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Conceptos místicos en el Jasidismo
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La Division de los Mundos

Extraido del Tania Completo.Conceptos Místicos en el Jasidismo por el Rabino Jacob Immanuel Schochet

Los cinco mundos generales son:

(1) Adám Kadmón. Este término prestado de la forma humana significa “Hombre Primordial”. Kadmón denota “ser el primario de todos los primarios”. Este Mundo también se denomina el Plano de Kéter Elión (Kéter Supremo), la “luz clara y lúcida” (gugeume gu xe) frecuentemente llamada Tzajtzajot — implicando las “puras y lúcidas sefirot que están ocultas y escondidas”.
(2) Atzilut, el Mundo de Emanación. El término se deriva de la raíz étzel, como en Números 11:17 y Eclesiastés 2:10.
(3) Beriá, el Mundo de Creación;
(4) Ietzirá, el Mundo de Formación;
(5) Asiá, de Mundo de Acción.

Estos tres nombres se derivan de los términos creativos en Isaías 43:7.
Adám Kadmón es la emanación más prístina. Es la etapa más alta y primera después de que tuviera lugar el tzimtzúm y con todo es tan sublime que en un cierto sentido se puede hablar de él como de completamente unido al Ein Sof. Atzilut es la etapa que sigue a Adám Kadmón, por lo tanto adicionalmente apartado del Ein Sof. Este Mundo recibe su vitalidad (la Emanación Divina y fuerza vital) vía Adám Kadmón, por lo tanto en medida menor y menos intensa que Adám Kadmón mismo. Pero Atzilut todavía está en tal proximidad con el Ein Sof que también él es “uno con él”, siendo, en efecto, Divinidad. Beriá está apartado un grado más, y recibe su vitalidad a través de Atzilut, por lo que ésta es en menor medida y menos intensa que en Atzilut. De hecho, el pleno efecto e intensidad del tzimtzúm recién es perceptible en este Plano.

Aunque los aspectos particulares y categorías del tzimtzúm son demasiado numerosos para ser contados, y generalmente son de muchas clases diversas, hay, sin embargo, tres niveles de poderosa y abarcante contracción y condensación que dan origen a los tres Mundos inferiores. El Mundo de Atzilut (y Adám Kadmón) es Divinidad Misma. Así, cuando se habla de un Masaj o Prasá (“cortina”; “cobertura”) separando entre Atzilut y Beriá (y entre los mundos subsiguientes). Esto denota la inmensa distinción y separación entre estos niveles.
Ietzirá está todavía más apartado, y deriva su vitalidad a través de Beriá, y Asiá es el más apartado y recibe su vitalidad por medio de Ietzirá.

Como las Diez Sefirot, estos Cinco Mundos se corresponden con las letras del Tetragrámaton: Atzilut se corresponde con la iud, Beriá con la primera hei, Ietzirá con la vav, y Asiá con la hei final. Adám Kadmón, por su estado de inmensa sublimidad, no puede representarse por ninguna letra específica sino por la “espina” de la iud. Por lo tanto, tal como Kéter está por encima de todas las sefirot, Adám Kadmón lo está sobre todos los Mundos. A ello se debe que, generalmente, sólo se hable de Cuatro Mundos.

De hecho, los Mundos se corresponden con las sefirot mismas. Aunque las Diez Sefirot emanan y “funcionan” en cada Mundo en particular (Kéter de Atzilut, Jojmá de Atzilut, Biná de Atzilut, etc.), en cada uno de ellos predominan sefirot específicas. Así, Adám Kadmón corresponde a Kéter; es el plano de Kéter, porque Kéter es el sefirá predominante en Adám Kadmón. Atzilut corresponde a Jojmá; es el Plano de Jojmá, porque Jojmá es la sefirá predominante en Atzilut. Beriá corresponde a Biná, Ietzirá a las Midot (Jésed, Guevurá, Tiferet, Nétzaj, Hod y Iesod), y Asiá a Maljut, porque éstas son respectivamente las sefirot predominantes en estos Planos. En términos de la “Imagen Humana” de las sefirot (el Partzuf de Adám Kadmón, la emanación original de la Luz Divina), el Mundo de Adám Kadmón es conocido como Atzmut (la “Esencia”, o alma), Atzilut como el “Cuerpo” que contiene esta alma, y Beriá, Ietzirá y Asiá, como las “Vestimentas” exteriores en que se inviste este Cuerpo. La diferencia entre estos Mundos en una de grado, en la medida del ocultamiento de Atzmut y, por lo tanto, a menudo se los compara con cuatro modelos de percepción denominados reshimá (marca), jakiká (grabado), jatzivá (cincelado), y asiá (promulgación):

Una reshimá es no-substancial; es una mera señal marcada, denotando apenas una distinción entre lo marcado y lo que no lo fue, o sea, entre la nada absoluta y la realidad (o, más bien, el comienzo de la realidad). Su clase de realidad es tan próxima a la nada que prácticamente no hay diferencia alguna entre ellos. Precisamente así, Atzilut es la primera salida hacia la substancialidad: entre la nada absoluta y la infinitud, y la categoría de substancialidad y finitud. Una jakiká, por otra parte, ya se percibe en mayor medida que la reshimá; en consonancia, Beriá es la etapa de un ser más perceptible y finito que Atzilut, aunque todavía muy sutil. Una jatzivá es más perceptible aún, tal como un objeto cincelado se siente mucho más que uno grabando.

Comparable a ello es Ietzirá. La percepción plena, completa en el plano de la substancialidad y la corporeidad distinguible, es el producto acabado de una asiá, y correspondiéndose con ella es el Mundo llamado por este nombre — Asiá.

Rabí Moshé Cordovero lee estas diferencias entre los Mundos en sus mismos nombres. Sugiere que el término Atzilut también se relaciona con la preposición étzel (cerca), denotando así la cercana proximidad —al grado de unidad— de las sefirot de Atzilut con su Fuente.
El relaciona Beriá con el versículo “Pero si Di-s (crea una creación)” (Números 16:30), con la connotación de llamada a existencia de algo nuevo, a partir de la nada. Por lo tanto, Beriá es radicalmente diferente y apartado de Atzilut.
A Ietzirá lo relaciona con el versículo: “y Di-s, el Señor, formó al hombre del polvo del suelo” (Génesis 2:7). Ietzirá, entonces, se relaciona con el “polvo del suelo”, un nivel inferior, mucho menos espiritual, que Beriá. Asiá es explícito por sí mismo, como el más material y perceptible de estos términos, y esto también es sugerido por su aparición como tercero y último en el antes mencionado versículo de Isaías 43:7.

Ahora bien, como se ha dicho, todas las sefirot emanan a lo largo de todos los Mundos, en general y en particular. Todas las sefirot se manifiestan en Atzilut, así como también en Beriá, en Ietzirá, y en Asiá. Tal como están en Atzilut, todavía tienen una unidad explícita con su Emanador.
Por medio de Maljut de Atzilut (como es la “función” de Maljut) las sefirot de Atzilut (latentemente inmanentes en Maljut de Atzilut) se proyectan más allá para manifestarse en Beriá. Maljut de Atzilut, así, sirve de mediador entre Atzilut y Beriá.
En esta capacidad, Maljut de Atzilut asume una característica de Kéter que (como se dijera en el cap. de Sfirot) sirve de intermediaria entre una etapa superior y la siguiente más baja. Por lo tanto, Maljut de Atzilut, el nivel más bajo de Atzilut, re-emerge como Kéter de Beriá, el nivel más alto de Beriá. Mientras que las sefirot de Beriá son concretamente las sefirot de Atzilut, están en Beriá en un estado de gran ocultamiento y condensación.
Pues la “transición descendente” de Atzilut a Beriá involucra el “paso” por el inmenso tzimtzúm de la prasá que separa estos Mundos. Por lo tanto, en Beriá, el Mundo de Creación, está la primera aparición de criaturas limitadas y finitas distintas de la Divinidad, aunque todavía estrictamente espirituales: las almas de los justos (tzadikím), y los ángeles sublimes.

El mismo proceso se repite en la siguiente etapa del desarrollo creativo. Por medio de Maljut de Beriá, las sefirot (todas latentemente presentes en Maljut) se proyectan adicionalmente hacia abajo para manifestarse en Ietzirá, emergiendo allí en una condensación y ocultamiento todavía mayor. Esto permite la aparición de criaturas menos sublimes y más numerosas que las de Beriá.
A medida de que este proceso continúa, culmina en las entidades y criaturas físicas de nuestro mundo físico en el nivel más bajo de Asiá.

La implicación de este proceso creativo es doble:
Por un lado permite la posibilidad de un mundo físico finito con criaturas físicas finitas al grado de que —por causa del inmenso tzimtzúm involucrado— parecen distintas y separadas de la Divinidad.
Por otra parte implica la Inmanencia Divina o Presencia Interior (Shejiná) incluso en lo finito y físico. Pues no es nada menos que la misma luz del Ein Sof lo que emana de Maljut de Atzilut, si bien tan fuertemente oscurecida y condensada que no está propiamente manifiesta. Pues solamente el Ein Sof puede crear y mantener a todos los seres a partir de la nada; las sefirot no deben ser consideradas “agentes creadores” separados y distintos de la Divinidad.

Rabino Jacob Immanuel Schochet

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