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8.Nitzavim
El Libro de Devarim (Deuteronomio)
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Maor Hashabat: La Fuente del Equilibrio

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

Atem Nitzabim Hayom Kulejem Lifné Hashem
Vosotros estáis parados el día de hoy, todos vosotros ante D-os

Rajel recibió sobre sí misma un compromiso digno de alabanza. Lo llaman a esto ‘oídos limpios’.
La palabra que se utiliza en hebreo para nombrar al oído es Oznaim, que viene de la raíz Moznaim, que significa balance-equilibrio.
Cuando estaba en edad de Bat Mitzvá, escuchó una conferencia que estremeció su corazón, y la impulsó a considerar sus oídos como a los órganos de mayor categoría.

El orador dijo así, y ella recuerda cada una de sus palabras: «Los oídos son la fuente del equilibrio del cuerpo, sí, el centro del equilibrio se encuentra en los oídos. Pero más importante que esto es el equilibrio espiritual. Si una persona desea elevarse en su categoría espiritual, debe adquirir el hábito del ‘oído limpio’, no escuchando palabras vanas, chismes, calumnias, y cuanto más evitando escuchar Lashon Hará o música profana que lastime el alma».

Rajel regresó a su hogar y les anunció a sus hermanas, pequeñas y grandes, sobre su decisión de tener ‘oídos limpios’. Ellas rieron, pero Rajel siguió en la suya… ni llegaba a pronunciarse una frase dudosa, que ella tapaba sus oídos con dos dedos y con pasos delicados abandonaba el cuarto.

Los años pasaron y Rajel se acercaba a la etapa más esperada en la vida de toda joven, la del casamiento.
Rabí Iecutiel Goldnskind, debía viajar de Yerushalaim a Tiberia, en Israel y como era su costumbre desde que los MP3 vieron la luz del mundo, se colocó los auriculares en sus oídos para escuchar su Shiur, mientras esperaba la trafic que lo llevaría a destino.

Ni bien abordó el vehículo, se sentó cerca del chofer y se desconectó de todo lo que pasaba a su alrededor. Sostenía en sus manos su Guemará y mientras sus ojos seguían la lectura, sus oídos estaban conectados a los auriculares.
La trafic continuó su camino, y unas paradas más adelante subió una joven religiosa. Se sentó en la parte trasera, a la derecha, y abrió un libro. También ella intentó desconectarse de todo lo que pasara en el taxi, pero fue en vano. Tres pasajeros subieron en la parada siguiente, conocían al chofer y entre los cuatro se entabló una conversación ruidosa sobre cosas mundanas.

Unos cuantos minutos después, uno de los pasajeros pidió que encendieran la radio y comenzó a escucharse una música deshonrosa con palabras desagradables.
Rajel intentó taparse los oídos con algodones, pero no era suficiente. El ruido era ensordecedor, por un lado los chismorreos bajos del chofer y sus amigos, y por otro las canciones superficiales. ¿Qué hago?

«Señor Chofer», se dirigió a él con suavidad, «le pido por favor – si es posible – que apague la radio, esto me molesta»
Su pedido solo sumó leña al fuego. Los pasajeros, faltos de modales, continuaron conversando y le pidieron al chofer que subiera el volumen, para mortificarla.
«Chofer», dijo Rajel con gentileza pero inflexiblemente, «si no apaga la radio, bajaré en la siguiente parada».
El chofer insolente, no solo no apagó el aparato sino que dijo: «Si bajas aquí no te devuelvo tu dinero». Los pasajeros se rieron burlonamente.

El Rab Iecutiel en silencio, desde su asiento observó lo que estaba ocurriendo
«No pedí que me devuelva el dinero», respondió Rajel, «Pare aquí y seguiré viaje en otra Trafic».
El gran cartel de la calle indicaba «Vadi-Aara», zona de población árabe.
Rabí Iecutiel le solicitó al chofer que accediera al pedido de la pasajera y que apagara la radio, pero este respondió negativamente.
«Si ella quiere, que se baje». Paró en la siguiente escala y mientras Rabí Iecutiel le pedía que no la dejara, el chofer la abandonó en medio del camino y siguió su ruta.

Cincuenta minutos más tarde, Rab Iecutiel ya estaba caminando por la calle.
Al cruzar la calle se encuentra con la joven pasajera, acompañada por una mujer anciana que caminaba con lentitud, ambas iban de la mano. Rab Iecutiel se detuvo.

«Con la ayuda de D-os, habían pasado solo tres minutos desde que me había bajado de la trafic, cuando pasó otra a mi lado, con un chofer gentil», le contó la joven. «Con su permiso quisiera contarle lo que ocurrió en el segundo taxi». El Rab apuntó su número de teléfono e ingresó para hacer la Tefilá de Minjá.
Tres horas más tarde…

«Rab, mi nombre es Rajel, desde que tengo doce años me cuido de tener mis ‘oídos limpios’, me alejo de los chismes y mucho más de la música profana. Lo que presenció hoy en la trafic, no fue una prueba fácil para mí. Cuando subí al otro taxi, me senté al lado de una señora anciana, la que hoy me acompañaba en la calle. Es una señora de más de 80 años, la Sra. Toba Erlij, quien antes que llegáramos a Tiberia me hizo un pedido: Rajel, estoy segura que estás apurada, pero te pido un pequeño favor, llévame al sepulcro de Meir Baal Hanes, hoy es 14 de Yiar, el aniversario de su fallecimiento. Tengo con este Taná una deuda desde mi niñez.
Curiosa, le pregunté cual era la deuda.

Ella me respondió: mi padre, Moshé, vivía en Yerushalaim con mucha pobreza y su semblante se veía afligido… uno de los Justos de Yerushalaim le aconsejó viajar a la tumba de Rabí Meir y rezar para, que por el mérito de este Taná, se le abrieran los portones del sustento. Así lo hizo, una semana entera lloró sobre su tumba… y se le dio vuelta la suerte. En dos años estudió orfebrería y en otro tanto se transformó en uno de los orfebres más ricos de Yerushalaim, dejándonos una herencia cuantiosa.

Mi padre sentía un reconocimiento especial hacia Rabí Meir, y cada aniversario volvemos a visitarlo y rezamos sobre su tumba. Antes de abandonar este mundo, papá nos dejo un testamento donde dice: ‘Yo pido, hijos míos, que mientras tengan vida sobre la tierra, cada 14 de Yiar visiten su tumba y agradezcan a D-os por los grandes favores que nos otorgó, por el mérito de Rabí Meir Baal Hanes’. Concluyó su testamento pidiéndonos que cada año busquemos una novia carenciada y cubramos todas sus necesidades, incluyendo el alquiler de un departamento durante un año.
¿Nu, Rujale, cuándo te casas? Me preguntó la Sra. Toba.

Con mucha vergüenza le conté que antes de ayer me comprometí, y ayer estuve deambulando una hora larga en Iad Jedvá, la organización de ayuda a las novias, en busca de alguna ropa adecuada, y quien sabe, quizás también el vestido de novia.
La Sra. Toba me abrazó muy fuerte y me dijo con lágrimas en los ojos: No necesitas ropa usada, nosotros te daremos todo, absolutamente todo, llegaste a mi como un regalo de Rabí Meir, tú serás la novia que llevaremos a la Jupá».

Rab Iecutiel, que la había escuchado con mucha atención le dijo: «No hay duda que tus ‘oídos limpios’, construirán un camino de bendiciones de primera clase durante el resto de tu vida».

La Torá nos dice en esta Perashá: «Vosotros estáis parados el día de hoy, todos vosotros ante D-os».
Nos estamos acercando a Rosh Hashaná, cuando nos presentaremos frente a Hakadosh Baruj Hu, que lindo sería llegar a ese día acompañados por Hashem, mostrándole que también nosotros lo tuvimos presente delante nuestro en cada momento y como Rajel, también cuidamos nuestros oídos de palabras vanas y desagradables.

Mucho se ha hablado del cuidado de nuestros ojos, y de nuestra boca, que por supuesto no debemos descuidar, pero también nuestros oídos son una ventana a nuestra Neshamá que debemos proteger celosamente…

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