La Voluntad, el Tiempo y el Espacio II
« Hasta que el hombre no transforme su deseo de recibir en deseo de dar no logrará entender a su prójimo »
La recepción de la plenitud de la luz, de lo completo, es la fuerza primigenia que mueve todos los procesos de la Creación.
El deseo de recibir dicha plenitud es lo esencial y común a todos los seres, luego cada uno lo intelectualiza y limita dentro de su mente y/o emociones, transformándolo en algo intelectual y/o emocional.
El deseo de recibir es la naturaleza básica de todo lo creado y es lo que nos hace limitar y dividir la realidad, alejándonos de lo que se encuentre fuera del área de nuestros intereses particulares.
La Torá nos transmite que la mitzvá más importante es amar al prójimo como a nosotros mismos.
Dicha mitzvá nos indica que hasta que el hombre no transforme su deseo de recibir en deseo de dar no logrará entender a su prójimo, a la vida, ni tampoco podrá conocer el objetivo para el que fue creado este mundo.
El Kadósh Barúj Hú sólo da, ya que ¿de quién va a recibir?
Nosotros en cambio somos deseo de recibir.
Cuando el hombre recibe para compartir y no por egoísmo comienza a entender a los otros hombres. De ese modo se transforma él mismo en «socio activo del programa de la Creación», que consiste en beneficiar a las creaturas en forma infinita.
De acuerdo a la Kabalá, la Creación conforma el espacio donde se producen los movimientos y cambios activados por la voluntad y el deseo.
Las dos coordenadas básicas de la Creación son el espacio y el tiempo, es decir que nuestro deseo de recibir se mueve dentro del ámbito de la Creación (espacio y tiempo) para lograr satisfacer sus ansias de plenitud.