Intima intimidad

El Rabino Manis Friedman es un muy conocido conferencista sobre Torá y Jasidut. Su prorama de televisión «El llamado de la verdad» se transmite por cable en los EEUU y Canadá.
La sabiduría popular dice que la sexualidad es un instinto natural. Es una actividad humana muy común e inocente, es lo que ocurre entre un hombre y una mujer, es lo que la gente hace y todo lo que necesitamos es relajarnos y disfrutarlo, ¿Correcto?
Parece tan simple. ¿Pero si es tan simple, por qué necesitamos que se nos recuerde una y otra vez que es natural, es inocente, es placentero, es lo que hacemos, es lo que ocurre, relajate y disfrutalo? En efecto, los medios nos han bombardeado con este mensaje por tanto tiempo y de tantas maneras diferentes, que tendríamos que asombrarnos de por qué el mensaje no ha sido aceptado. ¿Por qué nos pone tan desconcertados, incómodos, inseguros, hablar de nuestra propia sexualidad?
En el mundo que el Todopoderoso ha creado, hay como tres niveles. Está lo secular, lo diario, la condición mundana -las cosas comunes que hacemos diariamente, casi sin darnos cuenta. Luego tenemos la santidad, la condición Divina -tan celestial, que no tenemos acceso del todo a esas cosas, no logramos realmente comprenderlas. Estas dos partes tan distantes, son muy fácilmente aceptadas y comprendidas. La parte difícil es la tercera condición, la sagrada. A pesar de que sagrado en general se entiende como «separado» y no utilizable así no más, lo sagrado no es totalmente inaccesible.
Lo sagrado es aquello que es más santo que lo común, pero podemos participar de su santidad.
Usemos un ejemplo simple. El Todopoderoso nos concedió la bendición de los hijos. Así que tenemos hijos. Sus hijos. Mis hijos. Pero cuando decimos «mis hijos» ¿ese mis es posesivo? ¿Soy dueño de mis hijos? La respuesta, por supuesto, es no. Ellos no son realmente míos. No me pertenecen. Cuando digo «mi esposa» ¿es una expresión posesiva? ¿»Mi esposo» significa que me pertenece? Por supuesto que no. Y, no obstante, podemos usar un término tan familiar como «mi» para referirnos a esas cosas en la vida, aunque sabiendo que son en sí mismas separadas de uno mismo, santas. Esa es la sacralidad de la vida, y si no somos cuidadosos, en nuestra arrogancia podríamos reclamar cosas que no nos pertenecen, esencialmente, y de ese modo eliminar su santidad.
¿Cómo encaja aquí la sexualidad? Por su propia naturaleza – no por decreto divino, no por creencias o dictados religiosos – la sexualidad pertenece al área de lo sagrado. La vivimos, pero no podemos ser sus dueños. Podemos ir allí, pero no nos adueñamos de ella. La razón para esto es muy natural y muy básica: sexualidad significa una persona entrando dentro de la parte sagrada de la existencia de otro ser humano.
No podemos ser dueños de la intimidad de otra persona. Aún si la persona quisiera dar posesión, no puede hacerlo. No puedo poseer una parte intrínsecamente sagrada de otra persona. Si es que esto no está disponible, si no puedo poseerlo, entonces, ¿qué conexión, que relación tengo con ello? Esto justamente es su sacralidad, que podemos experimentarlo, pero no podemos poseerlo. Y es por eso que el placer en el sexo es más intenso que cualquier otro placer. Podemos disfrutar la buena comida, y es un gran placer, pero no es el placer de la sexualidad, porque a la comida la poseemos. Es de uno.
Ustedes plantaron los vegetales, ustedes lo cultivaron ustedes los cosecharon, o bien los compraron , y ustedes los comieron, o bien los compraron, y ustedes los comieron. Son suyos.
La palabra clave es familiaridad. Con lo sagrado no podemos volvernos familiares, sin atentar contra su aspecto santo. Con lo verdaderamente divino no hay peligro. Está fuera de nuestro alcance, no podemos modificarlo. Con lo secular y mundano, bueno, podemos volvernos familiares. ¿Pero dónde la familiaridad genera un conflicto? ¿Dónde es realmente negativa la familiaridad, y no es bienvenida? En lo sagrado.
La verdad es que en el mundo actual, visualizar la negatividad de la familiaridad puede ser difícil. Si nos hacemos familiares, demasiado familiares con la intimidad de la vida de otra persona, tanto física, como emocional o mentalmente, entonces estaremos comprometiendo la santidad de esa relación.
Para nuestros abuelos y nuestros bisabuelos, el sexo era una cosa sagrada de la que prefería no hablar… porque se habría tornado demasiado familiar. Esa era una forma intuitiva de mantener su sacralidad.
La relación entre marido y mujer es algo que la enorme mayuoría de la gente mantienen a puertas cerradas, en una sagrada intimidad. Sin embargo, hoy la sexualidad es algo con lo que muy fácilmente uno puede volverse familiar. Los medios permanentemente nos bombardean con esos brillantes, sutiles y «modernos» mensajes sobre la «naturalidad» y «franqueza» de la sexualidad humana. Pero algo, en el fondo, no nos convence. Sin embargo muchas personas, sugestionadas por lo que escucharon en la TV, intentan hacer de su sexualidad algo familiar, y se avergonzarían de admitir que no lo son. Quizás sin saberlo, corren el riesgo de quitar de su experiencia sexual el elemento sagrado, y con ello su interés esencial.
El placer de la sexualidad es una combinación del tener y el no tener. Es una combinación de lo común y lo santo al mismo tiempo.
Es algo que se nos ha otorgado, pero no somos los dueños, ni lo poseemos. Y cuando sentimos esa combinación, el placer de estar en el espacio íntimo de otra persona, mientras al mismo tiempo recordamos que no pertenecemos ahí, y nos esforzamos creativamente para mantener ese aspecto sagrado, esto es lo que hace diferente a la sexualidad.
(extraído de la Revista Aieka)
Manis Friedman
Al parecer la lectura de ese libro se ve muy interesante por la temática que presenta. Éxito
Disculpen ando buscando un tema hacerca de las relaciones después de menstruar .. se que se deja 8 dias más sin tocar ala pareja . Y se hace ‘n baño quisiera deber más del tema
En la seccion profundizando / matrimonio-mujer, hay muchos articulos sobre pureza familiar. shalom