Profundizando
1. Perspectiva del Amor desde la Torá
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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Los dos árboles del Jardín del Edén

Extraído de El misterio del matrimonio

En el pasaje inmediatamente anterior a la creación de la mujer se alude a la relación entre abandonar el egocentrismo y contraer un buen matrimonio:

«Y Dios hizo crecer de la tierra
todo árbol agradable a la vista y bueno para comer
y el árbol de la vida en medio del jardín
y el árbol del conocimiento del bien y del mal…
Y Dios ordenó a Adán y le dijo:
Puedes comer de todos los árboles del jardín,
pero no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal,
porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás.
Y dijo Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo,
crearé alguien que lo ayude'» [2].

El mal encuentra arraigo en el hombre cuando éste se centra en sí mismo y en sus propios deseos en lugar de centrarse en Dios y en Sus deseos (o en un nivel más profundo, cuando se considera independiente o separado de Dios). Cuando se encamina en esa dirección, evalúa toda experiencia sólo en términos de su propio sentido del bien subjetivo.
En la Cábala y el Jasidismo se explica que el bien mancillado por el egoísmo es representado por el árbol del conocimiento del bien y del mal, mientras que el bien no adulterado es representado por el árbol de la vida. Al ordenarle a Adán que no comiese del fruto del árbol del bien y del mal, Dios le estaba advirtiendo que no mezclara el bien y el mal eligiendo el camino del egoísmo y el egocentrismo [3].
Haber comido el fruto prohibido convirtió al hombre en un ser abiertamente consciente de sí mismo y egocéntrico. Su sensación del bien ya no es pura y divina, sino una mezcla de bien y mal, y considera que algo es bueno sólo si lo gratifica. Si esta actitud no es rectificada, el mal eventualmente devorará al bien, como en los sueños del Faraón [4], y la apreciación del bien e incluso la creencia en que algo puede realmente ser bueno, se evaporará. Esto, a su vez, engendrará una sensación de amargura hacia la vida, cuando uno culpa a los demás de las propias decepciones y sufrimientos. Habiendo puesto la causa de su sufrimiento fuera de su esfera de influencia, la persona se considera una víctima indefensa de las circunstancias y de la malevolencia.
Ambos estados de conciencia simbolizados por los dos árboles se expresan ante todo en el tipo de relación que el hombre tiene con la mujer. Al prohibir a Adán que comiera el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios le estaba enseñando a relacionarse con la esposa que estaba por ser creada: «no mezcles lujuria egocéntrica y deseo de gratificación con la experiencia del bien verdadero e inalterado».

En toda la narración al comienzo del libro del Génesis, la creación de la mujer es el único acto creativo descrito como enmienda de una situación inferior [5]. Más aún, la situación previa no es descrita simplemente como «mala», sino como «no buena», implicando que el estado anterior aparentaba ser bueno, pero en realidad no lo era. Para lograr un estado verdaderamente bueno Dios tuvo que crear a la mujer.
En este contexto, «no bueno» es la incorporación a la psique humana del bien relativo, aparente [6]. Este bien aparente es el estado de soledad existencial del hombre, es decir, su condición de egocéntrico y preocupado sólo por sí mismo [7].
Un marido con esta orientación se está alimentando del árbol del conocimiento del bien y del mal. A menos que se encamine hacia la vida verdadera y el bien, entonces «el día que de él comieres, ciertamente morirás», es decir, que dirá eventualmente: «Y hallo yo más amarga que la muerte a la mujer».

2-Génesis 2:9, 16-18
3-Los dos extremos del bien y del mal son denominados en el Sefer Ietzira (2:4) «placer» y «llaga»: «No hay bien mayor que el placer ni mal más bajo que la llaga». Las palabras en hebreo para «placer» y «llaga» – son en realidad permutaciones de las mismas tres letras, la elección entre el bien y el mal (o el bien puro y el bien adulterado con el mal) es esencialmente una cuestión de orientación.
4-Génesis 41:1-7
5-El estado de la tierra al comienzo de la creación: «sin forma, vacía y tinieblas sobre el abismo» (Génesis 1:2), no es explícitamente calificada de «no buena», aunque después de la creación de la luz «Dios vio que la luz era buena y separó Dios la luz de las tinieblas» (Ibid 1:4).
6-Ver los discursos de apertura del Sefer HaMaamarim 5670, donde se indica que la variedad de luz cuyo simple propósito es brillar e iluminar la oscuridad es considerada oscuridad en relación a la luz verdadera.
7-Soledad existencial hace referencia al «ocultamiento de la Divina presencia». Estar solo es estar «de espaldas» a Dios, al consorte o al mentor espiritual. Estar juntos es estar «cara a cara» (ver HaYom 22 Iyar).

 

Rabino Itzjak Ginsburgh

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