Maor Hashabat: La Bendicion de un Niño

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh
El padre de una familia de Yerushalaim cuenta: «D-os me bendijo con una familia numerosa, y, como es de conocimiento de todo padre, las capacidades de cada uno de los hijos, son diferentes. Mientras que unos son hábiles y sagaces, otros son más lentos y necesitan más tiempo para entender y aprender.
Entre mis hijos también hay uno que, si bien no responde al tipo de niño con grandes dificultades de aprendizaje, con respecto a sus hermanos y al común de los niños de su edad, su capacidad de entendimiento es más limitada.
Nosotros, como padres, nos esforzamos en prestarle mayor atención que al resto de sus hermanos, tratándolo con paciencia y comprendiendo sus dificultades y estamos atentos para incentivarlo cuando es necesario, o lo contrario.
En cambio, sus hermanos, que no son conscientes de sus limitaciones, pero las perciben, se burlan de él, a pesar de nuestra insistencia en corregirlos y hacerles entender lo desagradable de esa actitud y nuestra desaprobación. Por supuesto, esto es producto de su infantil inocencia y no tienen intención de lastimarlo, por lo cual, paulatinamente han ido modificando su actitud. Pero, a veces, cuando estamos todos reunidos alrededor de la mesa, y surge algún tema que él no comprende, se ríen y lo apodan con algún mote desagradable con el que lo avergüenzan y humillan.
También fuera de la mesa familiar, durante algún juego compartido entre los hermanos, cuando surge algún entredicho, y él no demuestra las capacidades necesarias, la reacción no se hace esperar y las agresiones del tipo: «eres un tonto», «tú no entiendes nada…», aparecen espontáneamente. Y estas son las frases más suaves que debe escuchar.
También en la escuela, recibe una buena porción de humillación, de parte de sus compañeros que se burlan de él, cuando no comprende la explicación de la maestra y hace preguntas desatinadas.
Si en casa, a veces, la situación con los hermanos se torna difícil, cuanto más lo es en la escuela, frente a sus compañeros que se burlan y lo desprecian.
Sin embargo, él nunca reaccionó agresivamente a las provocaciones, sino que, por el contrario, aprieta los labios y continúa con su tarea como si nada hubiera pasado, algo que, a su madre y a mí no deja de sorprendernos, ya que pone de manifiesto las excelentes cualidades que posee.
En los últimos meses – continúa contando el padre – llamó mi atención que, cada vez que recibía una ofensa o un desprecio de otro niño, movía sus labios murmurando algo de forma casi imperceptible. Agudicé mi oído para tratar de entender lo que decía, pero no pude captar ni una palabra.
Al principio, no me daba cuenta que lo hacía solo cuando era agredido, pero a medida que lo fui comprobando, creció mi curiosidad y fue entonces cuando le pregunté qué era lo que murmuraba. Su respuesta me mostró la elevada categoría espiritual, máxime tratándose de un niño de solo nueve años, además de ser portadora de una gran enseñanza, la que quiero compartir con todos los padres. Ningún hijo debe ser despreciado, aunque no sea tan brillante como sus hermanos, ya que D-os puso en él otras virtudes, gracias a las cuales podrá superarse y llegar al máximo de sus posibilidades, no menos que otro niño capacitado.
Mi hijo me contó, con su dulce inocencia infantil, que encontró en el Bet Hakneset un libro, en el cual leyó un concepto de Rab Jaim Kanievsky, que le produjo una gran impresión, según el cual, cuando un yehudí es agredido o avergonzado, y éste se contiene y no responde, es el momento ideal para pedirle una bendición (una historia relatada en este folleto hace algún tiempo).
«Lo que leí en aquel libro, penetró en mi corazón, no solo porque provenía de un grande de nuestra generación, sino porque pude percibir la profundidad de las palabras, sabiendo, por propia experiencia, cuántos méritos posee una persona que calla cuando es agredida injustamente.
De pronto, me sentí inmensamente feliz. Me di cuenta que tenía en mis manos un poder que no le había sido dado al resto de las personas, ya que yo tengo el ´mérito´ de recibir, diariamente, paquetes de desprecio y cada vez que callo, tengo la posibilidad de bendecir a quien necesite salvación.
Cuando llegué a esa conclusión, inundó mi corazón un ferviente deseo de ayudar a las personas por intermedio de mi berajá. Es cierto que las personas no se acercan a mí para pedirme una bendición, pero también puedo hacerlo sin que ellos vengan a mí, y además sin que ellos sepan, siquiera, que yo los bendigo…
Entonces comencé a prestar atención a los nombres de los enfermos que estaban escritos en los carteles de los Baté Kenesiot y a memorizarlos (un niño de nueve años!!!). Como siempre, sigo con mi costumbre de no responder las ofensas, pero inmediatamente, hago Tefilá a Hashem para que tenga piedad de esos enfermos».
Al escuchar estas palabras, dichas por mi hijo – continuó el padre – sentí un inmenso orgullo. Si hasta ahora valoraba sus esfuerzos por aprender, sé que a partir de ahora valoraré aún más sus valiosas cualidades. Creo que no queda nada por decir, salvo que es importante que esta historia sea publicada para que todos sepan que cada yehudí tiene una función especial en este mundo, y que puede cumplirla con sus propias características, las que son innatas en él y que nadie podrá quitarle y si se esfuerza para santificar el nombre de Hashem, el mundo comenzará a verse diferente.
Cuando Iosef Hatzadik se reencontró con sus hermanos, no mencionó, en ningún momento, los sufrimientos por los que había atravesado a causa de ellos, sino que, por el contrario, les dijo que todo lo sucedido había sido decretado por Hashem, con un propósito.
Esta es una lección de vida, que nos enseña que, cuando a alguien le sucede algo que le provoca sufrimiento, no debe preguntarse «por qué» o «por quién», sino «para qué», qué espera de él Hashem, en ese momento, qué debe hacer para encarar esa situación. Esto es lo que un pequeño niño nos enseñó con su actitud positiva ante la vida. En lugar de lamentarse por su situación, decidió elevarse por encima del sufrimiento y vencerlo.
Shalom!
Excelente enseñanza, debemos ser como este niño….BH!