HALEL
El alma en el relato de la Torá
Jaguim
+100%-

Ilusión y Realidad

Muchas personas sueñan y construyen ilusiones a partir de lo que creen que es la realidad. Ioséf devela los sueños del Faraón, de los imperios que proclaman al mundo material-sensorial como un fin en sí mismo. Una tendencia que en todos los períodos de la historia resurge haciéndonos creer que la felicidad depende de lo cuantitativo y no de lo cualitativo. Esav le dice a Iaacóv tengo mucho, Iaacóv le responde tengo todo.

Sobre los sueños
Los sueños son muchas veces nuestra distorsionada lectura de una realidad superior, de otros niveles de ser.
Cuando trascendemos la atracción que ejerce el ámbito material-sensorial la conciencia se enfoca en los planos espirituales. «Visitamos» otra realidad, como quien visita otro país con un idioma desconocido.
Ello es similar a quien asiste a una conferencia pero desconoce el significado específico del lenguaje utilizado por el disertante. Entonces, nuestra comprensión será el resultado de lo que escuchamos sumado a nuestra imaginación. Sólo quien domina los códigos del lenguaje allí utilizado podrá captar objetivamente el mensaje.
Ioséf, quien des-cubre el significado oculto de los sueños, señala el potencial humano que puede permanecer consciente de su verdadera identidad y objetivo aún en las situaciones más desafiantes para los instintos, deseos, emociones y la mente humana. Esa fuerza de voluntad le proporciona el poder de descifrar los mensajes del alma. Ioséf señala nuestra energía interior capaz de conectarse con lo «máximo» e iluminar desde allí a toda la Realidad.

«Lo máximo»
El ser humano no puede vivir sin un «horizonte». Ese «horizonte» es, por supuesto, el concepto de lo que cada uno considera lo máximo, lo que cada uno cree que colma todas sus aspiraciones. Unos lo denominan «Dios», otros «Naturaleza», hay quienes piensan que es el «Capital, mientras que para otros lo es «el Estado» o la «Política», para los místicos «lo Irracional», etc. De acuerdo a la Torá HaKadósh Barúj Hú es el estado en el cual todo y todos convivimos armoniosamente cuando alcanzamos una actitud de altruismo absoluto.

Lo duro se quiebra, lo flexible amortigua los golpes
Los teóricos de la «selección natural» enseñan que el poder físico es lo máximo; por ello proclaman que sólo los más aptos y fuertes prevalecen. Sin darnos cuenta la creencia en esa teoría genera una pérdida de sensibilidad hacia el sufrimiento del prójimo. Si sólo los más aptos y fuertes prevalecen podríamos aceptar que es propio de los poderosos imponer su ideología sin compasión alguna, como lo fue la imposición del grandioso Imperio Griego en Januká sobre Israel y, siguiendo esa filosofía, se puede finalmente «aceptar» la Shoá y los crímenes del terror fundamentalista: ¡¿al fin y al cabo es una ley natural que el poderoso cuantitativamente conquiste al pequeño!?. Pero… ¿dónde están hoy el Faraónico Imperio Egipcio, el Grandioso Imperio Greco-Romano y el Tercer Reich?
Ese es el mundo natural, la ley de la selva, el salvajismo, un mundo que se consume a sí mismo: la antítesis de la civilización. En ese sentido la Torá es antinatural ya que proclama el altruismo como norma y bien sabemos que lograr ese objetivo es análogo al desafío que asumió David al enfrentar a Goliat. Y David triunfó, pues basó su estrategia en Principios Objetivos Superiores y no en la fuerza física.
El Judaísmo estableció como norma el altruismo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Levítico 19:18 y No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti, Talmud Babli, Shabat 31, los diez postulados, etc, las bases de la civilización.
De hecho Israel, la nación tal vez más pequeña y más antigua del mundo que vivió nada más y nada menos que casi 2000 años fuera de su tierra bajo continuas persecuciones, es la prueba de que lo que sobrevive es lo que está ligado a Principios Superiores y por ello tiene la flexibilidad que amortigua todas las durezas.

Teorías que ocultan o revelan algo de verdad
En el mundo de la naturaleza material-sensorial que el tiempo corrompe muchas teorías funcionan durante determinados períodos históricos. Ese lapso de validez se debe a que la mente humana toma inconscientemente por analogía Principios Espirituales y los utiliza en sus razonamientos y elaboraciones. Pero cuando la naturaleza material-sensorial se confronta a extensos períodos de la historia sólo lo espiritual perdura.
En el ámbito espiritual y trascendente la teoría de la selección natural rescata algo de verdad. Cuando proclama que sólo los más aptos y fuertes prevalecen debemos entender qué significa «fuerte» y «apto». Fuerte es quien se sobrepone a sus instintos y deseos egoístas, y apto es aquel que logra la capacidad para hacer algo.
El pueblo de Israel se convirtió a lo largo de la historia en el portador de un mensaje imprescindible: el mensaje civilizador que le recuerda al mundo su verdadera identidad y los valores que le permiten a la humanidad no sólo sobrevivir sino también desarrollar su máximo potencial de bien.
Occidente concibió toda una gama de sistemas de percepción de la realidad y desarrolló sus sociedades basándolas en el ámbito material-sensorial como un fin en sí mismo.
Oriente hizo algo similar en el área espiritual.
Cada una de estas grandes áreas de la humanidad elaboró sistemas de percepción de la realidad a partir de uno de esos aspectos sin considerar la interacción armónica de ambos.
Aunque notemos una influencia en ambas direcciones, observamos que tanto Occidente como Oriente finalmente se aferran a sus tradiciones reaccionando ante toda intromisión que perturbe su forma de vida y concepción de la realidad.
Israel, la puerta de occidente hacia oriente y viceversa, percibe lo material y lo espiritual como dos aspectos de una misma realidad. El desafío al cual la Torá nos enfrenta consiste en armonizar todo el espectro de naciones que EL creó. Ello sólo es posible cuando el hombre comprende que el otro, el diferente, es su socio para alcanzar la Armonía Universal, y no su competidor.

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