La relación con el deseo
Extraído de La percepción judía de la realidad. Por el Rab Jaim Zukerwar z’l
Su relación hacia el mundo exterior es pasiva dado que recibe lo que le dan sus padres. Los adultos disciernen y deciden por él, pues es incapaz de diferenciar entre lo que le hace bien y lo que puede dañarlo.
En el mundo espiritual, al igual que en el vientre materno, el alma no posee conciencia de su deseo, ya que sus necesidades son saciadas antes de manifestarse.
Cuando «llega a este mundo» surge el deseo en forma general y los padres lo alimentan, le brindan amor y toda su experiencia al nuevo ser. Es el inicio de la manifestación del deseo, todavía inconciente, ya que no sabe con qué ni cómo satisfacerse, sólo desea saciarse.
A medida que el hombre se desarrolla, su deseo comienza a intensificarse y expandirse cada vez más sobre todos los ámbitos de la realidad, instintos, emociones y pensamientos. Por ello el hombre procura su vocación, su pareja, «su lugar».
La Torá nos brinda un sistema educativo con el fin de saber cómo relacionarnos con el deseo en cada etapa de la vida. Por el contrario, cuando ignoramos el orden y el ritmo de aprehensión de la realidad provocamos en nosotros, nuestros hijos y la sociedad situaciones para las cuales aún no estamos preparados, lo que equivaldría a darle a un bebé alimento para adultos.
Estos dos comportamientos se definen como kedushá y tumá.
Kedushá – Tumá – Brajá
Kedushá y tumá representan dos formas de relacionarse con la realidad.
Kedushá nos indica la energía que estamos en condiciones de recibir y emplear positivamente.
Tumá, en cambio, es la energía que todavía no estamos capacitados para utilizar.
Tumá señala la forma de recepción que finalmente genera destrucción a nivel individual y colectivo.
Tumá es producto del placer momentáneo y egoísta sin evaluar sus futuras consecuencias.
Ejemplo: El cuerpo debe ingerir la cantidad y calidad de alimento que le provea la energía para funcionar correctamente. Si comemos en exceso generaremos un desequilibrio y finalmente enfermedades, ya que sobrecargamos al cuerpo con energía que no puede asimilar. También debemos tener cuidado en el tipo de alimentación; si no es balanceada el cuerpo tenderá a generar colesterol o azúcar, etc.
Análogamente sucede con nuestra energía instintiva, emocional, mental y espiritual. Cuando atraemos instintos, emociones, pensamientos y energías que todavía no sabemos manejar, ocasionaremos graves desequilibrios en la ecología espiritual del individuo y la sociedad.
La forma de relacionarnos con la kedushá es la brajá.
Brajá se traduce comúnmente como bendición.
Brajá es la reflexión mental, emocional y verbal que antecede la relación del hombre con el mundo de la kedushá.
La brajá es el discernimiento dentro del ámbito de la kedushá.
Previo al acto de acercarme a la kedushá -energía que estamos preparados para recibir y emplear positivamente- discierno y tomo conciencia del objetivo de mi deseo a través del pensamiento, el sentimiento y la palabra y del modo en que éste se expande hacia todos los ámbitos de la realidad.
Cuando la vida está basada en la kedushá y la brajá surge la conciencia superior, siendo que ahora el hombre se relaciona con el prójimo y con todos los ámbitos de la realidad concientemente, previendo las consecuencias de sus actos y ya no en forma mecánica e instintiva[..].
La iniciación, el proceso educativo que atraviesa el deseo de la Neshamá
Para que el hombre logre transformar sus ansias de recibir en altruismo, deberá pasar por cuatro etapas espirituales en la educación del deseo y el fortalecimiento de la voluntad.
Cuando decimos el hombre nos referimos al concepto hebreo de Adám, el cual fue creado masculino y femenino, Bereshít 1:27.
La Kabalá nos enseña que en los «mundos superiores» el alma se encuentra en estado de unidad y cuando «llega a este mundo» se divide en dos aspectos.
La mujer y el hombre son dos mitades; siendo el casamiento, la educación de los hijos y la influencia positiva sobre la sociedad los componentes imprescindibles para la realización espiritual. La Torá nos transmite instrucciones precisas –mitzvót- las cuales, concientemente aplicadas, nos conducen a dicho objetivo.
Rab Jaim Zukerwar z’l