HALEL
El encadenamiento de los mundos
La Estructura de la Realidad
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La percepción de la realidad

« la conciencia temporal-espacial de la realidad es una forma de percepción que surge con el hombre »

 

3:1 La percepción de la realidad se conforma a partir de dos componentes básicos: «el que percibe» y «lo percibido».
A «lo percibido» previo a la percepción lo llamamos Su Esencia, en hebreo Atzmutó, y a «los que perciben», quienes alcanzan ciertos grados de Su Esencia los denominamos almas, en hebreo neshamót.

3:2 Respecto a sí misma, la realidad está en unidad simple sin que se operen cambios en la Esencia, tal cual dice el versículo “Yo no cambié”. La realidad «es» independiente de la forma en que es percibida, los cambios son experimentados por el que percibe.

3:3 Como veremos la conciencia temporal-espacial de la realidad es una forma de percepción que surge con el hombre. Por ello, cuando nos referimos a la realidad espiritual y aún más, a la esencia de toda la realidad –Atzmutó-, no corresponde discernir en términos temporales y espaciales de la forma en que la mente simple los aprehende. Ni siquiera las denominaciones más sutiles pueden definir la realidad espiritual en sí misma, pues «allí» no poseemos percepción alguna siendo que carece de existencia la dualidad conocedor-conocido. «Allí» no se conoce «allí» se es.

3:4 Todo el lenguaje de la Sabiduría de la Kabalá se refiere a las diferentes formas en que la neshamá puede aprehender la plenitud de la Luz (Or) que la Esencia de toda la realidad –Atzmutó– manifiesta.
El quiere que alcancemos Su plenitud debido a que desea darnos Su bien. Para poder captar ese bien, dotó al hombre con el pensamiento, los sentimientos y los sentidos a través de los cuales podemos percibir la plenitud de Su Luz.

3:5 El sentido general primario que activa todo el sistema perceptivo es «el deseo de recibir» la plenitud de Su Luz. Este «deseo de recibir» se ramifica posteriormente en múltiples formas, dando existencia a todos los ámbitos de la realidad a partir de lo cual surge el pensamiento, los sentimientos y los sentidos, consecuencia del «deseo de recibir»de las creaturas por aprehender la plenitud de Su Luz.

3:6 Dado que el deseo de recibir es la innovación y a lo que llamamos genéricamente «creatura» no podemos discernir, no hay palabras posibles sino a partir de que el deseo de recibir es activado por la plenitud de Su Luz. La palabra surge a partir de la articulación del deseo con la plenitud de la Luz, el klí con el Or, siendo que previo a la manifestación de dicha dualidad, en la esencia –Atzmutó-, la realidad se «encuentra» en estado de unidad y la articulacion, «el dialogo», sólo se manifiesta a partir de la dualidad.

3:7 Cuando experimentamos plenitud no discernimos entre ésta y el deseo de recibirla, percibimos una unidad. Entonces, el deseo no tiene necesidad de «dialogar» con la plenitud, siendo que son dos aspectos de una misma realidad. El diálogo surge cuando el deseo anhela la plenitud que no posee.

3:8 La plenitud y el deseo de recibirla surgen y emanan del Kadósh Barúj Hú, sólo que «allí» se encuentran en estado de unidad más allá de las dualidades transmisor-receptor, conocedor-conocido, perceptor-percibido, etc.

3:9 Cuando la Luz que se expande de Su Esencia no es «percibida» por «el que percibe» recibe la calificación de «Or sin klí» y sobre éste no poseemos palabras por ser inalcanzable e inarticulable ya que, ¿Cómo podemos definir aquello que no logramos aprehender?

3:10 La multiplicidad de seres y aspectos que conforman la realidad, tanto de orden material-sensorial como espiritual, son diversos grados de una misma y única realidad infinita denominada en el lenguaje interior de la Torá: Ein – Sof. Dicha realidad es generada por la Esencia Creadora, llamada en el lenguaje espiritual judío: Kadósh Barúj Hú, HaShém, Atzmút, etc.

3:11 Como vimos, del Kadósh Barúj Hú no tenemos aprehensión ni percepción en absoluto. Los cinco sentidos humanos sumados a lo máximo que nuestra imaginación pueda transmitirnos es, en el mejor de los casos, la manifestación del efecto de las actividades de la Esencia –Atzmutó– pero nada pueden ofrecernos acerca de la Esencia en sí misma.

3:12 Es por ello que los textos tradicionales judíos no se concentran en definir la Esencia, sino que los nombres y denominaciones que allí se mencionan se refieren a las diferentes formas y actividades en que nosotros la percibimos. De acuerdo al judaísmo, la Esencia es incognoscible y no posee nombre ya que todo nombre es un límite, una definición y aquí nos estamos refiriendo al principio generador de toda la realidad el cual es atemporal y aespacial.

 

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