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La Pinta es lo de Menos

Extraido de jabad magazine

Transitando los cuarenta, debo confesar que me encanta ser abuela, y también me gusta contarlo y que a la gente le cueste creerlo… me encanta no tener arrugas, ni canas! (¡¡aunque la peluca, en este aspecto, hace la diferencia!!) como sea… resulta que, el aspecto exterior, la juventud y la belleza, son temas de conversación recurrente y de gran preocupación femenina… pero ¿Qué es lo realmente bello?

Investigando un poco, encuentro que una de las primeras definiciones de belleza es “lo que resulta agradable a la vista o al oído”. Un nuevo enunciado dice que bello es “aquello que posee una proporción apropiada y un color atractivo”. Algún filósofo definió la belleza como “aquello que, además de bueno, es agradable”. Como vemos, mientras una definición privilegia el agrado sensible que provoca un objeto, la otra subraya el equilibrio interno entre las partes del mismo y la tercera, asume una postura intermedia, que concilia ambas teorías.

Pero además, al tratar de entender de que se ocupa la mujer cuando se interesa por la belleza, encuentro que el concepto de belleza femenina ha cambiado según las culturas y los tiempos. Hubo épocas, por ejemplo, en las que la “mujer bella” era delgada y frágil. Hay representaciones de mujeres con caras largas, ojos estirados, mejillas grandes y prominentes. En el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, las mujeres de apariencia fuerte, casi masculina, pasaron a ser consideradas atractivas. Y así podríamos seguir analizando la belleza femenina a través de las distintas manifestaciones artísticas, ya sean literarias o plásticas, de todos los tiempos… pero…: ¿Cómo puede haber patrones tan diferentes en cuanto a la belleza femenina?

Hay una marcada y generalizada disposición a caer en la trampa que nos hace buscar encajar en el molde de “belleza”, según los parámetros establecidos por las tendencias sociales de cada época…. Pero, ¿cuál es el propósito de esta interminable búsqueda…?, ¿qué belleza se busca?… la del parecer o la del ser? Y… ¿para quién se trata de conquistar esa belleza, para uno mismo o para otros?

En cuanto a la moda y el concepto de belleza del mundo y de la sociedad, tengamos claro que son tendencias creadas por las personas y por lo tanto establecidas por parámetros volubles, caprichosos e inconsecuentes… Y sin embargo… resulta difícil olvidar la apariencia… Hoy en día vemos rostros con sonrisas artificiales, operaciones quirúrgicas para evitar las arrugas, liposucción, inyecciones de silicona, botox y otras… Nos han vendido una imagen de mujer, donde se valora su apariencia pero se olvida de su interior, de la mujer como persona.

A fuerza de ver modelos esbeltas… hemos aceptado que el ideal de belleza es semejante al de una Miss Universo… Y aunque muchos coincidimos al leer ideas similares a estas, e incluso notamos el uso que se hace de la mujer en la publicidad, al final caemos en el mismo juego que nos proponen y somos los primeros en preocuparnos por el paso del tiempo… nos inquietan las primeras canas, las arrugas en la piel… el paso de los 30, de los 40, de los 50… En el fondo también nosotros identificamos juventud y belleza, porque nuestro estándar estético también se reduce a la arista de lo superficial… pero… ¿Dónde está la luz interior?

La mujer judía es comparada a la hija de un rey, de la cual se asegura “kol kbuda bat Melej pnima”, que en su interior se halla su honor… su virtud por la cual es coronada. Cuando hablamos de las leyes de tzniut, palabra que suele ser traducida al castellano como recato, modestia o pudor; si bien estas leyes establecen reglas externas para la vestimenta y la forma de conducirse, realmente estamos hablando de algo interior e intimo, ésta palabra hebrea que se utiliza al referirse al estilo propio de la mujer judía; no es otra cosa que “oculto”! Nuevamente lo interior, aquello que es esencial y como diría el “Principito”… invisible a los ojos.

La imagen exterior, habla de un cuerpo santo que como tal debe ser respetado y cuidado, un cuerpo que no es otra cosa que un vehículo para que se exprese el alma y que no debería tomarse por sí mismo como un fin. Exhibirlo sin pudor a los ojos del mundo llevaría a confundir con una actitud poco interior y poco profunda, el fondo y la forma y además relegaría a la mujer a un lugar de poco respeto, lo que hoy en día se denomina “mujer objeto”, encasillada en su físico, que nada tiene que ver con su verdadera condición y esencia. Estaría bueno si todos pudiésemos ver dentro de lo “oculto” en nosotros mismos, y así hallar la esencia de Di-s en nuestro interior…

Al hablar de la mujer judía, siempre resalta el paradigma de belleza que surge de la figura de Sara, la Matriarca de quien al fallecer la Torá resume su forma de vida a través de sus años, diciendo que Sara a los 100 años estaba tan libre de pecados como a los 20, es decir que mantuvo un nivel de integración perfecta entre el cuerpo y el alma y agrega que a los 20 era tan bella como a los 7, edad de belleza inocente y pura. Ella legó a cada mujer judía un mensaje y un camino a seguir en cuanto a la manera de vivir con interioridad y crecimiento personal cada una de las instancias de la vida con la guía de los tres preceptos que le son inherentes. Cuenta el Midrash que Sara prendía las velas de Shabat cada viernes al anochecer y éstas permanecían encendidas hasta la víspera del Shabat siguiente. Además una nube de gloria siempre cubría su hogar y la masa que preparaba para la jalá del Shabat, permanecía siempre fresca.

Estos tres milagros hablan de la capacidad femenina de conectarse con Di-s y traer a su hogar luz, abundancia y paz. Cada viernes a la noche, antes de comenzar la cena Sabática, se entona un himno que alaba a la “Eshet Jail”, a la mujer virtuosa. Entre sus hermosas estrofas, encontramos que apreciar la belleza entonces, es un ejercicio de mirada con ojos interiores, ya que sigue diciendo la famosa loa a la mujer que “La gracia es falsa y la belleza es vana…” entonces, ¿cuál es la belleza que debemos descubrir en el interior de la mujer?… “una mujer temerosa de Hashem es la que debe ser alabada”

Veamos pues, con ojos profundos, que una mujer cuyo rostro ha sido marcado por las numerosas tormentas de la vida puede ser hermoso. Sea cual sea su edad, tal como ocurre con las vetas de la madera cuya belleza tiende a ser más profunda con el paso de los años, la belleza de una mujer que se brinda a los demás, que cultiva su intelecto y espiritualidad, que reverencia a D-os, su Torá y sus mitzvot y además conduce su hogar en este camino, brilla con un esplendor que se destaca. Hay rostros de mujeres ancianas que irradian algo que no se vende en esta época: una belleza pacífica, serena. Esa belleza que crece con el tiempo, porque el tiempo bien utilizado aquilata y purifica lo que nos hace grandes. ¡¡¡El paso silencioso y constante de los años vividos en plenitud y con sentido, engrandece a la mujer que ha vivido cuidando cada detalle que la hace bella, verdadera e interiormente bella!!!

Judith Orbach

1 comentario
  1. Dalia Berdichevsky

    Muy lindo artículo te felicito y estamos en una etapa de aceptación de nosotras, de darle valor a lo que se Es! A disfrutar entonces…

    04/07/2018 a las 14:21

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