La humildad de Hilel
Dijeron nuestros Jajamim (sabios): «La persona debe ser humilde y paciente como Hilel…». Sucedió una vez que dos hombres hicieron una apuesta. Dijeron: «Todo el que logre poner nervioso a Hilel, ganará del otro cuatrocientas monedas». Dijo uno de ellos: «¡Yo puedo hacerlo!».
Ese día era Shabat, y Hilel se estaba higienizando. Se acercó el hombre a la puerta y comenzó a llamar: «¿Aquí vive Hilel?». él sabía sin dudas que Hilel vivía allí. También sabía que Hilel era el Rab principal de todo Am Israel, y a pesar de que todo el mundo lo trataba con mucho respeto, él le dijo «Hilel» a secas. También sabía que en Ereb Shabat (vísperas del Shabat) la gente está ocupada con los preparativos de Shabat, pero todo eso lo hizo para tratar de sacar a Hilel de sus casillas. Cuando vio que alguien lo estaba llamando, Hilel se vistió y salió a atenderlo.
«Tengo una pregunta…» le dijo el hombre.
«Claro. Dime, ¿Qué quieres saber?, pregúntame».
«A ver: ¿Por qué la cabeza de los babilonios es demasiado redonda?».
«¡Oh, una muy buena pregunta hiciste, hijo!», Hilel siempre estimulaba a los que preguntaban, aunque sus preguntas fuesen ridículas. Y eso, para que no dejaran de preguntar en el futuro. Le respondió: «Porque las parteras de Babilonia no tienen tanta experiencia, y no saben tomar bien a los bebés cuando nacen…».
Pasó un rato, y el hombre volvió nuevamente a la carga:
«¿Aquí vive Hilel?».
Se vistió Hilel y salió a atenderlo.
«¿Qué necesitas, hijo?».
«Tengo una pregunta».
«Adelante, pregunta».
«¿Por qué los beduinos tienen los ojos rasgados?».
«Fíjate que ésa es una muy buena pregunta: Porque ellos viven en medio de la dunas, y Hashem los hizo con los ojos entrecerrados para impedir en lo posible la entrada de la arena…».
Pasó otro rato, y el hombre regresó.
«¿Aquí vive Hilel?».
«¿Qué necesitas, hijo?», le dijo Hilel, después de vestirse nuevamente.
«Tengo una pregunta para hacerle».
«Adelante, pregunta».
«¿Por qué los africanos tienen la planta de los pies tan ancha?».
«Ciertamente, ésa es una excelente pregunta. Te explico: La mayoría de los africanos viven en zonas pantanosas y casi todos caminan descalzos, y los pies anchos les permite mantener el equilibrio».
El hombre vio que no había manera de poner nervioso a Hilel, y trató de hacerlo de otra manera: «¿Sabe una cosa? Tengo muchas otras preguntas, y tengo miedo de hacérselas porque seguramente usted se enojará conmigo…».
Hilel se acomodó en un asiento y le respondió con calma:
«Todas las preguntas que tengas, házmelas. Estoy dispuesto a responderlas».
«¿Es usted el Hilel al que todo el mundo conoce como el «Príncipe de Israel»?».
«El mismo».
«¡Pues que no haya muchos como usted en nuestro pueblo!».
«Hijo, ¿Por qué dices eso?».
«Porque por su culpa perdí cuatrocientas monedas. Aposté esa cantidad a que lo hacía enojar, y no pude».
«No, no. Te equivocas; no pienses en lo que perdiste. Vale la pena pagar cuatrocientas monedas, y otras cuatrocientas monedas más, con tal de ver que Hilel jamás se va a enojar por nada…».
Masejet Shabat 31
(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )