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Maor Hashabat: La Verdadera Alegria

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

Hace menos de una semana que hicimos ayuno, afligimos nuestras almas, doblegamos nuestro cuerpo, hicimos diez confesiones y cinco clases de ayuno. Nos presentamos muy avergonzados…
No pasó una semana, ¡y ya estamos en tiempo de alegría! ¿No es acaso demasiado drástico este cambio? ¿No es contrapuesto?
Cuarenta días de selijot (súplicas), cuarenta días de examinar nuestra alma hasta el abatimiento. ¿Qué hace la alegría aquí?

Es conocida la historia del niño que llegó a su casa con el boletín de calificaciones, y se lo entregó a su padre para que lo firme.
Leyó el papá: Tefilá, insuficiente; Mishna, insuficiente; el pequeño seguía cada movimiento de su padre con el corazón oprimido. Su papá permanecía inmutable: Hebreo, insuficiente; matemáticas, insuficiente; canto, excelente…
Pum! – un cachetazo sonoro.
El niño llora: -Pero papá, ¿por qué justo cuando lees la calificación de canto, que es donde me destaqué? El padre le responde con los ojos brillosos: -¿con estos puntajes te quedan ganas de cantar?…
Nosotros, después de todas estas confesiones, después de tantas súplicas ¿podemos festejar ‘el tiempo de la alegría’?
Si el niño es perezoso, y simultáneamente canta con alegría, se merece un castigo.
Pero si trajo su boletín con lágrimas en los ojos, y prometió cambiar su rumbo y estudiar con esmero, y su padre aceptó la promesa y firmó. Seguro que en ese momento florece la alegría.

Lo mismo sucede con nosotros: en Rosh Hashaná y Yom Kipur, Hashem nuestro Padre recibió nuestras sentidas Tefilot, y nos sello en el libro de la vida. Lo que pasó, pasó. De aquí en adelante una cuenta nueva. ¡Aquí llegó el tiempo de nuestra alegría!
Cuentan que en una oportunidad, un alumno del Gaon de Vilna ZZ»L, le preguntó cual es la mitzvá más difícil de cumplir.
El Shabat, por ejemplo, no es una mitzvá muy difícil de cumplir, ya que a pesar que las leyes son muchas, con el tiempo uno se acostumbra, y descubre que es un regalo que Hashem tiene guardado entre sus tesoros para el pueblo de Israel.
En la fiesta de Pesaj nos privamos de comer jametz (comidas leudadas), a esto probablemente se lo podría llamar una dificultad.
O quizás, la mitzvá de amarás a tu prójimo como a ti mismo. A ti mismo, sin condiciones ni diferencias, como a ti, igual que a ti.

La respuesta del Gaon, estremeció a todos los presentes: -La mitzvá más difícil de cumplir, dijo con firmeza, es la de estar contentos en las fiestas.
Se conmovieron sus alumnos: -¡Pero si esa es la mitzvá más linda! Tener alegría ¿Quién no quiere tener alegría? Pero pronto comprendieron hasta cuanto es difícil…
Pensemos: Esta es una obligación de la Torá. Estar alegre sin interrupción durante ocho días, casi doscientas horas, 11520 minutos… los niños pelean, la esposa se mortifica, la suegra está en camino, el lulab se hizo pasul (no apto), la comida se enfrió, se pinchó una goma del auto, llegó la factura de gas después de tanta calefacción… y no está permitido enfurecerse.
No solo eso, sino que sobre mi recae la obligación de alegrar a quienes me rodean.

Nos preguntamos: ¿qué quiere decir ‘alegría’? ¿Alegría es hacer bromas, reírse, comprarnos algo añorado, embriagarse?
Cuando la persona busca alegría satisfaciendo sus deseos materiales, nunca la va a alcanzar, siempre le va a faltar algo, siempre va a haber algo en poder de otra persona que él todavía no tiene…
La verdadera alegría es la espiritual, la que proviene del alma.
El alma sabe que este mundo es pasajero, y atesora para el mundo venidero, regocijándose con el estudio de la Torá y el cumplimento de las Mitzvot.

Nos conto el Rab Shlomo Levinshtein, sobre una persona llamada Moshe, quien después de diecisiete años de casado, no había tenido hijos.
Una de las segulot más difundidas para tener hijos, es la de subir al Sefer Torá en la última aliá de Rosh Hashana, en la que se habla de cuando Sara dio a luz a Itzjak.
Moshe compró esa alia, esperando ser bendecido con la llagada de un hijo.
Cuando se acercaba el momento en que le tocaba el turno de subir al Sefer, se dieron cuenta que la alia anterior a la suya había sido vendida a sus hermanos, quienes también hacían tefila en ese Bet Hakneset, y según la halaja, no puede subir un hermano a continuación del otro…
Moshe, decididamente, le dijo a su hermano: -No hay problema, sube tú.
El hermano, en principio, intentó cederle el lugar, pero desistió ante su resolución y firmeza.

Cuando el público se dio cuenta de lo sucedido, comenzó a murmurar: como era posible que le dieran esa alia al hermano, si era Moshe quien la necesitaba. Quien tampoco se había dado cuenta hasta ese momento era su hermano, que estaba consternado, y no cesaba de pedirle disculpas.
Por su parte Moshe lo tranquilizaba, diciéndole que no se hiciera problema, que se quedara tranquilo, que lo perdonaba.

Al año siguiente, decidieron unánimemente, que esa alia sería para Moshe, y así se lo hicieron saber.
Pero para sorpresa de todos, Moshe les contestó que no era necesario, que no hacía falta… insistieron, pero él amablemente se negó. Todavía no podía explicarles, porque la novedad era muy reciente.
La gente, en ese momento no entendió su actitud, hasta que en Pesaj su esposa dio a luz mellizos.

Finalmente, Moshe no llegó a subir a esa alia, pero como él mismo dijo: la mejor segulá fue haber cedido mi lugar a mi hermano. Observemos cuanta alegría puede nacer de un acto de desprendimiento como este.

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