Náase venishma
El primer contacto con la Sabiduría es generalmente emocional y/o intelectual. Hasta que los pensamientos y emociones no se revisten y canalizan a través de actos concretos, todo queda en el plano de nuestra imaginación.
El acto es el comienzo del conocimiento y de la comprensión.
Nuestra tradición nos transmite que la recepción de la Torá se logró a partir de la emuná (consultar Emuná, la fuerza espiritual judía). El pueblo de Israel aceptó previamente hacer, lo cual lo condujo al verdadero aprendizaje que surge de la confrontación entre las ideas, pensamientos y prejuicios con la práctica, para posteriormente comprender – naasé venishmá.
Mientras no llevamos a la práctica nuestro proyecto todo queda en el plano ideal. La experiencia concreta nos proporciona la medida de lo posible y necesario (véase Tres coordenadas educativas).
Volviendo al ejemplo del alumno, cuando éste inicia sus estudios se le exige la adquisición de determinados textos, que asista a clases y se presente a exámenes. El estudiante acepta a priori estas condiciones (naasé) sobre las que luego él mismo irá discerniendo hasta lograr comprender (nishmá) dichos conocimientos.
Lo mismo sucede en todos los ámbitos del saber: sin aceptar a priori determinadas condiciones, no logramos forjar los límites dentro de los cuales conseguimos gradualmente desarrollar y ampliar nuestro espacio mental y emocional para, posteriormente, comprender (consultar Emuná, la fuerza espiritual judía).
No se trata de una aceptación ingenua. Nos referimos a la actitud natural que adoptamos cuando conocemos algo nuevo: los deseos y la voluntad le dan dirección a nuestra conciencia, luego discernimos e incorporamos gradualmente los nuevos ámbitos de dicha realidad.
Tal como fue explicado en el item anterior, cuando el hombre piensa no hace más que articular y darle forma mental a su deseo para alcanzar su objetivo. El acto de pensar es el resultado de cómo intelectualizamos y percibimos la realidad.
Asimismo los deseos y la voluntad de recibir se revisten y canalizan en todos los ámbitos de nuestro ser. La función del pensamiento consiste en discernir si éstos conducen al bien o al mal (ver El bien y el mal). Por ello la Torá nos indica un código integral de leyes, la Halajá [*], el cual nos enseña cómo armonizar todos los aspectos en que el deseo se manifiesta.
Naasé venishmá, la sabiduría que surge de la confrontación entre nuestras ideas, pensamientos y prejuicios con la experiencia concreta, es la forma de conocimiento que conciente o inconcientemente todos los hombres emplean cuando finalmente trascienden el plano puramente especulativo e intelectual (véase Haskalá…).
Pero, dentro de la vida de Torá, naasé venishmá puede adquirir una dimensión totalizadora; dado que cuando la emuná (consultar Emuná, la fuerza espiritual judía) es aplicada a partir de principios objetivos -las mitzvót– y no para justificar la codicia en pos del ámbito material-sensorial, el ser humano logra armonizar su vida convirtiéndose en un socio más para el logro del bien colectivo.
[*] Halajá, Vocablo proveniente de la raíz haloj/andar. Es el código de leyes judías que nos enseña cómo comportarnos y «andar» armónicamente de acuerdo a las leyes espirituales. Los tópicos tratados por la Halajá abarcan todos los detalles y todas las circunstancias de la vida, y nos explican en forma práctica cómo realizar las mitzvot.