Más allá del honor
Figura en la Guemará (Talmud) que Onkelós hijo de Kalonimos, primo del entonces emperador romano Adriano, se convirtió al judaísmo. Era una ofensa muy grande para el imperio, pues sabemos cómo odiaban los romanos al pueblo judío, hasta el punto de que fueron ellos quienes destruyeron el Bet Hamikdash (Templo sagrado de Jerusalem), exterminando a millones de almas, y desterrando a millones de familias.
Envió el emperador un batallón de soldados romanos a la casa de Onkelós, pero éste los convenció con palabras de Torá, y se convirtieron también ellos.
Mandó otro batallón para apresarlo, y el emperador les dijo a los soldados: «¡No hablen con él una sola palabra!». Cuando llegaron, el que empezó a hablar fue Onkelós, quien les dijo:
«Quiero decirles una cosa simple: El soldado raso levanta una antorcha delante de su sargento. El sargento, alumbra a su capitán. El capitán sostiene su antorcha delante de su general, y éste, delante del jefe de los ejércitos. Pero el jefe de los ejércitos tiene que hacerlo delante del rey, para alumbrarlo. Ahora díganme ustedes: ¿Un rey levanta su antorcha delante de alguien para alumbrarlo?».
«¡Claro que no!», respondieron. «¡Un rey es un rey…!».
«Pues quiero que sepan», les replicó Onkelós a los soldados, «que Hashem, que es el rey del Universo, levantó Su antorcha para alumbrar a Sus Hijos cuando salieron de Egipto. Como está escrito: «Y Hashem iba delante de ellos, de día, en una columna de nubes, y en la noche, en una columna de fuego…».
Al escuchar esto, todos los soldados que allí estaban, se convirtieron al judaísmo.
El César volvió a mandar un batallón, pero esta vez le advirtió: «!No le presten atención a nada de lo que haga, y tráiganmelo inmediatamente para acá…!» Así lo hicieron, y cuando lo estaban sacando a Onkelós de su casa, éste miró la Mezuzá de su puerta; puso su mano sobre ella; la besó, y se rió.
Le dijeron los soldados: «¿De qué te ríes? ¡Dentro de poco te van a condenar y vas a morir!».
Entonces Onkelós les dijo: «Estamos acostumbrados a ver que en un palacio, el rey se encuentre adentro, y los súbditos afuera. ¿Vieron ustedes alguna vez que suceda al revés?».
«Por supuesto que no», respondieron.
Y Onkelós les explicó: «Sin embargo, Hashem no se conduce como un rey de carne y hueso. Mientras Sus Hijos están adentro de sus casas, él está afuera, en la Mezuzá, protegiéndonos. Como está escrito: «Hashem cuidará tu entrada y tu salida, desde ahora y para siempre».
Cuando los soldados escucharon esto, se convirtieron, y el César ya no mandó a nadie más para apresar a Onkelós (Maséjet Abodá Zará 11).
Después de leer este relato, cabe preguntar qué fue lo que vieron los soldados romanos, que se impresionaron tanto, hasta el punto de tomar la decisión inmediata de convertirse al judaísmo.
El Rab Abraham Shabot Shelita, explicó: Aquellos soldados estaban acostumbrados a ver que si una persona alcanzaba el poder y la gloria, utilizaba su posición para hacerse servir, como los emperadores romanos, que eran tiranos y dictadores. Cuando escucharon las palabras de Onkelós, descubrieron algo que no existía dentro de sus conceptos: Que alguien mayor sirva a alguien menor. Aprendieron que hay algo que produce más satisfacción que recibir honores: Prodigar a los seres queridos, lo que éstos no tienen. En este caso, el mayor, el más grande de todos, el Creador del Universo, el que todo lo puede y el que todo lo posee, «atiende» a sus seres queridos, y no sólo para beneficiar a los receptores de Su infinita Bondad, sino también para sentir la inmensa satisfacción de verlos gozar de Su Protección. Cuando los soldados romanos vieron este aspecto tan extraordinario de la Torá, quisieron cobijarse bajo las alas del que la entregó a Su Pueblo…
(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )
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