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Lo que supimos conseguir

Extraido de Jabad Magazine

En algún punto en mi temprana adolescencia, mi madre decidió que- como una buena madre judíadebía llevarme a la sinagoga para algún otro momento que no fuese durante las concurridas Altas Fiestas. Dijo que sería interesante. No me sentí defraudado por la vivencia. Además, hasta donde puedo recordar, ésa fue mi primera exposición a la “experiencia Bernie Rosenfeld”. Fue imponente. Tan imponente que el pobre Rabino Kleinberg tuvo que rendirse y dejar el púlpito para sentarse en los bancos, sosteniendo su cabeza entre sus manos, mientras Bernie descargaba su perorata sobre él y la congregación entera.

Veinte años después, había dejado mi ciudad natal y había vuelto y Bernie todavía estaba allí. Había sido echado a puntapiés de cada congregación en la comunidad- y él podía flamear en mi rostro varias ásperas cartas de papelería oficial para demostrarlo. Aprendí la mejor estrategia para tratar con él: Evitar el contacto visual. Cualquier reconocimiento de la presencia de Bernie era propicio para invitar a otro melodrama frenético repleto de coloquios, gritos, sollozos. Con su mano en alto, caminando y cerrando la puerta de golpe. Y los epítetos- por decirlo de una manera delicada.

Uno de los blancos favoritos de los agravios de Bernie dentro de la Sinagoga era el anciano Eli Green. El Sr. Green era un hombre bueno, humilde y un gran contribuyente a cada buena causa. Bernie trataba muy duramente al Sr. Green. Quedábamos lívidos al ver que Bernie decía cosas tan terribles sobre semejante buen tipo, pero recuerdo al Sr. Green permaneciendo sentado, recibiendo cada insulto calladamente.

Cuando Bernie finalmente se fue- no recuerdo si había sido arrojado de allí o simplemente estaba exhausto- el Sr. Green nos dijo: “ésta es nuestra kapará“. (Kapará– significa expiación, una clase de karma judío, excepto que con Di-s y culpa mezclados). “Un tiempo antes de la Segunda Guerra Mundial, un muchacho de 14 años vino a nuestra ciudad desde Alemania con un Rollo de la Torá. él había presenciado cómo su hermano mayor fue golpeado hasta morir por la Juventud Hitleriana en la puerta de su casa. Había dado testimonio de otros horrores también, pero era difícil creer sus historias.

él vino a nuestra comunidad y gritó y lloró: “¡Judíos! Hagan algo! ¡Salven a sus hermanos y hermanas!” La gente le agradeció el Sefer Torá. Y le pidió que dejara de gritar sobre cosas que nada podían hacer. él reclamó que no le creyeron. Les increpó que a ellos nada les importaba. Sé que hubo judíos europeos que fueron salvados por la comunidad. Pero comparando estos esfuerzos a la magnitud del horror y desgracia que él trajo consigo del otro lado del mundo, Bernie vio sólo apatía. Y nunca nos perdonó”. “No escuchamos a Bernie antes de la guerra” dijo el Sr. Green. “Por eso lo hemos venido escuchado durante los últimos cincuenta años”.

Tzvi Freeman

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