Maor Hashabat: El Precio de una Mitzva

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh
La siguiente historia, fue publicada en un diario de Israel.
Cuenta las peripecias de un iehudí que, llegado el momento de casar a su hija, y debido al inmenso deseo de cumplir su sueño de llevar a su querida niña a la Jupá, sin que nada le falte a la radiante novia, que pudiera empañar su alegría, en esta etapa tan trascendental en la vida de toda joven, se dispuso a hacer lo necesario para hacerlo realidad.
Consciente de la importante suma de dinero, de la cual debía disponer para hacer frente a los gastos que se avecinaban, decidió abandonar su casa, y viajar a otros países, en busca de generosos donantes, los cuales no dudan un instante en extender su mano para cumplir con la Mitzvá de ayudar a una novia.
El destino, orientó sus pasos hacia los Estados Unidos, pero después de golpear unas cuantas puertas, aún no conseguía reunir el dinero necesario. La crisis económica había golpeado a varios donantes de antaño, y esto se vio tristemente reflejado en las donaciones caritativas, que fueron disminuyendo progresivamente.
Estando aún en dicho país, el hombre se encontró con un conocido, con quien descargó su corazón, contándole su desilusión por no haber conseguido lo que con tanta ilusión había ido a buscar.
El buen amigo, le aconsejó viajar a Australia, y que una vez allí, se dirigiera directamente a la comunidad de Rab Maizlish, ellos lo ayudarían a reunir el dinero que le faltaba.
En vista de no tener a nadie más para visitar en Estados Unidos, y convencido de que lo que había conseguido hasta ese momento, era lo máximo que podía llevarse de ese país, decidió seguir el consejo de su amigo y comprar un pasaje de avión con rumbo a Australia.
Como es sabido, en todos los aeropuertos de los Estados Unidos, se realiza un estricto control de todos los pasajeros, antes de abordar cualquier avión.
Aún después que los funcionarios a cargo revisaron las valijas, los maletines, los bolsillos y la ropa de los viajantes, les solicitan que se descalcen.
Normalmente, se sigue la siguiente rutina: el viajero se quita sus zapatos y camina un tramo sin ellos, una vez que el calzado es revisado, se le restituye a su dueño.
Como todos, el iehudí se quitó sus zapatos, pero, al llegar al lugar donde debía reencontrarse con ellos, se encontró con la sorpresa de que no estaban donde se suponía que debían estar, en su lugar, se encontraba otro par de zapatos.
Era de suponer que se había producido un lamentable error y otro pasajero se había ido calzado con sus zapatos, dejando los suyos.
El iehudí consideró por un instante la posibilidad de calzarse esos zapatos, ya que si bien era cierto que por un lado no le pertenecían, por el otro, seguramente, el dueño los había cambiado por los de él.
En medio de la indecisión, hizo el ademan de probarse uno, pero antes que pudiera calzarse, descubrió que tenían dibujada una cruz. Ya no había lugar a ninguna duda, él no podría ponérselos, de ninguna manera. Pero, para evitar conflictos, sólo planteó el argumento de la situación de robo, en la que quedaría si se llevaba algo que no le pertenecía.
A pesar de la incomodidad que representaba su decisión de quedarse descalzo, se mantuvo inamovible en su decisión de no utilizar zapatos que pertenecían a otra persona.
Ciertamente, en estas condiciones subió al avión que lo llevaría con destino a Australia, pero sin imaginarse las consecuencias de su tozudez.
Una vez a bordo, los pasajeros lo miraron con recelo. Una persona extraña había subido al avión, no llevaba calzado en sus pies. Podía ser que se tratara de un miembro de alguna organización terrorista…
Pero cuando le transmitieron sus dudas a la tripulación, estos los tranquilizaron explicándoles que sus sospechas eran infundadas, ya que se trataba de una persona que se había negado a tomar lo que no le pertenecía, para no robar.
Los pasajeros se sorprendieron por la indudable rectitud de este hombre, especialmente uno de ellos, que se acercó al iehudí, para corroborar la historia que acababa de escuchar.
Quería constatar por sí mismo, directamente de la fuente, si todavía existía gente, en este mundo, dispuesta a no tomar lo que no le pertenece.
Así fue como iniciaron una agradable charla, en medio de la cual, el pasajero le preguntó el motivo de su viaje a Australia.
El iehudí le respondió sinceramente, contándole acerca del casamiento de su hija y sus expectativas de encontrar en ese país el dinero que le faltaba.
«¿Cuánto dinero te hace falta para casar a tu hija?»
«Veinticinco mil dólares», fue la respuesta.
Ante la sorpresa de todos, y sin mediar pausa, el hombre sacó su chequera del bolsillo de su abrigo, y asentó la suma referida sobre uno de sus cheques, no en dólares sino en euros, y se lo entregó al feliz padre, que no cabía en sí de la alegría.
Fue impresionante el revuelo que se armó alrededor de los dos viajeros, el resto de los pasajeros comenzó a sacar sus cámaras y a fotografiarlos, los flashes no cesaron de encandilarlos durante algunos minutos.
Fuera de la repercusión pública que tuvo el episodio en su momento, lo más importante para nosotros, fue el enaltecimiento del nombre de Hashem que provocó este iehudí.
La Perashá de esta semana, nos cuenta acerca de la singular compra-venta, negociada entre Iaacob y Esav, en la cual, a cambio de un plato de lentejas, Iaacob le compró la primogenitura a Esav.
¿Qué clase de negocio fue este? ¿Acaso se puede vender la primogenitura, algo tan sublime, por un plato de lentejas? Sin duda, se trata de una transacción inválida.
La respuesta es que, a los valores espirituales, cada uno les asigna su precio. Según el valor que les demos, ese será su precio real.
De acuerdo a este concepto, la venta fue válida, porque para Esav, la primogenitura no valía más que un plato de lentejas.
De aquí podemos extraer una enseñanza para nuestra vida. Cuando nos disponemos a cumplir una Mitzvá o cuando evitamos una Averá, dependerá del valor que le demos, o de cuánto estemos dispuestos a sacrificar, con tal de cumplir con lo que se espera de nosotros y de acuerdo a eso será el pago que recibiremos, como sucedió en la historia anterior.