requisitos de Su servicio; no te vendrán ideas a la mente más que acerca de él y tan sólo él reinará en tu pensamiento. Mandarás a tu cuerpo que sólo obre para él y a tu lengua que sólo se preste a mencionarle con alabanza y gratitud, expresando tu amor y fiero deseo de cumplir la voluntad del Todopoderoso.
Si prosperas, Le agradecerás; si estás afligido, sufrirás con paciencia. Te entregarás, cuerpo, alma y recursos, a la santificación de Su Nombre y sólo se intensificará tu amor por él y tu fe en él. Serás como el hombre piadoso que se levantaba por la noche y exclamaba:
«Dios mío, Me has dejado hambriento y desnudo; me has puesto en la oscuridad de la noche, y me has mostrado Tu grandeza y Tu poder. Si me quemases con fuego, Te querría más todavía y sentiría más exaltación y regocijo ante Tu proximidad.»
Como exclamó Job: [23]
«Aunque él me quitara la vida, confiaría en él.»
La ayuda mas potente para alcanzar este excelso nivel de amor a Dios es de sentir un intenso temor, incluso terror de él, un miedo que impregne tu cumplimiento de los preceptos. Si piensas que Su ojo vigilante está fijado en las partes más ocultas de tu mente, que está consciente de tus pensamientos, sean éstos ocultos o revelados, y que sigue los dictados de tu conciencia; si piensas en la sutileza con que dirige cada uno de tus movimientos, Su bondad hacia ti, el hecho que conoce tanto tu pasado como tu futuro, y Su constante esfuerzo de aproximarte a él, no podrás resistir el amor que te inundará, y te entregarás a él con plena confianza.
Confiarás en Su bondad e inmensa ternura, y al considerar Su amor no pensarás en el de otro. No querrás que él vea que temes a otro; siempre reinará él en tus pensamientos; Su presencia estará siempre ante tus ojos; será tu compañero en momentos de soledad; salas llenas de gente te parecerán vacías, mientras que lugares vacíos te parecerán llenos. Nunca te aburrirás al estar solo ni te preocuparás cuando no haya nadie cerca de ti; siempre encontrarás regocijo en Dios y siempre te alegrarás de cumplir Su voluntad. Como está escrito,[24] «Y se alegrarán todos los rectos de corazón»[25]; «yo me alegraré en el Eterno»; [26]y «El es mi luz y mi salvación. ¿A quién he de temer?»
El sabio del siglo XII, llamado el Rokeaj, explica que se alcanza la fuente del amor cuando el alma rebosa de amor a Dios y se alegra de estar unido a El. No como el siervo que trabaja para su amo en contra de su voluntad, sino con un amor fiero que arde dentro, que empuja a servirle activamente y a cumplir Su voluntad con alegría. [27]
No cumples tu servicio por tu propio placer, ni en busca de honor. En cambio, te preguntas cómo un ser indigno como tú, lleno de pecado, hoy aquí, mañana en la tumba, ha merecido que le escojan como siervo de un Rey tan venerable. Es precisamente cuando medita tu alma en la profundidad de su temor reverencial a Dios que se enciende el fuego de tu amor en tu fuero interno, y que se regocija tu corazón; entonces la sabiduría te ilumina el rostro.
Cuando tienes sabiduría Divina en el corazón, piensas con alegría en tu deseo de ejecutar la voluntad de tu Creador observando Sus preceptos con todo tu corazón. No piensas en los placeres que ofrece este mundo, ni en las excursiones de tu familia, que son insignificantes para ti. Grabado en tu pensamiento está el deseo de cumplir Su voluntad y de alentar a otros a que lo hagan también. Deseas santificar Su Nombre y entregarte en un acto de amor, como lo hizo nuestro padre Abraham.
Los hombres que alcanzan este nivel de piedad no entablan conversaciones vacías; no se detienen a mirar la cara de una mujer; y si son insultados no sienten la necesidad de responder. En resumen, concluye el Rokeaj, sus pensamientos arden con el fuego del amor; son dignos de alabanza.
4-Deuteromio 6:5; 10:12; 11:1; 11:13; 11:22; 19:9; 30:6; 30:16; 30:20.
5-Deuteronomio 10:20.
6-Midrash Sifre; Veetjanan 32.
7-Tana debe Eliahu, capítulo 28. Es decir, el temor a la ira del rey.
8-¿Quién no Te temería, oh Rey de las naciones? Porque corresponde que Te teman, ya que entre todos los sabios de las naciones, y entre todos los reyes, no hay nadie como Tú». (Jeremías 10:7) Las naciones temen las consecuencias a la ira Divina.
9-Deuteronomio 30:20; Tratado Nedarim 62a.
10-Sifrí: Ekev 41.
11-Salmos 112:1; Tratado Avodah Zarah 19a.
12-Avot 1:3.
13-Zohar Vaetjanán 267a.
14-Deuteronomio 6:5.
15-Tikún 30, 73b.
16-Cantar de los Cantares 2:7; todas las citas del Cantar de los Cantares se basarán en la traducción de Abraham Sutton. Le quedamos agradecidos a Rabí Sutton por permitirnos de usar su traducción antes de la publicación de ésta. Habremos de cambiar a veces el texto, de acuerdo con el sentido que Rabí de Vidas atribuye al original.
17-Bajia Ibn Pakuda, nuestra traducción.
18-La cita del Portal del amor termina aquí.
19-Isaías 26:9.
20-Isaías 26:8.
21-Salmos 42:3.
22-Salmos 63:2.
23-Job 13:15.
24-Salmos 64:11.
25-Habacuc 3:18.
26-Salmos 27:1.
27-Rabí Eliezer de Worms, Shoresh Haahavá.
Simcha Benyosef