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Maor Hashabat: Que sueñes con los Angeles

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

¿El sueño es un placer, o un castigo?
No responda. ¡Su respuesta puede revelar su situación psíquica…!
El sueño es un castigo. Durante su vida, ¿120 años? la persona derrocha más o menos un tercio durmiendo. ¡¿Más de 40 años?!

Supongamos que viene alguien y nos dice: «te premio con 40 años, los 40 años que debieras dormir… solo con un comprimido, sin pinchazos, una cápsula y no duermes más.
¿La tomaremos o no?
Por un lado: ¡seguro! Obtendremos 40 años más de vida. Pero por otro lado…
Un momento. Entonces qué ¿No dormiremos más? ¿Qué haremos por la noche? ¿Qué haremos mientras todos duermen?

Queridos amigos, el sueño es un castigo.
Por lo menos para la persona que tiene mucho para hacer mientras está despierto, el sueño es un castigo, así como para quien, en estado de vigilia no tiene nada que hacer, es el escape perfecto.
En realidad tenemos prohibido dormir, ya que si nuestra finalidad en la vida es alcanzar, por ejemplo, un doctorado, o acumular millones… mientras no lleguemos a nuestra meta, no deberíamos dormir.
Entonces, ¿por qué nos detenemos?

Porque a pesar de no haber llegado todavía a nuestra finalidad, debemos hacer un alto para recargar fuerzas y continuar al día siguiente.
Pero no nos equivoquemos pensando que el descanso es nuestro objetivo y no solo un medio para llegar a él.

Nos cuentan los Jajamim, que cuando nuestro padre Iaacob salió de Beer Sheva, un pozo de agua iba delante de él, milagrosamente.
El viaje desde Beer Sheva hasta Har Hamoriá demoraba dos días, pero Iaacob protagonizando un nuevo milagro, tardó medio día en llegar. Cuando arribó a Har Hamoriá era el mediodía.

Al llegar, le dijo Hakadosh Baruj Hu: «Iaacob, el pan está en tu bolsa y el pozo delante de ti, para comer y beber. Recuéstate en este lugar para descansar», ya que deseaba rebelársele en su sueño con la visión de la escalera y con promesas para la eternidad.
Le respondió Iaacob: «Ribonó Shel Olam, el sol aún no se ocultó, ¿y yo me recostaré en este lugar prematuramente?».
Inmediatamente, Hashem escondió el sol, completamente fuera de horario, para que Iaacob durmiera allí y tuviera el privilegio de recibir la profecía.

¡Qué prodigios encierran estas palabras! «¡Sabemos que los actos de nuestros padres son señales para sus hijos!»
Este es un mundo de acción y se nos ordenó: «Todo lo que esté al alcance de tu mano para hacer, según tu habilidad, debes hacer».
Aunque viniera D-os, supuestamente, y te sugiriera descansar: ¡Creador del Mundo! ¡El sol todavía no se puso, aún tengo fuerzas y mientras la vela esté encendida, se puede mejorar! Pero debemos tener claro cual es nuestra meta en la vida.

¿Existe mayor pérdida que la que siente una persona al llegar a una edad avanzada y comprobar, en el final de sus días, que estuvo corriendo durante toda su vida, ¡detrás de cosas importantes!, pero su meta… no la alcanzó?
Nuestra finalidad es espiritual. Prueba de ello es que en este mundo no nos quedamos, de la misma forma que si alguien se aloja temporalmente en un hotel, no pensaremos que esa es su casa.

Pero a veces nos confundimos y trabajamos aquí como si esta fuera nuestra morada definitiva, esforzándonos por satisfacer todas nuestras necesidades, dejando de lado nuestra meta espiritual. No hay nada más peligroso que eso.

En uno de los seminarios dictados por una organización de Israel, dedicada a difundir la Torá, la última noche, después de tres días de conferencias sobre diversos temas, se organizó un debate en el que, cada uno de los participantes contaba qué lo había llevado allí, qué había sentido en las conferencias, qué enseñanza le quedaba… etc.

Uno de ellos pidió la palabra. Una persona de 80 años, se adelantó y dijo:
«Yo les quiero hacer una pregunta, a ustedes, los conferencistas. Una sola pregunta. ¿Por qué hoy? ¿Dónde estaban hasta ahora?». Comenzó a llorar. «¿Por qué vinieron recién ahora? Yo se que los Jajamim dicen que nunca es tarde, es cierto. Pero, ¿dónde estaban hasta hoy?».

Y no nos referimos solo al Mundo Venidero, sino también a este mundo. Si alguien descubre que entregó sus mejores años a su trabajo, a sus ocupaciones, dejando de lado a su familia, a sus hijos, cuando llega al final de su vida y descubre que este es un mundo pasajero… que en realidad la meta era espiritual y él no la alcanzó… ¿Hay mayor sufrimiento que este? ¿Hay una catástrofe mayor que esta?

Se asemeja a una persona que durante años preparó un auto de carreras para participar en una competencia internacional. Trabajó duro para ponerlo a punto. Cuidó cada detalle. Pero cuando estaban en la línea de largada… se distrajo con una película que lo atrapó, cuando accidentalmente encendió su DVD.
De pronto se apagaron las luces de la pista. La carrera había terminado…

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