La Torá sostiene al mundo
Extraído del Zohar Vol. 5
El Santo, Bendito Sea, le dijo al mundo al momento de crearlo y de crear al hombre. Le dijo: «¡Mundo, mundo! Tú y tus leyes no están basadas y fundamentadas sino solamente en la Torá. Y por ello creé al hombre en ti, para que él pueda ocuparse de ella, y si no, en caso de no hacerlo, Yo te hago retornar a la informidad y al vacío originales -tohu vavohu-.» Es decir: el mundo es nada más que el escenario en el cual el ser humano debe seguir el camino indicado por la Torá y así cumplir con su misión espiritual. Y todo existe por el hombre y la subsistencia del mundo recae bajo su responsabilidad, como está escrito y sugerido por el orden del versículo: «Yo hice la Tierra y creé al hombre sobre ella» (Isaías 45:12).
Y la Torá se presenta y proclama ante los hombres para que se ocupen y se esfuercen en ella, en estudiarla, comprenderla y aplicar sus enseñanzas, Y no hay quien preste atención a esta llamada ya que cada uno se encuentra ocupado en su persona de un modo egoísta, seducido por los placeres del mundo material y sus vanidades.
Ven y observa: quienquiera que se dedique a el estudio de la Torá, él sostiene al mundo gracias a este mérito -ya que el mundo fue creado y se sostiene de acuerdo con el modelo de la Torá- y sostiene a cada obra y obra de la creación perfectamente, como corresponde. Y además, si queremos analizarlo también en el plano personal, no hay ningún miembro del cuerpo que se encuentre en el hombre que no posea correspondencia estricta con él una de las obras de la creación que existen en el mundo. Tal como enseñan los sabios: el hombre es un mundo en miniatura.
Porque así como el hombre está dividido en miembros, y todos se ubican grado sobre grado, establecidos uno sobre el otro siguiendo un modelo concreto y proyectado, y todos conforman un solo cuerpo a pesar de ser múltiples, así también sucede con el mundo: y todas esas criaturas del mundo también son miembros y miembros, establecidos uno sobre el otro, y cuando todos están establecidos de modo apropiado y ordenado, entonces conforman concretamente un solo cuerpo, que es a lo que nosotros denominamos «mundo».
Y todo, tanto el mundo como el hombre, sigue el modelo de la Torá, pues he aquí que toda la Torá está compuesta de miembros y secciones, y se ubican uno sobre el otro, y cuando todos están establecidos correctamente conforman un solo cuerpo. Y cuando el rey David observó esta obra, y aprehendió el paralelismo estricto y esencial que existe entre la Torá, el hombre y el mundo, abrió su cántico de alabanza y dijo: ¡El Eterno, cuán numerosas son tus obras! Tú hiciste todas ellas con sabiduría; la Tierra está llena de Tus criaturas» (Salmos 104:24).
Es importante aclarar que el paralelismo y la correspondencia a la que aluden los sabios entre la Torá, el hombre y el mundo, debe servirnos también para entender que cada uno de ellos asume un sentido verdadero cuando tal correlación se consigue y se mantiene. Sin ella, la Torá es aprehendida como un libro desconectado del hombre y del mundo, y el hombre un extraño y un extranjero en la Tierra. Además, cuando olvidamos el orden de los grados y eslabones de cada uno de ellos en particular, cuando cada «miembro» y cada «sección» son analizadas por separado, perdemos de vista la idea del conjunto, del todo, y todo asume un significado meramente técnico y práctico.
Rabbi Shimon bar Iojai