Profundizando
1. Perspectiva del Amor desde la Torá
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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La humildad de la entrega

Selección extraída de  “La luz de Efraim” escrita por Simcha Benyosef

«¿Le importaría al Rab repetir lo que dijo?» pidió Adam.

«En la etapa inicial, un baal teshuvá percibe su relación con El Altísimo como la de Donador y receptor», respondió el sabio. «Aún así, quiere causarle a Dios alegría con todo lo que hace. Sin embargo, cuando le van mal las cosas, el baal teshuvá da expresión a la pregunta angustiada que resuena en su fuero interno, como lo hicieron los israelitas en el desierto, ‘¿Está Dios con nosotros o no’? Es decir, Hashem está en el reino celestial. ¿Cómo puedo yo darle placer con mi burda materia? [1]

«En hebreo, las palabras finales de la pregunta, ‘o no’, se dicen ‘im ain‘. La palabra hebrea ain comunica el modo negativo, pero también puede comprenderse como ‘la nada’, que indica la percepción Divina primordial, o sea, el ámbito celestial más elevado que hay.

«Si cambiamos el orden de las letras de la palabra ain, obtenemos aní. La palabra aní señala a Maljut mientras las fuerzas del mal siguen pegada a Ella. Después de Su purificación y ascenso, se transforma en ain-nada.

«Los Hijos de Israel son la extensión terrestre de Maljut. El modo en que comprendamos el propósito de nuestra creación definirá la calidad de nuestro servicio Divino. La personal cuyo objetivo en la vida es causarle placer a Dios siempre va a tratar de imbuir su servicio con fuego y alegría, y a la vez de pulir sus defectos de carácter con toda su energía».

«Después de estas noches pasadas con el Rab, ahora me doy cuenta hasta qué punto me dominaba la inseguridad y el sentido de inferioridad cuando llegué a Israel. Lo que el Rab está diciendo acerca de pulir los defectos de carácter es que debo descartar la parte de mi personalidad que es un ‘yo presuntuoso’-que en realidad alardea porque teme que le hagan daño. Sin embargo, parte de mí aún grita, ‘si abandonas tu ‘yo presuntuoso ‘, y con él los defectos que suscitó, ¿qué va a quedar de ti?» murmuró el muchacho.

«Tu pregunta forma parte del pensamiento defectuoso ocasionado por la profanación de daat-conocimiento. La respuesta es, si pules tus defectos de carácter entregando tu yo, es decir, tu ego, por amor a El Altísimo, tu ani trascenderá a la ain, la unificación primordial con El Altísimo».

El semblante de Adam se aclaró y comentó, «Recuerdo lo que dijo, que a quien alcanza la elevada teshuvá ilaá, se le considera ilaí-supremo, porque llega a ser uno con el Ser Supremo».

El sabio sonrió: «En realidad ya tienes todas las respuestas, Adam. Lo que pasa es que las tienes registradas en tu intelecto; tenemos que trabajar en romper la cáscara y hacerlas bajar a tu corazón.

«En el misterio del yijud-unificación, el alma se apega a El Altísimo, llegando a ser una con él, o sea que el cuerpo se vuelve literalmente un lugar de residencia para la Presencia Divina».[2]

«Si se llega al punto en que el temor reverencial a Hashem es tal que se está listo a entregar el ego», dijo Adam, «ahí tenemos el elemento de humildad que menciona el Ramak«.

«Ahora bien, el concepto de humildad involucra algo más, mucho más básico que la nada (ain) que es el nivel donde Moshé había llegado», dijo el sabio.

«¿Qué más se requiere de quien aspira a adquirir la humildad?» preguntó Rajel.

«Simplemente, se le pide que se case».

«¡No es tan sencillo como lo dice el Rab!» replicó Adam. «Algunos hombres tardan años antes de decidirse en una chica. Y lo mismo es verdad de las mujeres».

«Si los hombres y las mujeres se diesen cuenta de la importancia de casarse para alcanzar la plenitud espiritual, se esforzarían más en decidirse. Sea que su esfuerzo consista en más oraciones, o bien en no abandonar la búsqueda a pesar de la gran frustración que supone, no importa tanto. Cada cual persistirá de la forma que se lo inspire desde Arriba.

«Conozco a una mujer que quería casarse con toda su alma. Durante años, pidió y pidió, pero no se limitó a pedir; también incrementó su servicio Divino diciendo más tefilá. Un día se dijo al regresar del Muro, ‘Tengo ya treinta y siete años; ¡quizá desee Hashem que permanezca soltera! Si es así, voy a dejar de pedir pareja en mi tefilá, para hacer ver que acepto con amor y que así también Le serviré con toda mi alma’. No pasaron más que unos días, y le hicieron otra proposición. A los dos meses estaban casados».

«O sea que para ella, el esfuerzo consistió en no pedir-lo que fue un acto de bitul-entrega. ¡No me extraña que se le cumplió el deseo tan rápido!» comentó Rajel.

«Consultemos de nuevo a Rab de Vidas, quien cita el Zóhar acerca de este tema», sugirió Yosef. «En lo que quiero leerles, está hablando de los grados de ascenso para volverse jasid«.

«¿Un jasid?» preguntó Rajel. «Pensé que el jasid era un hombre vestido de negro con patillas largas».

«Ese es el uso moderno de este término», sonrió Yosef. «La palabra jasid viene de la raíz jesed, que significa una fusión de amor y bondad. Según la dimensión interna de la Torá, un jasid demuestra jesed hacia su Creador».

«¿Cómo puede uno mostrarse bondadoso con Dios Todopoderoso? Es lo que yo decía antes, que no es importante si ve uno como receptor, o bien como una rama cuya única existencia proviene de la Raíz, ya que en ambos casos, se sigue siendo receptor. Pero ¿ahora está usted añadiendo que también se puede dar, o como lo dijo usted, mostrar jesed?» preguntó Rajel.

«Miren, podíamos pasarnos días hablando del tema, pero en dos palabras, está mostrando jesed quien está dispuesto a alcanzar el nivel de bitul-entrega, y pisotear sus tendencias personales para causar placer en el reino celestial, sea cual fuere el esfuerzo requerido. Y un ejemplo de ello es, aunque el esfuerzo sea casarse. Rabí Shimón bar Yojai lo dice bien claro en el Zóhar: [3]

Quien no funde lo masculino y lo femenino dentro de sí-es decir, quien no esté casado-no le tiene temor al Cielo.

«Yo creía que según el judaísmo, la mujer no tiene la obligación de casarse», objetó Rajel.

«Es cierto. La mitzvá de casarse y procrear es responsabilidad del hombre. Por lo tanto, la mujer que prefiera quedarse soltera y abstenerse del solaz físico dentro del ámbito de kedushá que sólo el matrimonio puede aportar, está libre de hacerlo; no estará transgrediendo. Aún así, estará perdiendo la oportunidad de alcanzar shelemut-plenitud espiritual, ya que mientras esté soltera, seguirá siendo media alma.

«Y dejen que les recuerde algunos principios de la dimensión interna de la Torá que ya hemos discutido. Visto desde arriba, el matrimonio ocasiona una alegre unificación de las Fuerzas Divinas Masculinas y Femeninas. Visto desde abajo, el matrimonio es una oportunidad de fundir lo masculino y lo femenino, que nos permite acercarnos a la plenitud espiritual, y en lo que les concierne a los dos, al tikkún-rectificación que ansían. Cualesquiera que sean los desacuerdos entre cónyuges, el amor que comparten los reúne, y también causa la unificación de las Fuerzas Divinas Masculinas y Femeninas. A la inversa, la discordia entre consortes separa las Fuerzas celestiales. Explica Rab Jaim Palache que cuando los cónyuges discuten, están trasgrediendo cada uno de los Diez Mandamientos. Es por eso que cualquier esfuerzo que se haga para restaurar la paz entre ellos es una potente ayuda para rectificar esta profanación».

«Lo que usted está diciendo, Rab, me recuerda que tengo algo contra usted», dijo Rajel.

«¿Contra mí?» preguntó el sabio, sonriendo. «A ver, dígame de qué se trata».

«¿Cómo pudo usted hablar con mi marido como lo hizo ayer, dándole métodos de restaurar la paz entre nosotros, cuando yo no estaba presente para oírlo? La próxima vez que discutamos y ceda él, ¿cómo podré saber si cedió a causa de su amor por mí, o bien porque usted se lo dijo?»

«¿Y el amor que la une a él?» replicó el sabio. «¿Cómo sabe si el amor que los une viene del Cielo, o si está destinado a consumirse su fuego y apagarse después de algún tiempo?»

«No sé», dijo ella, pensativa. «Creo que ambos tuvimos un sentido de predestinación».

«Quizá lo hayan tenido, pero hay muchas, muchas parejas que no tienen ni eso, y sin embargo, se sienten atraídos uno a otro porque su alma les guía al tikkún que van a hacer juntos. Su amor se profundiza con el matrimonio, en particular cuando ambos comparten el deseo de atraer a la Shejiná para que resida entre ellos.

«Cuando una pareja vive según los dictámenes de la Torá, las Fuerzas de Creación-las letras Yud y Hei del santo Nombre de Hashem-residen con ellos. Luego, con el tiempo se vuelven ellos un reflejo de las santas Fuerzas de Creación». [4]

«Los dos Compañeros que nunca se separan», dijo Rajel. «¡Qué hermoso!»

«Y cuando llegan a esa etapa de su vida, las chispas ardientes de la primera etapa de su lazo habrán madurado, tornándose en un fuego que arde por dentro. No obstante, si el fuego de su pasión se basa exclusivamente en factores externos, se consumirá así como el fuego del altar en los días del Templo, cuando disminuyó en intensidad el amor de Israel».

1-La discusión que sigue acerca de la nada se basa en el estudio de Rab R. Moshe Luria, Teshuvah Utefilah, Maamar Ki Tetze Lamiljamah, pp. 66-70.
2
-Citado de Rab Aryeh Kaplan, Meditation and Kabbalah,(Maine: Samuel Weiser, 1982), p. 178, de Maggid Mesharim, Beshalaj, p. 56c.
3-Citado de Reshit Jojmá: Shaar haahavah-en mi traducción al inglés, p. 404; citando al Zóhar, Naso 145b.
4-Tikkunéi Zóhar, tikkún 10b.

 

Simcha Benyosef

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