Kadish
(por Rab Daniel Oppenheimer www.ajdut.com.ar)
El valor de un momento de reflexión
Judío! Miro tu foto y esto me obliga a recapacitar. No lo puedo ni debo evitar. Seguramente, cuando estoy escribiendo estas líneas, muchos años más tarde, ya no estás entre los vivos. Es más. Juzgando por las caras de quienes están disfrutando la escena de tu dolor parados a tu lado, es muy probable que no te dieron la oportunidad de vivir mucho más tiempo que las víctimas que ya yacen tiradas a tu lado.
No sé tu nombre, ni me cambia saberlo. Puedes ser uno de los tantos que pasaron por tu misma situación. Te veo en el retrato con Tefilín, o con lo que queda de ellos, tratando de concentrarte en lo que decís o en lo que pensás. A tu lado, aquellos seres queridos y conocidos tuyos que ya no viven. Detrás tuyo, los rostros de los que están gozando de la situación.
¿Por qué tus Tefilín están tan rotos? Se nota por su aspecto que los destruyeron intencionalmente separando con fervor impuro las cuatro partes que forman el Tefilín de la cabeza. Tampoco queda mucho de tus Tefilín de la mano. ¿O será que te obligaron a vos a despedazarlos con tus manos para disfrutar tu agonía al hacerlo?
Te veo absorto y ensimismado en lo tuyo. Lo de alrededor no parece preocuparte ¿Qué estás diciendo o pensando? No lo sé. Vi en la leyenda de un libro donde figura que estás diciendo Kadish por los caídos. Posiblemente sea así.
¿Qué es el Kadish? ¿Un rezo por los muertos? No. En el Kadish se habla de la vida. De esta vida. La tuya y la nuestra. La que nos toca vivir a nosotros, mortales, frágiles, endebles, efímeros. Los que vivimos y atravesamos un mundo en el que ignoramos más de lo que comprendemos: «en un mundo que creó acorde a Su voluntad». En ese mundo es santificado y declarado hoy por nosotros como único Monarca y Patrón (aun si la «realidad» pareciera indicar lo contrario). Para el futuro cercano, aspiramos que, a su vez, sea reconocido definitivamente como tal, por toda la humanidad (incluso los que, detrás tuyo, se burlan de D»s y de vos). Decir el Kadish en la sinagoga, es un momento de suma trascendencia. Decirlo en las condiciones de esta imagen, cuando el que lo dice no sabe si no será el próximo que morirá en pocos instantes santficando el Nombre de D»s, entregando su alma pura, lo es aun más.
¿Qué piensa el judío en ese segundo? ¿Siente rabia? Estaría completamente justificado en hacerlo. Es lo que sentimos nosotros, años después, al contemplar la foto. Pero, para él, el momento de sentir ira ya pasó. En esta situación ya no le agrega, ni le quita. él está cautivado y concentrado en lo que puede ser su última plegaria en esta dimensión física. En todo caso, sentiría pena por la Propia imagen de D»s, con la que enalteció a los seres humanos y la cual fue falseada en el caso de sus torturadores.
¿Le molesta el hecho que ellos se ríen? Pues, es una cuestión de ellos. Su risa no los encumbra ni los elogia, y ciertamente, no nos humilla ni nos degrada.
¿Pues, a qué dedicar estos instantes, los más trascendentales, que le quedan de su vida? Cuando sus sueños se desplomaron, sus posesiones terrenales desaparecieron, cuando sus seres queridos ya no están, cuando la raza humana lo decepcionó…? No. él no se abatió ni se desilusionó. Su vida puede llegar a terminar en cualquier momento. Pero el plan de D»s, se cumplirá de todas maneras. «Itgadal ve-itkadash Shemé Rabá…»
Y nosotros. En la sinagoga durante un día entero en Iom Kipur. Vestimos la mortaja blanca con la cual un día nos llevarán en el último viaje terrenal. Ayunamos y nos abstenemos de los placeres físicos en este día para demostrar que al prescindir de ellos estamos más cerca de lo espiritual y que lo sensual no nos limita ni nos determina. ¿No tenemos unos minutos sinceros de reflexión pura y clara? ¿Un rato en el cual las cuestiones banales de este mundo se hagan a un lado para dedicarlos de lleno a estar con D»s? Claro. Entre la foto y nosotros hay una gran diferencia. Nosotros nunca suponemos que aquí se está por acabar la cosa. Para mañana, el día después de Iom Kipur, ya cada uno planificó su programa relacionado con la vida «normal» que «no tiene nada que ver» con Iom Kipur. Esto condiciona y restringe nuestro pensamiento de la «realidad real» de lo efímero y pasajero de nuestra vida.
Este tetrato nos puede ayudar. Aunque fuese para un instante de reflexión honesta.
Rab Daniel Oppenheimer