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La estructura incorpórea
Psicología
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La vivencia del Gan Eden

Cada una de las personalidades y de las situaciones existenciales que la Torá nos describe señalan un potencial humano y los desafíos para alcanzarlo. Adám señala el principio del ser humano.

Adám es creado en el Gan Eden en una situación ideal, allí tiene todo a su disposición sin prácticamente ningún esfuerzo. El único desafío de Adám era «no comer el fruto antes de tiempo», al realizar la acción justa en el momento justo hubiera adquirido el discernimiento para trascender el tiempo y el espacio alcanzando el estado infinito de Ein Sof.

A lo largo de la historia, cada individuo, matrimonio y generación se enfrenta, desde diferentes perspectivas, al desafío de Adám y Javá; la diferencia consiste en que Adám y Javá no poseían la experiencia de la equivocación para poder discernir. A partir de ellos, cada nueva generación que surge podrá utilizar la experiencia de sus ancestros al enfrentarse nuevamente al desafío arquetípico humano.

Nuestro discernimiento de la realidad, de la Luz, sucede a partir de palabras, las palabras nos permiten visualizar y transmitir a otros algo que no está presente materialmente. Previo a su trasgresión Adám y Javá poseían una aprehensión espiritual de la Voluntad Superior, lo denominado en el lenguaje de la Kabalá Olám Atzilút-Mundo de la Emanación y Cercanía. La trasgresión consistió en tomar del «fruto» antes de tiempo. Ello los trasladó a un ámbito del pensamiento, lenguaje y acción independiente de la Voluntad Superior, los mundos denominados Briá, Ietzirá y Asiá.

El haber comido del fruto antes de tiempo señala que no es suficiente con entender a nivel intelectual los principios espirituales. El desafío de llevarlos a la práctica es la única forma de activarnos integralmente, en pensamiento, palabra y acto. Si te amo no es suficiente con pensarlo debo demostrarlo a través de actos concretos que estén en armonía con principios superiores.

¿Qué significa «antes de tiempo»?
Cuando intentamos aprehender nuestra Esencia, llegar a nuestro Yo, percibimos que el pensamiento se diluye ante el interrogante de ¿quién soy?
Esto sucede porque nuestro Yo más interior es «parte» de la esencia de toda la realidad, y así como el agua contenida en un recipiente al ser devuelta al océano se funde y unifica con el mar, así cada alma es parte inmanente de la Esencia Infinita.
Cuando la mente intenta conocer al Yo llega a un punto impenetrable en el cual el pensamiento lo traduce como deseo de recibir. Ello se debe a que el Yo más interior –Anojí– sólo podrá surgir cuando la Plenitud colme infinitamente al deseo de recibir. Mientras el deseo de recibir se encuentra separado de la Plenitud la anhela incesantemente, generando pensamientos y formas mentales en su afán de asirla que, sin el entrenamiento espiritual adecuado: altruismo, conducen a una percepción caótica de la realidad, impidiéndole al yo –ani– el «acceso» a la conciencia de sí mismo. Todo pensamiento, palabra y acto así efectuados se realizan «antes de tiempo».

Una cadena eterna
La tradición escrita y oral de Israel recoge la experiencia y la elaboración de todas las generaciones de Sabios hasta nuestros días, contemplando las diferentes personalidades y tendencias que conforman a los seres humanos como medio para que la humanidad alcance el objetivo por el cual fue creada. Así funciona la tradición de Israel: un pueblo que asume concretizar concientemente el desafío, lo que Adám y Javá no lograron. Adám y Javá comprenden todo el potencial y todas las tendencias humanas que en el futuro cada individuo, familia y nación va a asumir. Cada generación y cada pueblo revela a lo largo de la historia un aspecto inherente a Adám y Javá. Los conflictos entre individuos y naciones reactivan nuevamente el desafío edénico. La diversidad de personalidades y tendencias que poseen los seres humanos estaban ya en potencia en Adám y Javá, siendo esas perspectivas imprescindibles para conformar los diversos puntos de vista que nos enriquecen mutuamente. Si todos pensaríamos igual el hombre no se desarrollaría.

Adám fue creado en un espacio luminoso: el Gan Eden (paraíso) en donde todo el desafío era disfrutar de la Plenitud de la Luz Infinita de modo correcto y único posible: en forma altruista. Ese mismo desafío sigue latente y es el propósito del sistema espiritual de Israel. Cuando la Torá nos enseña la mitzvá de meditar diariamente en: Shmá Israel HaShem Elokeinu HaShem Ejad, nos está revelando la forma de cómo alcanzar con todo nuestro ser -pensamiento, palabra y acción- la comprensión de que hay una única Fuerza constante e inherente a todo y a todos que nos armoniza y unifica bajo un objetivo común: la Armonía Universal.

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