Maor Hashabat: Detras del Disfraz

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh
Pero cuando no es así, cuando las dificultades nos agobian, muchos de nosotros nos preguntamos: ¡¿Hashem, dónde estás?! ¡¿Por qué me abandonaste?! ¡Quiero sentir tu cercanía!
Pero hay una regla que debe quedarnos clara: Hashem está a nuestro lado, también cuando nosotros no lo vemos, solo que está oculto a nuestra limitada comprensión…
¿A qué nos referimos?
Había una vez un hombre, padre de varios hijos inquietos y traviesos, a los que trataba de educar para que lo respetaran y obedecieran.
Los niños amaban profundamente a su padre, pero eran desobedientes y revoltosos y les costaba mucho satisfacer las expectativas de su padre.
No era que no lo intentaran, sino que, cuando se ponían de acuerdo para alegrar al padre con un comportamiento ejemplar, siempre a alguno se le ocurría una ‘idea’ novedosa y arrastraba a sus hermanos a la siguiente travesura…
El papá (que no era un experto en pedagogía) para poder controlar la situación, comenzó a amenazarlos con llamar al ‘lobo’, si no se portaban bien.
Cada vez que los niños hacían una travesura les decía: «Tengan cuidado, porque si se siguen portando así, voy a llamar al lobo».
«No, no papá. Nos portaremos bien». Respondían los niños asustados.
Pasó el tiempo, y los niños fueron creciendo. Cuando los mayores llegaron a la edad de 10 y 11 años respectivamente, se acercaron al papá y le dijeron:
«Papá: ¿por qué nos asustas siempre con llamar al lobo? Siempre nos estás amenazando con el lobo, ve a buscarlo y ¡ya verá ese lobo lo que haremos con él!
«¡¿Ah, si?!» Pensó el papá, «Tengo que salir, vuelvo en un rato» les dijo a los hijos.
Fue a un negocio de disfraces, alquiló un disfraz de lobo, se lo puso y regresó a su casa.
Golpeó a la puerta, y cuando uno de los niños la abrió, se abalanzó sobre él frente a la mirada atónita de sus hermanos que quedaron petrificados por el susto.
Con voz gruesa y potente les dijo: «He escuchado que ustedes son desobedientes y no hacen caso a su padre. ¿Obedecerán a su padre a partir de ahora?»
«¡Si, si!» Le contestaron al unísono, temblando de miedo.
Cuando después de un cuarto de hora el padre volvió a la casa, los niños corrieron hacia él y lo abrazaron contándole entre lágrimas la temible visita que habían recibido:
«Es cierto lo que nos decías, papá. El lobo estuvo aquí y tuvimos mucho miedo. Solo una pregunta queremos hacerte: ¿dónde estabas tú mientras el lobo nos asustaba? Si hubieras estado con nosotros en ese momento ¡no sabes que le hubiéramos hecho a ese lobo malvado! ¡En dos minutos lo hubiéramos liquidado…!
En su inocencia, no supieron que el padre estaba escondido dentro del disfraz para ponerlos a prueba.
Creer o no creer. Es fácil creer cuando todo ‘marcha sobre rieles’.
Pero Hashem está dentro del disfraz.
Ese disfraz puede ser tu esposa, tu esposo, tus hijos, tu jefe en el trabajo, un raspón en el auto… y más que eso… un choque cuando estábamos volviendo a casa después de haber hecho una Mitzvá que nos pareció superlativa, nos pone a prueba para mostrarnos con cuanta convicción la hicimos.
Cuando volvió Abraham a su hogar, después de la Akedá. Cuando logró reponerse de la impresionante prueba de sacrificar a su único hijo, seguramente se sentía feliz y satisfecho de haber tenido el mérito de acercarse aún más a Hashem y de haberle mostrado su fidelidad.
Pero cuando se estaba acercando a su casa, escuchó los gritos y los llantos que provenían de allí… Sará, su esposa había fallecido.
¿Cómo reaccionaría una persona normal frente a una situación como esta?
Sin duda los reclamos brotarían espontáneamente… las preguntas del estilo: ¿Esta es la Torá? ¿Este es el pago que merezco por semejante sacrificio para honrar a Hashem? ¡Hay gente que le da la espalda y sin embargo tiene éxito en todo lo que hace! Y así hasta llegar a arrepentirse de haber hecho una Mitzvá.
Y si con esto no había sido suficiente, se presentó delante de Abraham el Malaj Hamavet, el ángel de la muerte, culpándolo por la muerte de su esposa.
¿Para qué? Para que se arrepintiera de haber hecho la Akedá.
Pero Abraham se sobrepuso a todos los reclamos, los internos y los externos, él estaba convencido que todo lo que viene de Hashem es para bien, incluso el fallecimiento de su esposa.
Por eso nos cuenta la Torá: Vayaqom Abraham Meal Pené Metó – Y se levantó Abraham por encima del rostro de su muerto…
Es decir, se irguió y se alejó de los pensamientos – internos y externos – que lo hacían responsable de la muerte de Sará, por haber obedecido la orden de Hasem…
Si falleció, seguro que fue porque ya había llegado al final de su vida, y ya había cumplido con la misión que tenía encomendada…