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Maor Hashabat: Una Llama Envolvente

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

La Torá cuenta de la fantástica e inigualable categoría, jamás alcanzada por acontecimiento alguno en toda la historia. Nada comparable a la categoría de la entrega de la Torá del Shamaim, que había en ella «(debarim 4:14)».

En ese momento, en el Monte Sinai, reposó la Presencia Divina con toda su potencia, alcanzando, quienes estaban allí presentes en ese momento, una purificación íntegra: «El instinto negativo se fue de ellos, y fueron como ángeles» (Abodá Zará 5.).

Y en cada generación y generación, cuando los santos que habitan la tierra se elevan estudiando Torá, tal como fue entregada en Sinai, baja un fuego del cielo y los rodea. Ya que así contaron de Yonatan Ben Uziel, que cuando estudiaba Torá, cada pájaro que volaba por encima suyo, se quemaba (Suca 28.),

La Guemará (Yerushalmi Jaguiga 3-1) cuenta que, estando Rabí Eliezer y Rabí Yoshua en medio de un banquete, hablando palabras de Torá, bajó un fuego del Cielo y los rodeó. Tembló el anfitrion y dijo: «Acaso ustedes vinieron para quemar mi casa?». Le contestaron: «No, pero hablábamos palabras de Torá, y era tan regocijante como lo fue su entrega en el Sinai. Y acaso no fue entregada con fuego…? También aquí hubo fuego y nos rodeó».

La hija del Tzadik Rabí Iaish Korin Z»ZL de Teman (Rep. De Yemen), contó acerca de un hecho del que fue testigo: estaba frente a la ventana de su casa, cuando vio a su padre caminando por el parque cercano. Se lo veía absorto, y concentrado en sus pensamientos. Al llegar a un extremo del parque, marcó un círculo a su alrededor, y se sentó allí a estudiar. Parecía un ángel. De pronto bajó un fuego del Cielo y lo rodeó, ante la mirada maravillada de su hija. Cuando regresó el padre a su casa, le preguntó acerca de lo que había visto, y él le contestó: «dichosa hija mía, que tuviste el mérito de presenciar esto, pero prométeme que no le contarás a nadie.
Prometió la joven, y guardó este secreto hasta su ancianidad, revelándolo recién allí a Rabí Zeadiá Jusa, quien lo trascribió en su libro.

Es sabido, que la Guemará aconseja a cada estudioso de Torá, que la estudie con vibración, sudor y consternación, como en el momento que fue recibida.
Observamos aquí, que cada estudioso de Torá, se acerca de alguna manera, a la categoría alcanzada por quienes estuvieron presentes en el momento de la entrega en Sinai.

«Todo aquel que estudia Torá, la Presencia Divina se encuentra frente a él» (Tamid 32:2). De esta forma él se purifica y se eleva, y de esta manera desconecta el instinto negativo, y se hace parte de la carroza de la Presencia Divina».

Son conocidas las palabras del Rambam: «No un pensamiento de pecado se fortalece, sino en un corazón vacío de Torá, porque cuando el corazón está pleno de palabras de Torá, hay aquí cierto aspecto de la anulación del instinto, como lo hubo en el momento de la entrega de la Torá».

Pensamos que estamos muy lejos de esto? Veamos lo que dijo el Jazón Ish, no hace más de sesenta años:
«Cuan grande es la belleza de la Torá, pero no se puede apreciar esto, sino estudiando de continuo durante tres o cuatro horas sin interrupción, sin esto, no podemos siquiera imaginar que significa esta espiritualidad. Y mucho más después de cinco horas…
Cuánta elevación hay! Cómo es posible, a quien tenga a su alcance esta posibilidad, interrumpir su continuidad, y perder tanta belleza?. Es como sacar del fuego una olla donde se están cocinando deliciosos manjares, dejarla enfriar, y luego volver a ponerla. Y después de seis horas de estudio?! La persona se olvida del mundo y sus preocupaciones y se apega a las cosas espirituales… Y después de siete horas…?! La persona se siente cerca del Creador… ya no tiene las apetencias de este mundo pasajero, y se llena de alegría. Después de ocho horas, incluso, no cabe en su corazón ningún pensamiento de ambición o materialismo, y todo su ser anhela la cercanía con Hashem.
Y después de nueve horas…?! Su santidad es tan elevada!
Y después de once horas?! No podemos imaginar, y no hay palabras para describir su situación y su sentimiento!.

Seguramente, si el Jazón Ish, puede contarnos esto con tanta claridad, es porque él mismo lo experimentó. Cómo podemos nosotros vivenciar estas sensaciones incomparables? Cuál es el secreto?
La palabra Ieshivá, que se utiliza para nombrar el lugar donde se estudia Torá, quiere decir: estar sentado.
Podríamos pensar, con justa razón, que la base de este nombre, proviene de la costumbre de sentarse en el momento de estudio, pero no es así, ya que antiguamente, se acostumbraba a estudiar de parado.
Ieshivá, proviene de la palabra Ishuv, que significa tranquilidad… sosiego…

Vale decir, si se necesita tranquilidad, no es posible estudiar mientras temas mundanos rondan alrededor de nuestra cabeza, sino que debemos luchar por desconectarnos del materialismo.
Cabe destacar, que la necesidad de desconexión de la que hablamos, es especialmente difícil en esta generación, que nació rodeada de seducciones que la asechan sin tregua.

No se trata de seducciones, cuyo peligro es notable, y que por naturaleza, la persona escapa de ellas.
Nos referimos a aquella que se presentan con imágenes de una vida suntuosa, cuando la persona es tentada a pensar que está obligada a adquirir para su casa tal o cual artefacto, y con eso asegurará su tranquilidad.

Dichosa la persona que sabe desconectarse, y logra que su tiempo de estudio sea íntegro y completo, porque seguramente podrá probar el sabor maravilloso e inigualable del que nos habla el Jazón Ish.

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