La importancia del comienzo
(selección extraída del libro «Viviendo Inspirado», por Rab Akiva Tatz © Rab Akiva Tatz)
Conforme la energía del tiempo circula a través de sus diferentes fases, llega a cimas específicas para sus épocas. La energía que se presta para la inspiración y la revigorización del «punto de partida» culmina en Rosh Hashaná, el Año Nuevo. La persona que desee elevar y amplificar su poder para crear algo nuevo, su capacidad para ser siempre nuevo y auto-generador, debe utilizar el poder de Rosh Hashaná hasta el máximo. Examinemos el concepto de Rosh Hashaná para descubrir las energías que se manifiestan en esa época para poder ser capaz de utilizar esta oportunidad de la mejor manera. Fortalecer la inspiración de la primera fase de la experiencia constituye la clave para desarrollar la fuerza y el coraje necesarios para la segunda fase, la de inspiración limitada.
Rosh Hashaná es el inicio del año. Las fuerzas espirituales que trabajan en los momentos iniciales son únicas. Ha-kol holej ajar ha-rosh -«todo sigue al comienzo»: todo el desarrollo de cualquier proceso está determinado desde su comienzo. La razón de esto es que un comienzo es una concepción, y la concepción constituye la fundación de los genes, los cuales representan el modelo de todo lo que será desarrollado después. El principio espiritual de esto señala que entre más cerca se esté del momento de la concepción, más potentes y críticas son las fuerzas: una herida pequeña en el cuerpo humano no es algo significativo para un adulto, pero un feto durante su etapa de desarrollo es mucho más sensible a algo así. Un cambio minúsculo en los genes podría tener consecuencias decisivas inimaginables.
En el momento de la concepción todos los detalles son codificados muy decisivamente;por ello es el momento más crítico. Ningún momento sucesivo podría tener la intensidad y el significado de ese primer momento. El fulgor de la concepción lo contiene todo; todo el desarrollo posterior no es más que la revelación de aquello que fue creado durante ese primer fulgor.
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Rosh Hashaná constituye la concepción del año, y los diez días siguientes son su periodo de gestación. Esta es la razón por la que estos días son los más decisivos para el resto del año. Esta es también la razón por la que el ser humano es juzgado para todo el año según se presente en Rosh Hashaná: la personalidad que en ese momento existe es el núcleo; se requerirá un esfuerzo supremo cambiar después. El cambio en Rosh Hashaná es más fácil: en ese momento se puede manipular los «genes» del carácter. La gente que posee conocimiento espiritual de las cosas se cuida mucho de actuar perfectamente en Rosh Hashaná; es ese momento en el que el año es concebido. Muchos tienen la costumbre de no dormir en ese día, por lo menos durante las horas de la mañana. Desean configurar los «genes» del año en estado consciente, no en estado de inconciencia.
¿Cuál es el origen de esta energía especial? El primer Rosh Hashaná que existió -el cual obviamente debe expresar su verdadera naturaleza del modo más intenso posible- fue el día de la creación del ser humano. Ese día de la Creación fue el primer Rosh Hashaná que existió en el mundo, y su clímax fue la creación del ser humano. Esta es la razón por la que este día siempre conserva la capacidad para re-crear al hombre. Cuando sincera e intensamente decidimos elevar nuestra personalidad en Rosh Hashaná, inspirarnos para vivir el año siguiente como seres humanos más elevados, estamos utilizando la energía trascendental que tiene este día por ser justamente el día en que se creó al hombre. Este día tiene la capacidad para activar energéticamente un cambio auténtico y ayudar al individuo a transformarse en alguien completamente diferente.
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Existe el concepto de que Adam fue creado en el mismo sitio que más tarde sería el mizbéaj (altar) del Templo. Adam mi-makom kaparató nibrá -«Adam fue creado del lugar mismo de su expiación». Su primer instante de vida se formó de polvo reunido de todas las regiones de la Tierra, el cual fue concentrado en el punto que posteriormente se convertiría en el sitio donde se ofrecerían las ofrendas, que es precisamente el acto que más conduce a la expiación y más acerca al hombre a lo Divino. El instante de su creación representa la novedad más intensa posible y, simultáneamente, contiene el elemento que permite el cambio más radical posible: del pecado a la expiación, que realmente implica en sí misma una nueva creación. De aquí se deriva la insondable capacidad de Rosh Hashaná para ayudarnos a ser personas nuevas. No es de sorprender que en este día se acostumbre reducir el sueño al mínimo.
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El servicio de rezos de este día refleja este concepto de llegar hasta la raíz. El orden del rezo está basado en la recitación de maljuyot (soberanía) y zijronot (remembranza), así como en shofarot (toque del shofar).
Maljuyot (soberanía) representa el esfuerzo por renovar la raíz de toda la Creación y de todo servicio a Dios, afirmando que el dominio de Dios es absoluto y primordial. Antes de aceptar el yugo de mitzvot específicos, debemos aceptar la soberanía de Dios en general, tal como se expresa en la famosa mashal (alegoría) del rey al que se le pidió que promulgase decretos sobre un país. El rey accedió a condición de que la gente primero aceptase su soberanía sobre ellos; sólo así sus leyes tendrían sentido y serían obligatorias. La raíz de la Creación consiste en la soberanía de Dios, y por ello constituye la raíz de cualquier crecimiento espiritual. Tomar conciencia de esto es lo más fundamental de todo en Rosh Hashaná, y requiere ahondar en el nivel más profundo de ratzón (deseo) durante el servicio de rezos a fin de llegar a la conciencia del dominio absoluto de Dios y desearlo.
Zijronot (remembranza) representa la idea de recordar con auténtica profundidad espiritual los puntos de origen del mundo y del pueblo judío y su destino. Esta forma de memoria constituye un entrar de nuevo en la fase masculina de la concepción: regresar al fulgor o chispa inicial y experimentarla otra vez, vívida y literalmente. La raíz de zajor, «recuerda» es idéntica con zajar, «masculino». El nexo es obvio; la masculinidad es precisamente eso: un llevar consigo la esencia destilada de todas las generaciones previas en forma de simiente que formará a la generación siguiente. La simiente es una «memoria» del pasado. De hecho, la palabra zijron, «memoria», y zerah, «simiente» son numéricamente equivalentes. El trabajo de la memoria -vivir de nuevo el fulgor de la creación- es perfectamente adecuado y necesario para Rosh Hashaná.
Siguiendo el planteamiento desarrollado hasta ahora, Shofarot (toque del shofar) representa el acto de llegar hasta el corazón, llegar hasta la raíz de la neshamá (alma) y de la personalidad. La esencia del shofar radica en que tiene voz, pero no palabras. Los sabios cabalistas explican que la voz es la raíz del habla y contiene mucho más de lo que contienen las palabras individuales, que son finitas. Las palabras pueden transmitir información, pero la voz transmite a la persona misma. Es por esto que la profecía es llamada «voz», no palabras: cuando Dios dice a Abraham que escuche el consejo profético de Sará, le dice shmá b-kolá -«escucha la voz de ella», no «escucha las palabras de ella».
Dios dice al profeta: Krá b-garón, al tajsoj -«grita con la garganta; no te reprimas». La profecía no procede de la boca -que es el origen de la palabra-, sino de la garganta, que es donde se origina el sonido puro. La bendición que pronunciamos al oír el shofar es lishmoa kol shofar -«escuchar la voz del shofar». El shofar es sonido puro, grito puro, y es por esta razón que posee la capacidad para abrir la neshamá. Todas las palabras del mundo no pueden comunicar la emoción del grito de un niño en la noche. El shofar es ese grito.
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Experimentar correctamente el día de Rosh Hashaná debería dejar a uno intensamente cargado de energía. La energía adquirida debería ser tan grande que uno pudiera vivir el resto del año en el mismo estado -no como continuación, sino como una experiencia constante de renovación. La chispa debería convertirse en llama, y esa llama debería encender un nuevo fuego… siempre. En esto consiste el vivir como judío. La doctrina cabalística afirma que vivir hoy porque uno estaba vivo ayer se llama morir. Estar auténticamente vivo hoy significa que la vida propia se genera hoy, no como un resultado pasivo del pasado, sino como una explosión de renovación ahora y siempre.
De la raíz hebrea de la palabra ANI, «yo», se derivan dos vocablos fascinantes, ana, y, ain. La palabra ain significa «no es»; ana es más difícil de traducir, ya que indica una súplica o ansia inefable, como en la frase ana Hashem hoshía na [«por favor, Eterno, ¡salva!»], que expresa el deseo de la redención. Estas dos palabras, ain, «no es» , y ana, el deseo intenso para el futuro, también significan «de dónde» y «hacia dónde». Cuando uno pregunta: «¿De dónde vienes?» dice me-ain bata. Y cuando uno pregunta: «¿Adónde vas?» dice ana telej (o le-an). Pero si uno se detiene a considerar el sentido literal de estas expresiones, descubrirá algo muy profundo: me-ain bata («¿de dónde vienes?») literalmente significa «vienes de la nada»; y ana telej («¿adónde vas?») literalmente quiere decir «vas a una dimensión inefablemente grande».
El hebreo, la lengua de santidad, está preñada con profundidad espiritual. En hebreo, la simple y mundana idea de una persona llegando de algún sitio anterior se expresa en términos de la transición de la nada al estado actual (yesh me-ain -algo de la nada). En otras palabras, la aprehensión espiritual del instante presente radica en que guarda la misma relación con el instante previo como la existencia con respecto a la nada. Eso es renovación. Y del instante presente al siguiente la explosión es tan grande que no puede ser traducida. En esto consiste la lucha de una persona que es sensible espiritualmente: generar constantemente vida nueva.
Nuestro ancestro Abraham dijo de sí mismo: Va-anojí afar va-efer -«yo soy polvo y cenizas». La Torá nunca es pura poesía; cada matiz lingüístico posee un significado infinito. ¿Cuál es el significado de «polvo y cenizas»?
La idea es esta: las cenizas constituyen el elemento puro que queda cuando una sustancia ha sido quemada completamente; el «polvo» de la tierra es esa parte fértil del suelo en el cual tiene lugar el crecimiento. Abraham -que fue aquel que del modo más profundo representa la idea de renovación, de ser el padre, el fundador del pueblo judío, y forjó una nueva forma de vivir- se veía a sí mismo incinerando constantemente lo que había llegado a ser a fin de utilizar esos elementos como suelo fértil para un nuevo crecimiento. A ningún elemento de su desarrollo le permitía continuar pasivamente, estar aquí hoy porque ayer estaba aquí. Todo su ser estaba destilado en una memoria que encarnaba el núcleo de un nuevo nacimiento, constantemente. Este es el poder del jidush, la renovación auto-generadora, fuente de la vida espiritual y el crecimiento.
Rab Akiva Tatz