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La Armonia Universal
La armonía universal
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Israel, un ideal ancestral

Lo esencial es lo que somos, lo inherente, lo que no debería precisar demostración. Pero a veces lo inmediato: poseer, nos hace olvidar la conciencia de lo trascendente: ser, a tal punto que olvidamos qué y quiénes somos.

¿Quiénes somos?
Cuando decimos «yo» ¿dónde se «sitúa» nuestra conciencia?
En el cuerpo …, en la emoción …, en el pensamiento …
¿Dónde «está» nuestro yo?
¿Yo soy mi cuerpo?
En la misma pregunta se encuentra la respuesta, en la propia formulación se realiza la distinción entre «yo» y «mi cuerpo». «Ese yo», la conciencia de mí mismo, es quien formula y responde la pregunta, siendo el cuerpo un instrumento a través del cual el «yo» se manifiesta.
Cuántas veces «ese yo» le impone al cuerpo actos en contra de «su deseo». ¿Quién es entonces ese «yo» que puede dirigir al cuerpo: mis sentimientos…? El «yo» puede también sobreponerse a la tristeza y transformarla en alegría. Muchas veces conseguimos despertar fuerzas interiores para realizar determinados actos atravesando nuestras barreras emocionales, inseguridades, etc.
¿Quién es entonces ese «yo» que puede dirigir a la emoción?
¿Es acaso el pensamiento?
¿El pensamiento se piensa a sí mismo?
¿Quién es «ese yo» que se expresa a través del pensamiento haciéndome conciente de que soy, que existo?

Lo esencial
Cuando intentamos aprehender nuestra esencia, llegar a nuestro yo, percibimos que el pensamiento se diluye ante el interrogante de ¿quién soy?
Esto sucede porque nuestro yo más interior es «parte» de la esencia de toda la realidad, y así como el agua contenida en un recipiente al ser devuelta al océano se funde y unifica con el mar, así cada alma es, en última instancia, parte inmanente de la Esencia Infinita.
El amor que cada individuo profesa por sus seres queridos, su pueblo y su tradición no es algo racional sino que es la expresión de lo que le es inherente, lo que trasciende las palabras. Lo esencial no es un concepto intelectual, filosófico ni científico que necesita de una demostración, simplemente es.

Una relación esencial
El mundo conoce perfectamente la relación esencial -confirmada por la historia en todas sus versiones- como lo es la del pueblo de Israel con la tierra de Israel y con HaKadósh Barúj Hú. El Libro de los libros -el más famoso del mundo- lo atestigua por milenios y a pesar de ello Israel es y ha sido el pueblo que constantemente precisa demostrar su derecho a existir, a practicar su tradición y a vivir en su tierra.

¿Por qué?
Quien toma responsabilidades se transforma inmediatamente en el centro de las críticas ya que directa o indirectamente siempre focalizamos nuestra atención en quien toma la iniciativa. El nacimiento del pueblo de Israel señala el comienzo de una nueva era: un pueblo toma sobre sí el desafío de implementar un sistema espiritual que transforme el egoísmo en altruismo. Previo a la Torá el conocimiento de las leyes que rigen la Creación era patrimonio de individuos altamente espirituales, como Abraham, Itzják y Iaacóv.
Los grandes Sabios e Iniciados, los Profetas y Patriarcas, tenían visiones espirituales; pero carecían aún de la posibilidad de transformar al mundo. Ellos preparaban la futura recepción colectiva de la Torá. A partir del liderazgo de Moshé el pueblo judío se consolida como nación, permitiendo la posibilidad de expandir los Principios Universales; un pueblo entero en su tierra dedicado a un proyecto: lograr la Armonía Universal a través del altruismo.
Lo que comenzó con los patriarcas, como una búsqueda espiritual individual, se extiende a nivel de una nación.
Abraham Avinu nos enseña cómo superar el egoísmo, el estado imperante en el mundo, (Tikún haBriá). Moshé Rabeinu revela a nivel colectivo el objetivo de la Creación (Tajlít haBriá), recibir la Plenitud Infinita a través de las leyes objetivas codificadas en la Torá.
Israel define un nuevo estándar al aceptar el desafío de implementar los postulados civilizadores de la Torá: no codiciar, no robar, no asesinar, no adulterar, el respeto por los progenitores, etc. Esa iniciativa lo transformó automáticamente en el centro de todas las críticas, ya que al definir ese nuevo estándar enfrenta a la humanidad a su real desafío: tomar conciencia del egoísmo y corregirlo, y como es sabido «a nadie le gusta escuchar a su conciencia».

Una fuente de inspiración
Este ideal no es simple de lograr pero es el único que puede darnos a todos la tan ansiada Paz-Shalom. Por más de tres mil años éste es y ha sido el objetivo a través del cual Israel inspiró e inspira a los más grandes pensadores y profetas que ha dado la humanidad. Así como el patriarca Iaacov luchó interiormente y logro transformar su egoísmo en altruismo con el propósito de establecer las normas básicas para el futuro pueblo de Israel, así la Torá inspira a cada integrante de la familia humana a alcanzar ese mismo estándar en su vida para recrear un mundo en el que todos alcancemos juntos la Armonía Universal.

Un ideal anscestral
Cuando el orden esencial se pierde surge el caos. La armonía, en cambio, es el resultado del esfuerzo humano por preservar el orden esencial en donde cada componente ocupa su lugar. El establecimiento «oficial» del Pueblo de Israel en su tierra después de casi 2000 años de exilio señala el comienzo del retorno al orden esencial. Ese proceso denominado sionismo no es nuevo para el mundo ni para el pueblo de Israel, comenzó hace casi 4000 años con el patriarca Abraham. El Libro de los libros lo registra y es de dominio público «Deja tu tierra, tu patria y la casa paterna y diríjete a la tierra que Habré de mostrarte» (Bereshít -Génesis 12:1). Ese ideal lo continuará su hijo Itzják (…es a través de Itzjak que tu descendencia portará tu nombre -Génesis 21:12-, …confirmaré Mi pacto con Itzják como Pacto Eterno para con su descendencia -Génesis17:19-) y posteriormente su nieto Iaacóv padre de las doce tribus de Israel, etc.
De acuerdo a la Kabalá Abraham representa el potencial humano de alcanzar la bondad superior. Ello se logra a partir de la trascendencia de los tres ámbitos mencionados, tu tierra: los deseos innatos (instintivos), tu patria: las costumbres y forma de vida que esos deseos generan, la casa paterna: el respeto por quien le inspiró una forma de vida idólatra, para poder dirigirse «a la tierra que Habré de mostrarte»: la voluntad en armonía con los principios superiores. A Abraham se le exige trascender todo lo que genera o pueda generar egoísmo y «partir» en pos del altruismo. Abraham nace en el año 1948 del calendario hebreo, el moderno estado de Israel en el año 1948 de la era común.

La conciencia superior
El deseo es innato e inconsciente, la voluntad es conciente y adquirida. El deseo en su forma instintiva es calificado por la Kabalá como la raíz del mal, el egoísmo que no evalúa la consecuencia de los actos. En cambio, a través del trabajo conciente en el estudio de los principios superiores: Torá y el desafío en implementar lo aprendido a través de actos de bien: mitzvót es posible transformar el egoísmo «tu tierra, tu patria y la casa paterna» en voluntad de dar, altruismo: «dirígete a la tierra que Habré de mostrarte».
El pueblo de Israel ha perpetuado esta forma de vida basado en el desafío de realizar actos de bien: mitzvót, los cuales le brindan al hombre parámetros concretos para evaluar la realidad y un camino seguro para lograr su plenitud, finalidad para la cual fue creado. Así el mensaje judío se transmitió de generación en generación y su esencia universal sigue vigente e intacta hasta nuestros días.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo
Vaicrá -Levítico 19:18
No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti
Talmud Babli, Shabat 31

¿Cómo entender la historia?
Para comprender la historia universal en toda su dimensión debemos tomar conciencia de lo esencial de una nación y de pueblo. En las sociedades tradicionales el concepto de pueblo identifica a un grupo humano con un lugar ancestral y una tradición espiritual que comenzó o que, de alguna forma, está ligada a ese lugar. La tierra es el espacio inherente a la identidad del pueblo ya que sin ésta no le es posible desarrollar el sistema espiritual que lo distingue como tal. La geografía para un pueblo tradicional no es sólo cuantitativa, es cualificada para una función determinada, ya que cada lugar señala una situación existencial sagrada que atravesó el pueblo al conformar su identidad.
La tierra de Israel es el cuerpo de Israel y la Torá su alma.

A través de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra (Bereshít –Génesis 12:3)
Cuando se pone en duda el derecho del pueblo de Israel sobre la tierra de Israel no sólo se distorsiona la identidad judía sino que se le quita al mundo entero su identidad, su esencia. Pretender desvirtuar la milenaria historia del pueblo de Israel y por lo tanto el derecho sobre su tierra, la originalidad de sus formas tradicionales y valores conduce al caos, ya que implicaría suponer que toda la historia universal y los valores más preciados que la humanidad posee se basan en una mentira.
Así como la oscuridad no es sino la falta de luz, así la mentira no puede existir si no está apoyada en una verdad. La sabiduría de Israel estableció las bases para crear una civilización justa en el mundo todo. Ella nos enseña los objetivos: la justicia, el bien, el altruismo y la forma de alcanzarlos: no asesinar, no robar, no adulterar, etc. Después de que el pueblo de Israel articuló e inspiró durante miles de años al mundo con su sabiduría, a través de la tradición escrita y oral, basado no en revelaciones personales sino en una revelación colectiva: Sinai (un pueblo entero es testigo de la entrega de la Torá ), Mishná, Midrásh, Talmud, Kabalá, Halajá , etc. (miles de libros producto de miles de años de elaboración por miles de sabios hasta el presente) es muy fácil para cualquiera atribuirse el mérito del trabajo ajeno. Los valores de la Torá son esenciales y no son proclives a la distorsión como no lo son los principios de la materia, son principios arquetípicos inherentes a la propia esencia del mundo, que sólo funcionan cuando los componentes son activados respetando parámetros esenciales: un pueblo: Israel, en su tierra: Israel tal como lo indicó HaKadósh Barúj Hú en Su Torá. Sólo esa fórmula es la que trae la Luz. Ki mi tzión tetzé Torá udvar HaShem mi Irushalaim, desde Sión surge la Torá y Su palabra, la que designa cada cosa, desde Jerusalem.

Un milagro
La naturalidad de la conexión del pueblo de Israel con su tierra y su sabiduría resulta tan obvia, que es de esas verdades que toda la humanidad a través de toda la historia puede certificar. Y a pesar de ello es el hecho que más se ha puesto en duda. La existencia del pueblo de Israel luego de miles de años de inquisiciones, holocaustos y todas las formas que la judeofobia adquirió a lo largo de la historia no ha conseguido apartarlo de su tierra y de su milenaria forma de vida. Y eso no depende de consensos, votaciones y/o estadísticas humanas. La milenaria historia judía marcada por persecuciones y los últimos 55 años en que el pueblo de Israel recuperó «oficialmente» su tierra ancestral, en medio de la hostilidad permanente de pueblos que surgieron miles de años después que la nación hebrea, está signada por una fuerza sobrenatural, un milagro. Sólo milagros pueden explicar la continuidad milenaria del pueblo de Israel y, los milagros sólo los hace el Uno: HaKadósh Barúj Hú.

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