Maor Hashabat: Quisimos, quisimos… y finalmente.

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh
Rab Shalom Meir Valaj cuenta en su libro una historia que tiene relación con nuestra Perashá y una enseñanza para cada uno de nosotros.
Era un judío desafortunado. En ningún negocio tenía éxito.
Un día le comentó a su mujer: «Llegó al pueblo un mago adivino y dicen de él que es infalible».
«Ve a verlo, probablemente te de un buen consejo… ¡Quizás cambie tu suerte! – Le respondió ella.
Se espantó de solo pensarlo. él cumplía las Mitzvot. Un judío fiel. «De ninguna manera. La Torá prohíbe consultar a brujos, prohíbe apoyarse en los consejos de los adivinos. Está escrito: ‘íntegro serás en el temor a D-os, tu D-os todopoderoso'». Aclara Rashi: ¡no investigues eventos futuros y misteriosos!
La esposa insistió e insistió… y él se negó y se negó… pero finalmente fue.
Entró al cuarto en penumbras.
El mago mezcló las cartas, murmuró unas cuantas palabras y dijo en voz alta: «veo que tienes suerte para una sola cosa… robar».
Se asustó y huyó.
La mujer lo esperaba ansiosa: «¿Qué te dijo?»
«Nada. Dijo que no veía ninguna salida para mí».
Ella se lamentó. él esbozó una sonrisa.
«¿Qué es lo gracioso?» Le preguntó ella.
«Me acordé de una broma». Respondió herméticamente.
«¿Mi mundo está en tinieblas y tú sonríes?» Protestó la esposa. «Cuéntame y reiremos juntos…».
No deseaba contarle, trató de evitarlo, dio vueltas… y finalmente le confesó: «escucha lo que el mago me dijo».
Escuchó y empalideció. Exclamó: «¡Eso de ninguna manera!»
Pero la situación se agravaba día a día, no tenían pan para comer, los niños lloraban de hambre y ella comenzó a dudar: «De cualquier manera, si esta es su suerte…»
El hambre presionaba cada vez más.
No quiso y no quiso… y finalmente se decidió: «Solo robaría 10 monedas para comprar pan. Nada más».
El intento fue exitoso, en medio de remordimientos y palpitaciones. Compró tres panes para saciar el hambre de los niños.
El pan se acabó y las tensiones regresaron… Su decisión se disolvió… no quiso, no quiso y fue nuevamente. Pero esta vez fue atrapado.
Y ya lo dice el refrán: «El final del ladrón es el patíbulo».
A los pies del patíbulo, el mago, que encarnaba al mal instinto, lo mira sonriente: «No te imaginas cuanto me esforcé para traerte hasta aquí…».
En síntesis: «se negó y se negó… pero finalmente fue». ¡Una frase tan conocida por nosotros…!
Frente a nosotros un buen judío (como nosotros), abastecido con la información correcta (como nosotros), que toma las decisiones adecuadas (como nosotros) y a veces no tenemos fuerza para mantenerlas con firmeza…
¿Cuántas veces decidimos agregar una clase de Torá? Estamos convencidos que ellas modelan a la persona, son el negocio verdadero y eterno, son la llave de la dicha en los dos mundos. ¿Y entonces?
¿Por qué no lo hicimos? Quisimos… quisimos y finalmente nos rendimos. Aflojamos y nos dimos por vencidos.
Este es solo un ejemplo, pero hay muchos otros. Cuantas veces decidimos restringir la lectura que ingresa en nuestros hogares, los diarios, las revistas… ¿y qué ocurrió? Se disolvió la decisión.
Nos cuenta la Perashá, que Iaacob le pide a Esav que tome el arco y la flecha, envaine su espada y salga a cazar una presa, con la que le prepararía una exquisita comida.
Cuentan los Jajamim, que Esav poseía las vestimentas de Adam Harishon, las que le había quitado a Nimrod luego de matarlo.
Ropas que hacían que todas las bestias se prosternaran frente a quien las vestía.
Pero Esav no las usaba. Las dejaba en su casa.
¿Por qué no las usó Esav? ¿Acaso no fue a cazar? ¿Por qué no aminoró el esfuerzo?
Por cuanto era espléndido en el cumplimiento del precepto de respetar a los padres: si su padre le había ordenado tomar una espada y una flecha, él debía esforzarse en la cacería.
¡Qué calidad en esta cualidad!
Pero dice el Pasuk: «Y fue Esav al campo para cazar una caza para traer». Explica Rashi: ¿qué significa ‘para traer’? Si no encontrara una presa, la robaría. En el Targun Yonatan se agrega que como no tuvo éxito en la caza, encontró un perro, lo mató y con él preparó la comida para su padre.
¡¿Un perro?! ¡¿A Itzjak?! ¡¿Ese era el espléndido honor que le rendía al padre?!
La respuesta es conocida: la decisión era correcta, la voluntad férrea. Pero él se rendía frente a las dificultades.
La caza no tuvo éxito. No quiso… no quiso… y finalmente llevó un perro.
Esa era la personalidad de Esav.
¡Pero nosotros, los descendientes de Iaacob, seamos consistentes! Mantengamos nuestras decisiones con convicción y firmeza.