Estudiando
2.Noaj
El Libro De Bereshit (Génesis)
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Maor Hashabat: Las Prioridades

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

Noaj era un hombre justo e íntegro.
Se conducía según la voluntad de Hashem. Así atestigua la Torá acerca de él.
En primer lugar, debemos recordar que Noaj era un profeta.

Así como podemos imaginar a nuestros grandes sabios, en todas las generaciones, después de haber estudiado sobre sus vidas y absorbido sus enseñanzas, hasta poder afirmar que, ninguno de ellos realizó un acto, en toda su existencia, sin analizar previamente sus consecuencias y repercusiones en el Cielo.
Cuanto más, cuando nos referimos al primer acto del Tzadik Noaj, tan cercano a D-os, con vistas a la reconstrucción del mundo, después del devastador diluvio.

No tenemos ninguna duda, que su primer acto al abandonar la Tebá, fue largamente meditado y fruto de un profundo razonamiento previo.
¿Y cuál fue este primer acto, para reconstruir el mundo, después que estuvo cubierto por las aguas durante un largo tiempo?
De todos los frutos que traía consigo, Noaj decidió plantar un viñedo. ¿Por qué?

A simple vista, no es difícil descubrir el motivo, ya que de su fruto, la uva, surge el vino, la bebida que alegra y estimula a las personas.
No cabe duda que, los pocos sobrevivientes, necesitaban imperiosamente un poco de vino, para mitigar la impresión producida por la destrucción que se desató frente a sus ojos.

Ellos fueron testigos de la desaparición de la humanidad, en su totalidad, y junto a ellos, los animales domésticos y las bestias salvajes. También la vegetación fue arrasada por las incontrolables corrientes de agua.
Hasta es comprensible que necesitaran un poco de vino, para estimular el ánimo, decaído después de un año encerrados en la Tebá, trabajando sin descanso ni pausa para alimentar a cada especie, de las que poblarían el mundo, en su hora y según su necesidad.
El vino es la bebida que, por naturaleza, alegra el corazón: «No se canta sino sobre el vino» (Berajot 35).
En una boda, en un Berit Milá, se bendice sobre una copa de vino. El Zimun (bendición que se dice previamente al Birkat Hamazon cuando hay tres hombres) se dice sobre una copa de vino.

Noaj debía agradecer al Creador por el milagro de su salvación. Era apropiado que le cantara alabanzas y alzara una copa de bendición.
Según el alcance de nuestro razonamiento y la más pura y sencilla lógica, es, seguramente, lo más oportuno.
Pero en el vino se encierran muchos y elevados secretos.

Nuestro patriarca Abraham hizo una fiesta, con motivo del Berit Milá de Itzjak, en la que agasajó a sus invitados con exquisito vino. Iaacob, fue bendecido por el vino que le llevó a su padre. Iosef, le envió a su padre vino añejo.
Sobre el Altar, en el Bet Hamikdash, se vertía vino, también cuando llegue la Redención, tenemos la esperanza de beber del vino guardado a tal efecto.
No en vano decidió Noaj plantar un viñedo, en un comienzo.
Pero esta vez, este acto tan elevado, fue considerado un pecado…
De ser un Tzadik, un hombre elevado y recto, que se comporta según la voluntad de Hashem, se transformó, súbitamente, en una criatura terrenal. ¿Cuál fue su equivocación?

La respuesta es sencilla y corta: El error se ocasionó al confundir la escala de valores y el orden de las prioridades.
El vino es dulce y estimulante.
Pero en un mundo destruido y desolado, el primer acto, no puede ser plantar un viñedo.
Lo correcto es sembrar semillas de trigo, tomate, árboles frutales. Una vez asegurado el alimento, se puede pensar en alegrarse con el vino.

Ciertamente, si hubiera preparado lo necesario para tener pan, comida, frutas, el vino, hubiera sido para bendición, pero pensar en plantar un viñedo desde un principio, fue un error en la escala de valores. Y esta Perashá viene a enseñárnoslo, dejándonos su sabiduría, como cada una de las Perashiot de la Torá, para que aprendamos como conducirnos por la vida, en todo momento.
Hay una escala de valores, claramente diseñada, y sobre ella, un orden de prioridades.

Es muy importante ocuparse de los negocios, es lógico buscar las inversiones más rentables, es aceptable cultivar amistades influyentes, pero si previamente nos ocupamos a conciencia de la educación de nuestros hijos.
En cada aspecto de nuestra vida, hay un orden de prioridades.
La Halajá prohíbe comer antes de la Tefilá. Esto es parte del orden diario.
Antes de comprar una casa, hay que preguntar por el Bet Hakneset y la escuela donde estudiarán los niños. éstas son las prioridades.

Cuenta una persona que, cuando enfermó uno de sus hijos, se encontró con un buen amigo, quien le preguntó en qué podía ayudar para aliviar su situación.
él le respondió que rezara por el pronto restablecimiento de su hijo, tomó un papel y le escribió el nombre del niño y el de su esposa.
Pero su amigo volvió a preguntarle en qué, realmente, podía ayudarlo.
No entendió que la mejor ayuda era que el niño sanara pronto, para que su familia sufriera menos, y este voluntarioso amigo hubiera podido influenciar en las posibilidades de su pronta curación, rogando a Hashem por ella, pero le pareció poco importante esa ayuda, cuando en realidad era la mejor y la más eficaz.

Esto es comparable a la actitud de un padre, desesperado porque no sabe que hacer para ayudar a su hijo, que se encuentra internado en un hospital, gravemente enfermo.
De pronto, uno de los doctores más conocidos del mundo, una eminencia de fama internacional, ingresa a la habitación donde se encuentra el niño.
Este conocido especialista, se acerca al padre y le pregunta en qué puede ayudarlo.
La respuesta no se hizo esperar: «Cuando regreses a tu casa, avísame, así voy contigo y me ahorro el dinero del taxi».
Estamos de acuerdo en que, teniendo frente nuestro a un eximio doctor, con quien es muy difícil conseguir una cita, debido a sus múltiples ocupaciones, que se presentó espontáneamente, sin que nadie lo haya llamado y nos ofrece su ayuda, ante una situación desesperante, a nadie se le ocurriría pedirle el gran favor de que lo lleve en su auto, para ahorrarse el costo del taxi.

Tengamos claro cuál es el orden de las prioridades en nuestra escala de valores.

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