La Montaña y el Mar
(Selección de comentarios del Lubavitcher Rebe: Menajem Mendel Schneerson)
Todos conocemos la sensación: nos despertamos una mañana y nos damos cuenta de que el mundo no es como quisiéramos que fuera.
Una experiencia común, ciertamente, pero muchas y diversas son las maneras con que las personas pueden reaccionar a ello.
Un hombre se embarca en una quijótica cruzada para cambiar el mundo.
Un segundo hombre da por perdido al mundo y se retrae a cualquier muro protector que pueda erigir alrededor de sí mismo y sus seres queridos.
Un tercero asume el enfoque «práctico», aceptando el mundo tal cual es y haciendo lo mejor que puede bajo tales circunstancias.Un cuarto reconoce su incapacidad para tratar con la situación y busca una autoridad más alta en procura de orientación y asistencia.
Las Cuatro Facciones
Nuestros antepasados experimentaron semejante rudo despertar el séptimo día después de su éxodo de Egipto.
Diez devastadoras plagas habían quebrado el poderío de los egipcios y los había forzado a dejar partir al pueblo judío. Tras dos siglos de exilio y esclavitud, los Hijos de Israel fueron dirigidos hacia el Monte Sinaí y su pacto con Di-s como Su pueblo elegido y una «luz para las naciones».
De hecho, éste era el propósito declarado del Exodo, como Di-s le dijera a Moshé: «Cuando saques a esta nación de Egipto, serviréis a Di-s en este monte»[1].
Pero repentinamente el mar estaba ante ellos, y los ejércitos del Faraón los cercaban desde atrás. Egipto estaba vivo y saludable; el mar, también, parecía indiferente al destino de la recientemente nacida nación.
¿Cómo reaccionaron?
El Midrash[2] cuenta que el pueblo judío se dividió en cuatro campamentos.
Estaban aquellos que dijeron: «Arrojémonos al mar». Un segundo grupo dijo: «Regresemos a Egipto». Una tercera facción argumentó: «Libremos guerra contra los egipcios». Finalmente, un cuarto campo abogó: «Recemos a Di-s».
Moshé, sin embargo, rechazó las cuatro opciones como impropias, diciendo al pueblo: «No temáis, quedáos quietos y ved la salvación de Di-s que El os mostrará hoy; pues como habéis visto a Egipto este día, no lo veréis nuevamente, jamás. Di-s peleará por vosotros, y vosotros guardad silencio»[3].
«No temáis, quedáos quietos y ved la salvación de Di-s», explica el Midrash, es la respuesta de Moshé a aquellos que habían perdido las esperanzas de superar la amenaza egipcia y querían zambullirse en el mar.
«Como habéis visto a Egipto este día, no lo veréis nuevamente», está dirigido a aquellos que abogaban por la rendición y el regreso a Egipto.
«Di-s peleará por vosotros», es la respuesta a aquellos que deseaban librar batalla contra los egipcios.
Y «guardad silencio» es el rechazo de Moshé a aquellos que dijeron: «Esto está más allá de nosotros. Todo lo que podemos hacer es rezar».
¿Qué, entonces, debe hacer el judío cuando se ve atrapado entre un mundo hostil y un mar que no cede paso? «Habla a los Hijos de Israel», dijo Di-s a Moshé. «Que avancen»[4].
Tzadík con Abrigo de Piel
El camino a Sinaí estaba plagado de obstáculos y desafíos. Lo mismo es cierto del camino desde Sinaí, nuestra procura de tres mil años para implementar los rasgos distintivos e ideales de la Torá en nuestro mundo.
Ahora, al igual que entonces, hay varias respuestas posibles a un mundo adverso. Está el enfoque de «Arrojémonos al mar» de quienes no confían en su capacidad de resistir, menos aún de hacer impacto, al gran mundo malo allí afuera. Zambullámonos en el mar, dicen ellos, el mar del Talmud, el mar de la devoción religiosa, el mar de la vida espiritual. Cortemos todo contacto con el mundo apóstata y promiscuo. Construyamos muros de santidad para protegernos y proteger a los nuestros de los vientos foráneos
que soplan tormentosos desde afuera, de modo que podamos hacer prosperar el legado de Sinaí adentro.
Un viejo adagio jasídico se refiere al individuo que piensa así como «un tzadík in peltz» – «un hombre santo en un abrigo de piel».Hay dos maneras de calentarse en un frío día invernal: Se puede encender un fuego, o envolverse uno mismo en pieles.Cuando se le pregunta a este tzadík que aboga por la aislación: «¿Por qué sólo piensas en conservar tu propia calidez? ¿Por qué no enciendes un fuego que pueda calentar también a los demás?», contesta: «¿De qué sirve? ¿Puedo calentar yo al mundo entero?»
Si persistes, señalando que un pequeño fuego puede derretir a varios individuos congelados, los que, a su vez, pueden encender fuegos suficientes como para calentar un pequeño rincón del universo, no comprende qué quieres de él. El es un tzadík, recuerda, un individuo perfectamente justo. En su vida no hay lugar para soluciones parciales. «No tiene esperanzas», suspira él con genuina tristeza, y se retrae a su paradisíaca isla espiritual.
El Esclavo y el Guerrero
Un segundo «campamento» dice «Regresemos a Egipto». Zambullirse en el mar no es opción, argumenta el Judío Sumiso. Este es el mundo en el que Di-s nos ha puesto, y nuestra misión es negociar con él, no huir de él. Nosotros tendremos simplemente que rebajar nuestras expectativas un poco. Este negocio del Exodo era, obviamente, un sueño. ¿Cómo podemos presumir librarnos de las reglas y limitaciones que son aplicables a todos
los demás? Ser el «pueblo elegido» de Di-s es bonito, pero no olvidemos que somos una minoría, dependiente de la buena voluntad de los Faraones que manejan las cosas en el verdadero mundo allí afuera.
Ciertamente, es nuestro deber influir sobre el mundo. Pero entonces, nuevamente, el judío tiene muchos deberes: es su deber rezar tres veces al día, dar para caridad y observar el Shabat. De modo que haremos lo que tenemos que hacer. Sí, es una vida dura, observar todas estas leyes mientras nos aseguramos que no provocamos la hostilidad de nuestros vecinos; ¿pero quién dijo que ser judío era fácil?
Una tercera respuesta al mundo tan poco, si es que algo, cooperador, es la del Judío Combatiente.
El comprende que es errado escapar al mundo, e igualmente errado someterse a él. De modo que asume el desafío, y sale «en armas». El Judío Combatiente atraviesa la vida con una santa beligerancia sobre sus hombros, batallando la inmoralidad, los apóstatas, los antisemitas, los judíos «helenistas» y los judíos que no dan pelea. El escapismo del primer campamento o el sometimiento del segundo no es para él; sabe que su causa es justa, que Di-s está de su lado, que finalmente triunfará. Así que si
el mundo no quiere entrar en razones, él le introducirá algo de sentido a golpes.
El Espiritualista
Finalmente, está el judío que mira al mundo, mira a los primeros tres campamentos, se encoge de hombros, y alza sus ojos a los cielos en plegaria.
Sabe que dar la espalda al mundo no es una respuesta, ni tampoco lo es rendirse a sus dictados y convenciones. Pero también sabe que «Toda la Torá fue dada para hacer paz en el mundo»[5], que «Sus sendas son sendas de agradabilidad, y todos sus caminos son paz»[6].»¿Esperas cambiar pacíficamente al mundo?», dicen los otros tres campamentos. «¿Cuándo fue la última vez que miraste por la ventana? Del mismo modo bien podrías tratar también de vaciar los océanos con una cuchara de té».
«Tienes absoluta razón», dice el Judío de la Plegaria. «Siendo realista, no hay manera alguna de lograrlo. ¿Pero quién está siendo realista? ¿Sabes cuál es el denominador común entre todos ustedes, los tres campamentos? Sus evaluaciones y estrategias se basan, todas, en la realidad natural. Pero nosotros habitamos una realidad superior. ¿No es acaso la existencia misma del pueblo judío un milagro? El nuestro es el mundo del espíritu, de la palabra».
«Entonces, básicamente, tu enfoque es no hacer nada», lo recusan ellos. «Nuevamente empleas las normas del mundo material», responde el Judío de la Plegaria, «un mundo que considera la plegaria como ‘no hacer nada’. Pero una única plegaria, que surge de un corazón que se preocupa, puede lograr más que la más segura de las fortalezas, el diplomático más adulador o el ejército más poderoso».
Hacia Adelante
¿Y qué dice Di-s? «Habla a los Hijos de Israel; que avancen».Cierto, es importante salvaguardar y cultivar todo lo que es puro y santo en el alma judía, crear un inviolable sanctum de Divinidad en el corazón propio y en el de la comunidad de uno. Cierto, hay momentos en los que debemos tratar con el mundo bajo sus propios términos. Cierto, debemos librar batalla contra la maldad. Y ciertamente debemos reconocer que no podemos hacerlo todo por nuestros propios medios. Cierto, cada uno de estos cuatro
enfoques tiene su tiempo y lugar.
Pero ninguno de ellos es la visión para orientar nuestras vidas y definir nuestra relación con el mundo. Cuando el judío se dirige hacia Sinaí y se enfrenta con un mundo indiferente o enemigo, su respuesta debe ser seguir adelante.
No escapar a la realidad, ni someterse a ella, hacerle la guerra, o tratar con ella sólo en un nivel espiritual, sino ir adelante, avanzar.Haz otra mitzvá, enciende otra alma, da un paso más hacia tu meta. ¿Los jinetes del Faraón respiran en tu nuca? ¿Un frío y anegadizo mar cierra tu paso? No mires hacia arriba, mira hacia adelante. ¿Ves esa montaña? Muévete hacia ella.
Y cuando lo hagas, verás que la insuperable barrera cede y que la ominosa amenaza se disipa. Verás que a pesar de toda la «evidencia» en contra, tienes en tu interior el poder de lograr tu meta.
Aun si tienes que partir algunos mares. Tan sólo si avanzas.
Basado en una Sijá del 10 de Shvat, 5722
Notas:
1. Exodo 3:12.
2. Mejilta, Beshalaj.
3. Exodo 14:13.
4. Ibíd, 14:14.
5. Mishné Torá, Leyes de Janucá 4:14.
6. Proverbios, 3:17; véase Talmud, Guitín 59b.
Menajem Mendel Schneerson