La mision final del Columbia

Las Vidas que Vivieron
«El mundo luce maravilloso desde aqui arriba, tan pacifico, tan fascinante y tan fragil.» Comentario de Ilan Ramon dos dias antes de fallecer.
Hoy, una vez mas, Ilan y sus seis colegas nos contemplan desde el cielo. Justo ahora que no podemos verlos ni oirlos. Solo podemos recordarlos, la vida que vivieron y su mision final, una mision por la cual se arriesgaron y perdieron sus vidas. Una manera especial de honrar a los hombres y mujeres que perecieron en el cielo puede ser obtener una profunda inspiración personal y colectiva de su mision final. Este será el tema del ensayo de esta semana.
El Viaje a la Luna
Treinta y cuatro años antes, el 21 de diciembre de 1968, el hombre quebro finalmente las fronteras de la tierra cuando los tres astronautas del Apollo 8 Frank Borman, James A. Lovell y William A. Anders, iniciaron el primer viaje a la luna.
El vuelo fue planeado inicialmente como otro chequeo del equipo del Apollo orbitando la luna, pero rumores de que los sovieticos estaban planeando ganarles de mano orbitando la luna, se cambio de planes en los ultimos minutos. El 25 de diciembre, cuando el mundo contuvo el aliento, los astronautos realizaron diez orbitas alrededor de la luna y volvieron a salvo dos días despues.
Esta misión espacial sirvió como un importante preludio al alunizaje que realizaron 7 meses después Neil Armnstrong y «Buzz» Aldrin, en julio de 1969.
Refutando al rabino
Esa misma semana, el 26 de diciembre, tuvo lugar un «evento» mucho menos significativo, en un pequeño estudio de radio en la ciudad de NY. Barry Farber, un popular entrevistador de radio recibio como entrevistado al rabino Zalman Posner, un distinguido rabino de Nashville. La discusión se centró en la tradición halágica del judaismo y el enfrentamiento funcionó bien, ambos eran sureños.
«¿Cómo el judaísmo se atrevió a interferir en la vida privada de los seres humanos individuales?», protestó el anfitrión. «¿Cómo la Torá se atreve a instruir a la gente, por ejemplo, qué comer y qué no comer?»
«Lo que perturba aún más», continuó Mr. Farber, «son los castigos que la Torá impone a los posibles trasgresores. De acuerdo con la halajá, si un judío adulto consume alimentos voluntariamente, del tamaño de una aceituna, que están prohibidos en la Biblia, cerdo, langosta, carne de caballo, y similares, el (o ella) es pasible de recibir treinta y nueve latigazos.
«¿Cómo uno puede justificar semejante horrible violación de los derechos humanos: es asunto de cualquiera que yo coma un sandwich de jamón?
La Burocracia del Castigo
El rabino respondió que era raramente, sino nunca, una corte judía tuvo el derecho de la torá de imponer sobre una persona la pena de los latigazos.
Primero, de acuerdo con la ley judía los latigazos pueden ser administrados sólo por una corte cuyos jueces fueron ordenados por jueces que, a su vez, fueron ordenados por un juez anterior que a su vez etc…. comenzando por Moisés, que fue ordenado por Di-s en el Sinaí. Como esta forma de ordenación ha cesado hace más de 1500 años, ningúna corte judía está capacitada desde entonces para ejecutar la pena de los latigazos.
Segundo, incluso durante los tiempos remotos cuando la corte tenía ese derecho, la penalidad sólo podía llevarse a cabo sólo si dos testigos, sin relación con el otro o con el violador, observaron el acto. La confesión de la propia persona no es suficiente para penalizarlo. Los dos testigos eran escrutados sin misericordia, cada uno independientemente y si se encontraba la más pequeña discrepancia en sus testimonios, eran invalidados y el acusado exonerado.
Tercero, para que la persona reciba tal castigo, se requería que los testigos lo aperciban previamente de su trasgresión. No sólo de no hacer ese acto, sino que estaban obligados a decirle explícitamente el castigo que iba a recibir si realizaba el acto prohibido. Por ejemplo, si observaban un judío que estaba por consumir cerdo, tenían que decirle: «tienes prohibido comer este trozo de cerdo, si lo haces, recibiras latigazos».
Cuarto: incluso después que lo previnieron, una persona puede volverse no sujeta a recibir latigazos, salvo que verbalmente acepto y reiteró la advertencia. Si el trasgresor dijo si con la cabeza o incluso declaró claramente «se exactamente lo que están diciendo», y luego volvió a comer cerdo, era exeptuado de toda penalidad. Más bien, el tenía que responder a los testigos que le advertían y decir: «Entiendo lo que están diciendo, estoy por comer cerdo sabiendo que voy a recibir latigazos». Sólo entonces la corte podía cerciorarse que el trasgresor entendió claramente la naturaleza y las consecuencias de sus actos y podía sostener que era responsible.
Quinto, incluso luego de todo esto, el trasgresor aún no era pasible ser castigado a menos que comenzara a actuar antes de tres segundos luego que fuera advertido por los testigos. Así, por ejemplo, si Daniel Goldberg estaba sentado disfrutando de un Sushi de Cangrejo (el verdadero…), y dos testigos que observaban le advirtieron que eso estaba prohibido y que si continuaba haciéndolo sería pasible de latigazos. Entonces Daniel repitió la advertencia verbalmente, esperó cuatro segundos y continuó comiendo el cangrejo, en tal caso sería exeptuado de toda penalidad, ya que podía argumentar que olvidó la advertencia.
La implicación abvia de esto es que era extremadamente improbable que alguien recibiera latigazos. Tenías que ser un verdadero retrazado mental para conseguir se latigado por una corte judía y si eras un verdadero retrazado mental entonces tenías que ser exonerado por tu falta de capacidad de discriminar entre lo correcto y lo equivocado.
Más todavía, incluso si realmente te encontrabas sujeto a la penalidad y eras atado en la corte para recibir el castigo, si cortabas la ataduras y te escapabas del cuarto, la ley judía no le permitía a la corte traerte nuevamente al banquillo. ¡Eras libre!
¿Dónde uno puede encontrar en la historia de la humanidad un sistema judicial que funciones de tal manera?
El Shabat Posterior
Esto ocurrió como fue mencionado en la noche del jueves del 26 de diciembre de 1968.
En la tarde del shabat siguiente, diciembre 28 (en el calendario judío 7 teves), ona de las más grandes peronalidades espirituales de nuestra generación, el Rebe de Lubavitch, Rabi Menajem Mendel Shneerson, mantuvo una asamblea inesperada con miles de sus discípulos en su central en Brooklin, NY. Uno de los participantes fue rabi Zalman Posner.
El Rebe comenzó su alocusión afirmando que aunque inicialmente no estaba programado realizar una reunión (farbrengen) durante ese shabat, los eventos de la semana lo inspiraron a cambiar sus planes. Muchas preguntas, reflecciones y dilemas fueron evocados en las mentes de la gente como resultado de la misión espacial a la luna y el Rebe dijo sintió obligado a dar más explicaciones durante la reunión de shabat.
Entonces el Rebe dirigió su atención hacia la entrevista radial del jueves por la noche y expresó su descontento con la respuesta de rabi Posner que citamos antes. «Aunque la respuesta contiene una cierta medida de verdad», dijo el Rebe, «no ofrece una respuesta completamente satisfactoria a la cuestión».
«Asumamos», dijo el Rebe «que en los tiempos antiguos las cortes judías administraban la penalidad de latigar no más que una vez cada cien años, dada las tremendas dificultades impuestas por la Torá para la ejecución de la penalidad. Correcto. Pero la pregunta sigue en pie acerca de un castigo en cien años. ¿Cómo se atrave la Torá a ordenar que una persona sea azotada 39 veces sólo porque unos segundos luego de ser advertido por testigos consumió un alimento prohibido? Cómo nos atrevemos a inmiscuirnos en los hábitos alimenticios privados de, por lo demás, un ser humano bueno y decente?
¿Cómo podemos, luego de habernos elevado y cultivado en los ideales de la democracia y la libertad individual, adoptar con amor un sistema de valores que puede mostrar semejante falta de tolerancia, aunque sea una vez en cien años? ¿Lastimar a una persona inocente una vez en cien años, lo hace más correcto que hacerlo todos los días?
Una Misión en Peligro
En una presentación emocionante, el Rebe vino a explicar que si reflexionamos sobre el mayor evento de la semana, la misión de la Nasa a la luna, podremos obtener esclarecimiento sobre esta desafiante pregunta.
Antes de que los tres astronautas aborden el Apollo, fueron instruidos acerca de cómo dirigir su agenda diaria dentro de la nave hasta en el más mínimo detalle. Se les dijo qué vestirse y cómo ponerse los zapatos, qué comer y cuándo, como sentarse, como trasladarse, cómo dormir y hasta cómo atender sus necesidades físicas. Prácticamente cada parte de su conducta, desde los detalles más externos hasta el más íntimo, necesetaba adecuarse a las instrucciones meticulosas delineadas por los expertos.
Imaginemos si en el medio del vuelo uno de los astronautas decidiera encender un cigarrillo y disfrutar fumando. Naturalmente hubiera sido reprendido y penalizado de la más dura forma. ¿Por qué? No está facultado como individuo a hacer sus propias decisiones y encender un cigarrillo cuando le plazca?
Esta es obviamente una pregunta estúpida. Si hubieras encendido un cigarrillo o comido un alimento equivocado en la privacidad de tu propia casa, sería asunto tuyo. Pero cuando enciendes una llama, o te desviste de alguna otra manera de las reglas de conducta prescriptas en mdio de una mision en el espacio exterior, esto no debe ser visto como un acto aislado, afectando meramente un individuo. Por el contrario, debemos ver este acto en su contexto apropiado. Una desviación aparentemente insignificante de alguna de las reglas pone tres vidas en peligro, está tirando al tacho de basura una inversión de billones de dolares y está arrasando con décadas de sudor, duro trabajo y energía de numerosos científicos e ingenieros en la preparación de la misión. Finalmente, esta pequeña desviación de las reglas puede destruir, en un sólo instante, los sueños y esperanzas de un país entero y posiblemente del mundo entero!!
Por semejante jutzpá y egoismo mereces por cierto ser castigado severamente. Si está dispuesto a diezmar vidas humanas, una inversión de miles de millones de dolares, la tremenda labor de miles de hombres y mujeres durante décadas, si estás preparado para matar una misión ansiosamente esperada por el mundo entero, y porqué? Sólo para que puedas satisfacer un deseo egoísta de fumar un cigarrillo. Esto es una demostración de una titánica inhumanidad y una apatía horrorífica.
La Travesía de la Historia Humana
Aunque esto es mucho menos obvio, esto es cierto también respecto de cada una de nuestras vidas.
El judaísmo ve la historia del hombre como un viaje único y armonioso, que se extiende desde el comienzo de la creación hasta el final del tiempo. Todos nosotros hemos sido puestos juntos en un planeta suspendido, así como el transbordador, en el medio del firmamento y se le ha encargado la romántica tarea de generar un beso entre el cielo y la tierra. Junta, la raza humana realiza una larga y dificultosa travesía a través del espacio y el tiempo, teniendo asignada una misión de santificar el mundo y transformarlo en una hermosa y armoniosa morada de amor y santidad.
Todos y cada uno de los individuos que han vivido y vivirán, son indispensables para la travesía de nuestro mundo hacia la redención. La historia es una gran «misión espacial» y cada ser humano es un astronauta, elegido para cumplir una misión en este mundo que él y sólo él puede llevar a cabo. Cada uno de nosotros somos absolutamente indispensables para visión de Di-s del destino del mundo y todo lo que hacemos o no tiene un efecto en toda la misión.
Nuestros sabios lo pusieron así: El primer ser humano (Adán), fue creado sólo» (sin otro humano) para enseñarnos que «Cada uno está obligado a decir: el mundo fue creado para mi». En otras palabras debes considerar tu valor para el destino del universo, como si fueras el unico ser humano que existe. Esta no es una exageración dramática, sino que refleja la profunda verdad que tú, como individuo, haciendo tus propias elecciones morales, tienes el poder de construir o destruir el mundo
¿Cuán egoísta puede uno ser?
A la luz de todo esto podemos entender, que cuando la Torá (que es el proyecto divino que guía al ser humano para saber cómo lograr su misión de transformar el mundo) le ordena al judío no comer ciertos alimentos y el va y los come, no se debería ver esto como un acto aislado que afecta meramente su propio estómago. Si viésemos este acto en el contexto de este rol individual en el drama del destino del mundo, reconoceríamos que este simple acto genera vibraciones a lo largo de todo el cosmos, como si desviara de su curso toda la historia hacia la redención! El mundo que existía antes de este acto nunca será el mismo.
Cuando elijo comer algo no casher o cometer otro acto que es opuesto a la visión divina para el judío, no solamente estoy abusando de mi propio ser espiritual y físico, estoy hiriendo y abusando , en un sentido muy real, de miles de años de sangre y lágrimas de millones de mujeres y hombres que sacrificaron sus vidas para conducir al mundo en su viaje hacia la paz y la luz. Para que la misión de la creación sea cumplida mi participación es crítica. Cuando elijo rechazar las reglas divinas para nuestra misión en el «espacio» estoy en efecto poniendo en peligro la misión entera.
Ahora, si dentro de algunos segundos despues de escuchar y aceptar una clara advertencia de testigos asi como la naturaleza de tu acto prohibido, tu sigues comiendo tu tocino o tu camarón, sabiendo que cometiendo este acto estas arrasando con miles de años de amor y sangre humana, sabiendo que estas hiriendo el sueño y la esperanza de toda la historia, entonces vas a ser capaz de satisfacer tu deseo egoísta de comer un bife no casher en vez de uno casher, semejante demostración de inhumanidad autoriza por cierto 39 azotes. De hecho, uno podría preguntarse: ¿sólo 39?
Gracias Ilan!!
En ese sentido, el último aliento de Ilan ramón y sus colegas vienen en el medio de una misión que nos puede enseñar a cada uno de nosotros cómo cada momento y cada acto de nuestras vidas contienen dentro el poder de modelar la historia por toda la eternidad.
Gracias Ilan. Gracias por la lección.
(Gentileza de gal Einai, www.dimensiones.org).
Yosef Y. Jacobson