Profundizando
1. Perspectiva del Amor desde la Torá
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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La sociedad entre el hombre y la mujer

Extraído de Dúo Eterno, escrito por el Rab Smja Cohen

El matrimonio es el marco de la sociedad familiar.
En él, se mantienen fuertemente unidos hombre y mujer, durante un largo período.
Para poder unirlos dentro de este marco, y conducir dicha unión correctamente, es necesario que cada uno de ellos posea un alma que tenga una estructura sociable.
Esto quiere decir: la vocación de unirse a otra persona hasta llegar a depender de ella.

¿Acaso el hombre y la mujer tienen las características necesarias para poder asociarse e integrarse fácilmente para formar una familia?
La realidad es que la persona, por naturaleza, aspira a la libertad; y su inclinación es a escapar de la rutina.
Frente a esto, vemos que el matrimonio contiene mucha rutina. Ambos adquieren obligaciones, y sufren una relativa pérdida de libertad.

La respuesta a esta pregunta es definitiva: En la estructura del alma de la mujer, existen características sociables que son compatibles con la vida matrimonial. Contrariamente a esto, a la estructura del alma del hombre le faltan estas características. Por eso él no está preparado para adaptarse a los requisitos del matrimonio.

Este es uno de los principales obstáculos que dificultan la unión entre un hombre y una mujer, que eligieron vivir juntos en un marco fijo y estructurado, a pesar que ellos son muy diferentes uno del otro.

Podemos reconocer este problema en unos cuantos ejemplos reconocidos y comunes:
Casi todos los hombres, poco después de casados, lamentan la pérdida de su libertad. Apenas un corto tiempo después del casamiento, él se dice a si mismo: «Yo pensé que con mi casamiento se solucionarían todos mis problemas, y ahora veo que se aumentaron en uno más que debo solucionar…»

«Le tengo que contar de dónde vengo, a dónde voy, qué hice y qué pienso hacer. Y también quiere saber qué es lo que pienso». «Cada vez que termino de hablar por teléfono, y a veces también a la mitad, ella pregunta: ¿Con quién hablaste? ¿Qué quería? ¿Qué le dijiste? ¿Por qué no le dijiste? ¿Por qué le dijiste? y si yo respondo que no le dije nada, ¡entonces ella quiere saber por qué no le dije nada…!».

Frente a esto, cuando su esposa se da cuenta que al marido esto no le agrada, ella piensa: «¿Pero qué le pasa? ¿Todavía no entiende que está casado? ¿Puede ser que él no sepa que somos uno? ¿Acaso no se da cuenta que me intereso por él? ¿él no sabe que tiene un compromiso conmigo, y una responsabilidad hacia la pareja?»

En principio, la mujer tiene razón en interesarse por su marido, por cuanto el matrimonio es un acuerdo entre dos personas que se comprometen el uno con el otro durante decenas de años.
Viven en una misma casa, de un mismo sustento, son padres de una misma descendencia, y comparten una sociedad afectiva día a día.

La mujer siente que está conectada a su marido, ella siente que el anillo que lleva en su mano simboliza su unión con él. Incluso ella lleva su apellido.
Frente a sus indecisiones, también introduce la opinión de él.
Ella piensa que si no se interesara por su marido, esto sería una señal de debilidad en el vínculo matrimonial, y el indicativo de algo que no funciona adecuadamente.

Se siente molesta y piensa que a su marido no le importa nada de ella, le gusta que él se interese por ella. Por todo esto, para cuidar y fortalecer la unión matrimonial, es que le hace muchas preguntas.

Por su parte, el marido se impacienta al escuchar tantas averiguaciones por parte de su mujer, y además, ante su necesidad de obtener respuesta a todas.
El hombre se equivoca en su actitud, ¿y por qué él actúa así?: Porque le faltan aquellas características de sociabilidad matrimonial que la mujer sí posee.
Esto provoca que él piense que ella es curiosa y entrometida.

Nuestros Sabios nos dieron una descripción muy fuerte de la característica de sociabilidad de la mujer, al explicarnos cuál fue la causa por la cual Java le dio de comer a su marido, Adam, del fruto prohibido luego de probarlo ella, y aun luego de ser advertida del castigo: Dijo Java: «quizás ahora moriré y D-os va a crear otra mujer para Adam. Yo lo provocaré para que coma conmigo, y si morimos, lo haremos juntos, y si vivimos, lo haremos juntos». Acto seguido, tomó un fruto del árbol y se lo dio a su marido.

La característica sociable en la mujer, frente a la ausencia de ella en el hombre, se revela también de otra forma: La realidad es que mayormente, la mujer habla más que el hombre (Kidushin 49:). La inclinación psicológica de la mujer a conversar en contraposición al silencio del hombre, es compatible al principio de sociedad en el matrimonio.

El habla relaciona a las personas, es un regalo especial que les otorgó D-os para que se integren y se comuniquen uno con el otro. Por cuanto lo que une y diferencia a la persona de las demás creaciones, es precisamente la posibilidad de diálogo.

¿Qué vemos cuando dos personas se pelean? Al principio gritan, luego expresan sus sentimientos con el silencio, ellos evitan hablarse. A esta situación la llamamos «enojo». Los contendientes sienten un alejamiento sentimental, y se desconectan aun mucho más al abstenerse de hablar.

Así nos enseñó la Torá: «La falta de comunicación verbal, es el comienzo de la separación entre dos personas».
Cuando se unieron los hijos de Enosh con una finalidad negativa, la de construir la Torre de Babel, D-os mezcló sus idiomas, para que no puedan entenderse, y así provocó que se separen.

De esto aprendemos que el habla une a las personas.
Por cuanto la mujer fue privilegiada con la característica de sociabilidad, ella no habla solo por necesidad, sino principalmente porque esto se encuentra arraigado en su personalidad para crear y construir el proceso de integración de la familia. (Tratado ampliamente en el capítulo: El Arte de la Conversación)

 

Rab Smja Cohen

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