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El Libro De Bereshit (Génesis)
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Maor Hashabat: Comprobado Cientificamente

Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable:Eliahu Saiegh

Una carta, proveniente de una Ieshibá de Europa, llegó a manos de Rab Mijael Tzoren.
Estaba firmada por un Rab de dicha Ieshibá y en ella le solicitaba que se publicara su historia, conjuntamente a su agradecimiento.
Hace dos años atrás, se publicó un hecho, contado por Rab Itzjak Zilbershtein, relacionado con una carta recibida por Rab Jaim Kanievsky.

Todos conocemos lo dicho por Rab Yoshua Ben Levi, en el Masejet Shabat 119: «Todo aquel que contesta ´Amen, iehe shemé rabá…´ con fuerza y concentración, se anulan los decretos que pesan sobre él…»
Todos lo conocemos, pero no todos lo tenemos presente en todo momento.
¿Con qué pruebas contamos para hacer una afirmación como esta? La comprobación es sencilla, ya que, cuando la persona es sorprendida por un sufrimiento, D-os nos libre, no siempre tiene presente la palabra de los Jajamim y no presta la debida atención a responder «Amen, iehe shemé rabá…»
La carta recibida por Rab Jaim Kanievsky, fue escrita por un Talmid Jajam, quien relataba una serie de milagros, de los que fue protagonista.

En resúmen, este Abrej cuenta que, después de un tiempo prudencial, durante el cual experimentó diversos dolores, se sometió a un chequeo, tras el cual, los doctores no hicieron más que confirmar las sospechas que él ya tenía. La única «novedad» que agregaron, fue que la enfermedad avanzaba rápidamente.
«Al escuchar esto», cuenta en la carta, «sentí que el mundo, a mi alrededor, se oscurecía».
Sin embargo, ¿qué hace un iehudí en una situación como ésta? Se dirige a Hashem, rogando por su vida.

En ese preciso momento, recuerda la palabra de los Jajamim, con respecto a responder Amen, iehe shemé… y toma una decisión.
Seleccionó a diez jóvenes estudiantes de la Ieshibá y les propuso, a cambio de una importante retribución, que se comprometieran a responder «Amén, iehe shemé rabá» con fuerza y concentración.
Ninguno de ellos rechazó el ofrecimiento.

No pasó mucho tiempo y al repetir los estudios, lo increíble sucedió. Ante el asombro de los médicos, la enfermedad desapareció como si nunca hubiera existido.
La historia precedente, en su momento, tuvo gran repercusión, y sus ecos llegaron hasta el viejo continente, donde reside el Rab que le envió la carta a Rab Mijael Tzoren.
Hace un año y medio se le declaró una enfermedad, conocida como «esclerosis múltiple», que afectó sus piernas imposibilitándolo para caminar.

Paulatinamente se fue agravando su estado, hasta que recordó la carta enviada a Rab Jaim Kanievsky y decidió ponerse en acción.
Se dirigió al Colel de su ciudad y eligió a diez de los mejores alumnos, a los cuales les ofreció pagarles cien dólares a cada uno por responder «Amen, iehe shemé rabá» con fervor y concentración.
A partir de allí, mes a mes fue mejorando el estado de sus piernas.
Sin embargo, después de unos meses, su salud comenzó a deteriorarse nuevamente.

Al preguntarles a los Abrejim si estaban cumpliendo con su compromiso de responder Amen…, la gran mayoría le respondió que, en el último mes, habían sufrido un decaimiento en su concentración.
Ante la situación, los Abrejim se comprometieron a esforzarse para compensar «el daño» ocasionado en ese breve período durante el cual habían disminuido su fervor.

«De pronto», escribe el Rab en su carta, «ocurrió algo increíble. A los pocos días sentí que podía pararme sobre mis piernas y caminar como cualquier persona normal. Los familiares que me vieron, casi se desmayaron, ya que no estaban emocionalmente preparados para una evolución tan rápida».
También sus amigos y alumnos se sorprendieron al verlo caminar nuevamente.
Lo ocurrido fue que, después de haber tomado conciencia de lo que había sucedido por haberse debilitado su fuerza al responder Amen iehe shemé rabá, los Abrejim se esforzaron aún más y con esto provocaron que volviera a caminar…

Cabe mencionar lo dicho por Rab Itzjak Zilbershtein en relación a que existen pecados que son realizados en el Bet Hakneset, que provocan la anulación de los méritos realizados allí mismo (por ejemplo, responder Amén, iehe shemé rabá)
Con esto se refiere a quienes hablan de cosas mundanas en el Bet Hakneset, y estando allí, no se contienen de contar las «novedades» a quienes los rodean. ¿Cómo pretenden, entonces, que el Amen, iehe shemé rabá surta efecto?
La influencia de las ondas sonoras, sobre la materia, está mencionada reiteradamente en la Torá, por el principio que, a través de todos los actos con contenido espiritual se influencia sobre la materia.

El Mekubal Rabí Jaim Moshe Luzato escribe: «Si la persona se vuelca hacia el materialismo mundano y se aleja del Creador, ella se arruina y el mundo se arruina con ella. En cambio, si se contiene y se apega al Creador, y sólo utiliza la materia como una herramienta en su servicio, ella se eleva y el mundo se eleva con ella».
Encontramos en el libro Hamahapaj, el resultado de una investigación realizada para determinar la influencia de las ondas sonoras sobre la materia.

El científico japonés, Dr. Mazaru Emoto, demostró, a través de un experimento, cómo es influenciada físicamente el agua, por el efecto de la calidad de las palabras que se pronuncian junto a ella.
En primer lugar, llenó dos vasos con agua pura de manantial, frente a los cuales se pronunciaron, ante uno palabras positivas y ante el otro, negativas.
A continuación se colocó una gota (medio centímetro cúbico) de cada vaso de agua, dentro de un tobo de ensayo y se las congeló, a veinticinco grados bajo cero, durante tres horas.

Al retirarlas se las expuso bajo un microscopio que aumenta el tamaño entre doscientas y quinientas veces, a cinco grados de temperatura, pudiéndose observar que, la gota de agua frente a la cual se pronunciaron palabras positivas, había adoptado formas bellas y cristalinas. En cambio, la otra, frente a la cual se había pronunciado palabras negativas, presentaba un aspecto desagradable y repulsivo.
Que este «descubrimiento científico» nos ayude a tomar conciencia del inmenso poder de la palabra, tanto al responder un Amen iehe shemé rabá, como al hablar cosas vanas durante la Tefilá.

También la Perashá de esta semana hace referencia a la importancia del cuidado de la palabra cuando relata el episodio durante el cual Iosef critica a sus hermanos, contándole a su padre que comieron carne de un animal vivo, despreciaron a los hijos de las esclavas y eran sospechosos de haber estado junto a mujeres prohibidas, debiendo pagar luego las consecuencias de cada una de sus palabras.

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