No desesperéis ante el desastre…
Extraído de La Ética del Sinaí Con los comentarios del Jafetz Jaim. Editorial Obelisco
Incluso cuando una persona ha caído cautiva en manos de sus enemigos, no debe desesperar. Debe recordar que todo está en manos de El Eterno, porque él es Dios de dioses y el Señor de señores, y él puede enternecer el corazón del enemigo y despertar en él sentimientos de benevolencia y compasión, como está escrito: «Y [Dios] te dará piedad y tendrá compasión de ti» (Deuteronomio 13:18).
Pero debemos entender que el Creador no emite veredicto sin juicio: «[El Eterno es] la roca: Su labor es perfecta, porque todos Sus caminos son justicia…» (Ibíd. 32:4). Si una persona sufre debe ser como consecuencia de sus propias transgresiones. Por lo tanto debería abrir su corazón a Dios y confesar sus malas acciones ante él y rogar a Dios que tenga piedad de él. El Creador entonces hará que sus adversarios lo traten compasivamente y será liberado de sus tribulaciones.
El rey Salomón rogó de esta manera [en la inauguración del primer Templo]. Así oró:
Si transgredieren contra Ti… y estuvieres airado contra ellos y los entregares al enemigo para que los cautive y los lleve a tierra enemiga, sea lejos o cerca, y ellos volvieren y recapacitaren en la tierra de sus captores y dijeren: «Transgredimos, cometimos iniquidad, hemos sido impíos; y si se volviesen a Ti de todo corazón y toda su alma en la tierra de los enemigos que los cautivaron y oraren a Ti con el rostro hacia su tierra que Tu diste a sus antepasados y hacia la ciudad que Tú elegiste y hacia el Templo que he construido para Tu nombre y Tu oirás en los cielos, en el lugar de Tu morada… y harás que tengan de ellos misericordia quienes los cautivaron, y que los traten compasivamente. (Reyes 1, 8:46-50).
El Eterno respondió: «Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en Mi presencia…» (Ibíd. 9:3).
La Torá nos dice claramente que incluso cuando una persona está siendo abatida, y ha sido aprisionada y oprimida, no debe dejarse llevar por la desesperación. Mediante el arrepentimiento puede hacer que la compasión Divina lo salve, y sea liberado de manos de sus enemigos.
Los sabios determinan: «No desesperéis ante el desastre» (Avot 1:7). Los comentaristas explican que aquí hay un doble significado. Ante todo, está destinado a animar y consolar a una persona que está atravesando adversidad y tribulaciones. No debe caer en el desaliento, creyendo que toda esperanza está perdida, porque como lo dijimos, Dios puede invertir totalmente la situación en cada momento, como está escrito: «En el atardecer uno yace llorando, y con el alba grita de alegría» (Salmos 30:6).
Pero lo contrario también es cierto: los sabios nos advierten contra el orgullo de triunfar. Una persona no debe creerse inmune contra el desastre, porque nunca sabe qué sucederá mañana. [Debe rogar por la asistencia del Creador tanto en tiempos de prosperidad como en tiempos de desastre].
Incluso cuando uno sabe que no tiene estudios de Torá o buenas acciones a su favor, no debe privarse de orar a El Eterno, porque el poder de la oración y la súplica son enormes. Esto lo encontramos en Tana Devei Eliahu (Orden Eliahu Zuta 6:3):
El Santo, Bendito sea, dijo a Moisés: «…Yo te revelo a ti algunos de Mis caminos: cuando Yo veo gente que no puede ser alabada por su Torá y buenas acciones, ni las propias ni las de sus antepasados, y lo único que tienen [a su favor] es la plegaria, expresando gratitud, bendición y alabanza, buscándome a Mí con súplicas, Yo accedo a sus pedidos como está escrito: ‘él accede a la plegaria de los devastados y no desprecia sus plegarias’ (Salmos 102:18)».
Esta idea aparece asimismo en el Midrash Tanjuma. Allí indica que incluso cuando las plegarias de una persona no se merecen respuesta y esa persona no se merece compasión, si ora e incrementa sus súplicas a Dios, él lo trata con misericordia.
Los sabios comentan asimismo el versículo «Porque ¿qué nación es grande… como el Creador, nuestro Dios, en todo lo que Le pedimos?» (Deuteronomio 4:7).
Rabí Iudan dijo: Este es el camino de carne y sangre [es decir del ser humano], que en tiempos de tribulación se vuelve hacia la casa de su patrón pidiendo ayuda. Sin embargo, al acercarse a la casa de su patrón, no irrumpirá en la casa, sino que entrará al patio y se dirigirá a alguno de la casa pidiéndole que informe a su patrón que él está esperando afuera y desea hablarle.
Sin embargo, nuestra relación con El Eterno es diferente: no llamamos al ángel Mijael o al jefe de los ángeles, Gabriel, sino directamente al Mismo Dios, que responde a las súplicas de la persona. Esto es lo que significa el versículo: «Y nadie que llame al Nombre del Creador escapará» (Joel 3:5).
Si sucede que uno ha orado a El Eterno, pidiéndole ayuda una y otra vez, y sus plegarias no han sido respondidas, no debe desanimarse. Más bien debe tomar coraje y resolver con firmeza continuar rogando a Dios, porque seguramente sus plegarias serán respondidas llegado el momento. Aprendemos esto del Midrash Raba sobre Parashat Vaetjanan, acerca del versículo arriba mencionado (Joel 3:5):
Los sabios dicen: Algunas plegarias son respondidas cuarenta días más tarde; otras son respondidas tres días después, mientras que otras son respondidas un día después. Las plegarias pueden ser respondidas en un momento particularmente propicio, como lo indica el versículo: «En cuanto a mí, que mi plegaria a Ti, el Creador, sea en un tiempo oportuno» (Salmos 69:14). Rabí Shia Raba dijo: Está escrito: «Esperanza en Dios; fortalécete y él te dará coraje, y ten esperanza en El Eterno» (Ibíd., 27:14), lo que significa que uno debe continuar orando una y otra vez y llegado el momento oportuno sus pedidos serán concedidos.
Súplicas por la concesión de cierto pedido no necesariamente deben ser parte de la plegaria de las Dieciocho bendiciones. Uno puede orar al Creador cuando quiera. Más aún, estas plegarias no tienen que ser dichas en hebreo, uno puede rogarle a Dios en su lengua vernácula [si siente que al hacerlo podrá expresarse mejor y por lo tanto sus plegarias tendrán más sentido para él].
Además existen dos puntos importantes que se deben tomar en cuenta al orar. Ante todo, no debe rezar de los labios para afuera, orar mecánicamente sin la intención adecuada, sino que sus súplicas deben surgir del fondo de su corazón. Si es capaz de agudizar sus emociones hasta irrumpir en un llanto sincero, mejor así, porque los sabios nos dicen: «Todos los portales han sido cerrados, salvo el portal de las lágrimas».
En segundo lugar, uno debe proyectar sus plegarias mentalmente en dirección a la Tierra Santa y de allí hacia Jerusalén, a la Casa del Sancta Sanctorum, como es mencionado en el versículo arriba citado: «… y oraren a Ti con el rostro hacia su tierra que Tu diste a sus antepasados y hacia la ciudad que Tú elegiste y hacia el Templo que yo he construido para Tu nombre». Porque si uno lo hace así, puede esperar que sus plegarias sean respondidas, como el rey Salomón pidió en la continuación del mismo pasaje: «Tu oirás en los cielos, en Tu morada… » (Reyes 1, 8:49).
(Majané Israel, cáp.39)