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Mirando hacia atrás (3 de tamuz)

El 3 de Tamuz se conmemorará el décimo año de la desaparición física del Rebe de Lubavitch). Una Visita al Nuevo Rebe de Lubavitch –de una reseña aparecida por primera vez en 1951 en el Orthodox Jewish Life–

Rabí Menajem M. Schneerson, quien recién había aceptado el cargo como líder del movimiento Lubavitch, habló de sus intereses y su enfoque para fortalecer el judaísmo en los Estados Unidos.
Fue poco después de que los líderes del Movimiento Mundial Jabad eligieran a Rabí Menajem M. Schneerson para suceder a su desaparecido suegro, Rabí Iosef I. Schneerson, como jefe de la famosa escuela jasídica asociada al nombre de Lubavitch, el 10 de Shvat de este año (1951).
Yo estaba parado en el pasillo de la residencia del Rebe en Brooklyn. El servicio de Maariv acababa de concluir y los estudiantes de la Ieshivá fluían hacia afuera del Bet HaMidrash –el Aula Magna– en la fría noche invernal.
Librados de la agotadora rutina de muchas horas de estudio concentrado, los jóvenes eruditos, la mayoría de ellos con barba y peot, charlaban sueltamente y en voz alta, mientras se ponían sus abrigos para salir del edificio.
Repentinamente, la ruidosa charla cesó y una mirada de reverencial respeto cubrió las vivaces caras en tanto el nuevo Rebe caminaba por el vestíbulo en dirección a la puerta.
Con deferencia, los estudiantes se apretujaron a ambos lados del estrecho pasillo. Un joven, aturdido, se movió de un lado del camino al otro, para hacer más lugar, y quedó en la trayectoria del Rebe. Antes de que tuviera oportunidad de recuperar el equilibrio, el Rebe lo había tomado por el hombro y le habido ayudado suavemente a ponerse de pie, con una sonrisa iluminando su seria cara.
La turbación del joven erudito desapareció instantáneamente. La sonrisa del Rebe se reflejaba en sus felices ojos, y toda la atmósfera cambió repentinamente. El temor desapareció y una cálida corriente de amistosa comprensión pareció recorrer a los jóvenes eruditos apiñados estrechamente en el pasillo, iluminando la helada oscuridad de la noche.
Esta experiencia de unos efímeros instantes, el mudo intercambio de una sonrisa y una mirada, respondió muchas de las preguntas que habían surgido en mi mente desde la desaparición del Rebe de Lubavitch un año antes, y la elección de su sucesor.

Tuve el privilegio de conocer a Rabí Menajem M. Schneerson antes de que asumiera su nuevo cargo y llegué a apreciar al joven erudito de rostro serio y modesto, de modales casi tímidos.
Por aquel entonces dirigía los aspectos educativos del Merkos L’Inyonei Chinuch.
Pero ahora todo era diferente.
Este no era más el «ramash«, el yerno del Rebe, respetado como erudito, un consejero amistoso, e intérprete de los pensamientos del jasidismo Jabad.
Su nueva carga, con responsabilidad sobre los miles de seguidores de Jabad en todo el mundo, y la fuerte demanda de atención por parte de los centenares de visitantes que buscaban asistencia, consejo e inspiración del Rebe de Lubavitch cada día, parecerían haber apartado a Rabí Menajem M. Schneerson de cualquier relación personal próxima.
Pero el pequeño incidente en el pasillo me mostró una perspectiva mejor, y comencé a apreciar la importancia que un líder jasídico de este tipo puede tener para el futuro del pueblo judío, incluso en estos días de cultura de Siglo XX.

Cuando surgió la oportunidad de visitar al Rebe y transmitir sus opiniones y perspectivas acerca de la tarea por delante, recordé algo que el Rabí Schneerson había dicho cierta vez cuando se dirigía a una reunión de jóvenes trabajadores por la continuidad de la educación judía:
«No somos nosotros lo que importa, nosotros con nuestras debilidades y capacidades. Lo que cuenta es hacer un trabajo que sabemos importante. El éxito no está en nuestras manos, está en las de Di-s. Pero tenemos que querer hacer lo que El exige de nosotros, y en esa voluntad se desvanecen todas nuestras debilidades e insuficiencias, y se tornan insignificantes».
No puedo haber buscado un mejor slogan para caracterizar el mensaje de coraje y aliento que recibí cuando tuve el privilegio de pasar algún tiempo con el nuevo Rebe de Lubavitch, y preguntarle acerca de sus opiniones en cuanto a la escena judía contemporánea.

El familiar rostro pálido, con su ojos profundamente inquisidores y penetrantes, enmarcado en una barba negra, pareció asumir seriedad adicional. El sentido de cálida comprensión y profunda responsabilidad por cada palabra pronunciada, que siempre había caracterizado a Rabí Menajem M. Schneerson, resaltaba ahora todavía más.
Todavía en sus cuarenta, parecía personificar las centurias de erudición judía e introspección jasídica a medida que expresaba sus reflexiones sobre los problemas del día.
¿Es la Diáspora una catástrofe?
«Es una equivocación», dijo el Rabí Schneerson, «si concebimos la dispersión del pueblo judío en el galut [exilio] como una catástrofe. De hecho, esta misma desconcentración de los remanentes de nuestra nación fue la fuente de nuestra salvación a lo largo de siglos de persecución y pogroms. Hitler fue la mayor amenaza a nuestra supervivencia nacional porque la concentración más grande de las masas de la judería de Europea Oriental y Central habían caído en sus perversas garras. Por otra parte, sin embargo, la concentración de grandes grupos de judíos en un mismo país ha sido el entorno adecuado para crear centros espirituales de los que el resto de las comunidades judías pueden derivar inspiración, liderazgo y resarcimiento material.
«Nuestra historia en la diáspora es una inquebrantable cadena de emergencia y desaparición de centros tales en un país tras otro, y de un rincón del globo al otro. Cuando el sol judío se pone en un país, ya había comenzado a salir en otro. Ahora que los grandes centros de la Europa Oriental han sido destruidos por el fascismo y el comunismo, América se ha convertido en el foco y manantial de supervivencia judía. La providencia ha preparado un nuevo hogar para la Torá y el judaísmo en este país, mientras las llamas devoraron los bastiones de las más fuertes e inexpugnables fortalezas judías del otro lado del océano».

Con sincero énfasis, el nuevo líder de Jabad continuó:
«La judería estadounidense debe reconocer esta histórica y sagrada misión que la Providencia Divina le ha encomendado en este crítico momento de nuestra lucha por la supervivencia. La mayor concentración de nuestros mejores elementos está en América. Debemos conducir a las comunidades judías más pequeñas en otros países y continentes, incluso en Eretz Israel, las que deben depender pesadamente del apoyo norteamericano para su supervivencia espiritual y económica. La forma misma que la judería y el judaísmo de mañana presentará, depende del liderazgo activo de cada judío en este país».
«La toma de conciencia de esta histórica misión», dijo el Rabí Schneerson, «exige una completa revaluación de nuestra posición espiritual. El gran genio americano ha estado en el desarrollo del individuo, del hombre pionero y autodidacta. Aunque ayudó a desarrollar nuestro potencial al exigir hasta la última onza de ingenio y perseverancia, del otro lado ha puesto excesiva atención en los objetivos e intereses egoístas. Las metas personales han predominado. Sólo en nuestro tiempo de ocio y esparcimiento, después de que hemos plantado nuestra viña en términos de éxito económico o social, hemos dedicado algún tiempo y esfuerzo a los asuntos comunales y filantrópicos. Hemos sido trabajadores sociales con un estilo amateur, trabajando sólo después de hora. Este modelo de vida no ha sido menos característico de los judíos americanos que de los demás americanos en general.
«Pero es en este momento cuando debe producirse un cambio de perspectiva básica y concomitante redireccionamiento y reorganización de nuestra existencia como comunidad y como individuos. Debemos llevar principalmente la vida de seres sociales, con la responsabilidad y dedicación de nuestros mejores esfuerzos para el klal, la comunidad. Sólo entonces podremos permitirnos invertir en nuestras propias metas y objetivos individuales».
Este, acentuó Rabí Schneerson, era su principal mensaje a los judíos norteamericanos:
«La única manera de que la judería estadounidense pueda vivir a la altura de su tarea histórica es mediante el autosacrificio, la propia abnegación, mesirat néfesh, por la comunidad judía».
«La cosa que más debemos temer en este momento es el espíritu de fracaso y la deserción que ha avasallado a algunos de nuestros mejores elementos en este país frente a los crecientes efectos de los así llamados «movimientos interconfesionales», del aguado del contenido mismo de nuestra religión al punto de que nuestros niños ya no saben si son judíos o no.
«La caridad comienza por casa.
«No podemos hablar de asumir responsabilidad por el resto del mundo judío, de construir nuevos centros de Torá y judaísmo en otra parte, siquiera en Eretz Israel, cuando aquí mismo, en medio de nosotros, nuestros hermanos y hermanas están siendo devorados. Más aún, no tenemos derecho a enseñar y a orientar a otros si en el hogar descuidamos la mismísima cosa que queremos que otros hagan.
«Pero», advirtió el Rebe con una sonrisa, «no quiero que transmitas la impresión de que meramente doy musar –exhortaciones morales–. Nunca ha sido el estilo de Lubavitch dar solamente musar. El musar sólo nos sirve como un medio hacia la acción. Cualquier cosa que digamos o prediquemos debe dirigirse a alguna meta activa. Nosotros mismos podemos señalar asombrosos resultados que recurren a círculos cada vez más amplios de elementos no-religiosos así como también religiosos de nuestro pueblo».

En respuesta a la mirada de sorpresa en mis ojos, el Rebe continuó:
«Sí, dije círculos no-religiosos. Verás, siempre ha sido la creencia de Jabad que no hay un solo judío, no importa cuán lejos pudiera parecer estar o creer de sí mismo que se ha apartado del centro del judaísmo, que no tenga algún punto bueno, alguna mitzvá particular que por naturaleza o inclinación pueda promocionar. Esta chispa de bien en cada alma puede y debe utilizarse en beneficio de la comunidad judía y, a su vez, para el bien de la persona misma que lo hace. Por esto, el desaparecido Rebe de Lubavitch convocó no sólo a los judíos ortodoxos a cooperar en esta tarea después de radicarse en este país hace diez años, sino que se valió de todo tipo de judíos que tenían el poder y la voluntad para contribuir con algo, alguna capacidad o habilidad particular en beneficio de la ofensiva para promover la educación judía y la vida de Torá».
Rabí Schneerson hizo una pausa. Durante algunos minutos permaneció sumido en la reflexión. Luego dijo:
«Tomemos conciencia de esto. El pueblo judío ha sido tan pesadamente diezmado en la última década, o en las últimas dos, que cada uno de nosotros debe contar, y contar doblemente. Y es por esta razón que este llamado para tomar la ofensiva por el judaísmo de Torá no es dirigido solamente al observante. Los triunfos importan por lo que logran objetivamente y por lo que hacen a la persona involucrada. En este aspecto, también, una mitzvá es su propia recompensa.
«Muchos de aquellos que pueden pensar de sí mismos que están perdidos como `Apikorsím‘ realmente no lo están, y sólo precisan algún estímulo, algún puente para encontrar el camino de regreso.

«Estaba, por ejemplo, aquel hombre que visitó al desaparecido Rebe de Lubavitch para pedir su consejo acerca de una cuestión comercial. Después de haber contestado la pregunta, el Rebe sugirió que se pusiera tefilín. El visitante protestó: `¿Qué sentido tiene hablarme a mí de tefilín si yo no creo en nada? Soy un apikoires‘».
«No tan fácilmente uno se vuelve Apikoires«, contestó el Rebe. «Uno tiene que saber mucho de las preguntas y los problemas, y conocer las respuestas, y entonces rehusarse a aceptarlas, para merecer este título. Primero ponte tefilín; descubrirás que sólo necesitas un puente tal para encontrarte a ti mismo».

Mientras me retiraba, abrumado por la experiencia espiritual de la breve hora que había tenido el privilegio de pasar con el nuevo Rebe de Lubavitch, éste acentuó nuevamente una advertencia anterior.
«El único propósito de nuestra conversación puede ser hablar sobre el trabajo que el desaparecido Rebe de Lubavitch ha comenzado en este país, y al que ha sido capaz de atraer a tan variados grupos de judíos. Este trabajo debe continuar, y así será, con la ayuda de Di-s. Todos nosotros debemos contribuir a esta histórica misión. Esto es lo que quiero que transmitas a tus lectores. Y si ayuda a que se den cuenta de cuál es nuestra tarea, y ponen su hombro, entonces nuestro tiempo estuvo realmente bien invertido».
Este es el nuevo Rebe de Lubavitch.
El alto cargo, la admiración de la gente, la carga de orientar innumerable actividades de organizaciones internacionales, no ha estropeado su modestia.
La publicidad es buscada generalmente por líderes de tamaña estatura, pero el nuevo Rebe no es ese tipo de líder. Como una vez dijo a una reunión de sus compañeros de trabajo:
«Nosotros, nosotros mismos, no contamos. Es nuestra tarea, nuestra sagrada misión judía, lo que importa. Y si sólo queremos continuarla, nuestra meta no quedará sin logro».

(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).


 

Gershon Kranzler

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