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Iluminar hacia arriba, iluminar hacia abajo

–pensamientos místicos acerca de la Menorá– por Rabbi Jonathan Sacks Superior Rabino de Inglaterra

Hay dos aspectos interesantes en las Luces de Janucá: 1) Deben ser colocadas junto a la puerta de casa adyacente a la calle o «dominio público», y 2) deben ubicarse del lado izquierdo de la puerta. Estos aspectos tienen un profundo simbolismo: el `lado izquierdo’ y el `dominio público’ simbolizan, ambos, el plano de lo profano. Y al colocar allí las Luces de Janucá, estamos trayendo una luz Divina, para decirlo de alguna manera, al área de existencia que normalmente se resiste a ello.

La mitzvá de encender las Luces de Janucá es similar, en dos aspectos, a la de mezuzá: 1) Ambas deben ser colocadas del lado de la puerta de casa, y 2) ambas deben ubicarse del lado exterior [1].
Pero también hay dos diferencias importantes entre ellas. La mezuzá debe fijarse sobre el lado derecho de la puerta, y las Luces de Janucá del lado izquierdo2. Y si bien ambas se colocan del lado de afuera, en el caso de la mezuzá ello es sólo para resaltar dónde comienza la casa — marcar la entrada. Por otra parte, las Luces de Janucá pretenden específicamente iluminar el exterior, el dominio público. La mezuzá, de alguna manera, señala hacia el interior, mientras que la Menorá brilla hacia afuera.

Estos dos puntos de diferencia pueden conectarse. Pues el «dominio público» (reshut harabím; literalmente, «el dominio de los muchos») sugiere la idea de multiplicidad o falta de unidad; y el «lado izquierdo» es el nombre místico que se da a la fuente de aquella vida en la que hay separación y falta de unidad. El dominio público y el lado izquierdo, así, están relacionados entre sí por el hecho de ser nombres simbólicos para la dimensión de división y enajenación de Di-s [3].

La Mezuzá y los Demás Mandamientos

Del precepto de mezuzá se ha dicho que es igual en importancia a todas las demás mitzvot juntas: se dice que las incluye a todas dentro de sí [4]. Por lo que sería de esperar que las encontráramos a todas compartiendo los dos aspectos que caracterizan la mezuzá: la idea de «lado derecho», y la de estar dirigida más bien al interior que hacia afuera.
Y, en efecto, casi todas lo hacen.
La mayoría de ellas debe ejecutarse con la mano derecha [5]. De hecho, las ofrendas Olá del Gran Templo de Jerusalén, por ejemplo, resultaban viciadas si no eran ofrecidas con la mano derecha [6]. Asimismo, ciertos mandamientos deben llevarse a cabo adentro, mientras que los que pueden cumplirse afuera no guardan una conexión inherente con la idea de «dominio público», dado que también pueden ejecutarse adentro. En suma, no guardan conexión con el concepto de lugar, en absoluto.

De todo esto se deduce que las Luces de Janucá que ocupan el lado izquierdo, y son destinadas al exterior, tienen un carácter diferente a casi todos los demás preceptos del judaísmo.

Preceptos Positivos y Negativos

Esta diferencia entre la mezuzá (y todas las otras mitzvot) por un lado, y las Luces de Janucá por el otro, es análoga a otra distinción: la que existe entre los preceptos positivos y los negativos.
Los preceptos positivos (sólo pueden cumplirse con objetos que) pertenecen al dominio de lo permitido [7]; los negativos, a (la no ejecución de) lo prohibido.
Cada vez que se cumple una mitzvá, sea ésta de carácter positivo («harás») o negativo («no harás»), se trae vida espiritual al mundo en la forma de una Luz Divina («Luz», en el sentido de revelación, no en el de una luz física). Pero la Luz Divina que atrae cada una de estas actitudes no es la misma.
La luz que es atraída al mundo con el cumplimiento de un mandamiento positivo es de una clase que puede ser internalizada en el acto, «investida» o contenida, dentro de éste. El acto «viste» a la luz del mismo modo en que el cuerpo «viste» al alma. Sin embargo, una Luz Divina que puede ser contenida de semejante manera es finita, asumiendo el carácter de aquello que la contiene [8]. No puede descender al plano de lo impuro o prohibido, pues el carácter de lo prohibido es el de una negación de la voluntad de Di-s, y éste es un carácter que una luz que emana de Di-s no puede asumir.

Por otra parte, la manifestación de Divinidad liberada por el cumplimiento de un mandamiento negativo, es una Luz infinita. No puede ser contenida por el acto prohibido (o, de hecho, por ningún acto), ni comparte su carácter, y en consecuencia no puede ser liberada por su ejecución sino sólo por abstenerse de él. De hecho, sólo una luz infinita podría descender tan lejos como la impureza, al no ser, para decirlo de alguna manera, reducida a dónde brilla.
Y la luz de Janucá es de esta clase infinita, porque trae la luz al «lado izquierdo» y el «dominio público» — ambos símbolos de impureza y enajenación de Di-s.
De hecho, la luz de Janucá va más allá del mandamiento negativo pues es, en sí, uno de carácter positivo. Reprimirse de cometer un acto prohibido podría negar el mundo «exterior». Pero las Luces de Janucá no niegan sino que iluminan y purifican el mundo de «afuera», tal como un precepto positivo purifica el mundo de «adentro» (por ejemplo, lo permitido).

Y ésta es la conexión entre las Luces de Janucá y la Torá, ella misma llamada «luz» [9]. Pues la Torá también se aboca a (especificar) los actos que están prohibidos y las cosas que son impuras. Y mediante el estudio de la Torá, las chispas de santidad insertas en el plano de lo prohibido son liberadas y elevadas [10].

Los Tefilín y las Luces de Janucá

Es sabido que los siete mandamientos que instituyeron los Sabios –uno de los cuales es el de encender las Luces de Janucá– derivan, en última instancia, de mandamientos que aparecen en la Torá [11]. Por lo que debe haber entre los mandamientos de la Torá uno análogo al de las Luces de Janucá, uno que atrae la Luz Divina al «lado izquierdo» y el «dominio público».
Y éste es el de la mitzvá de tefilín. Pues los tefilín de la mano se visten sobre el brazo izquierdo (el más «débil», o sea, el izquierdo si la persona es diestra), y la razón de ello es, como lo explica el Zohar [12], que la Inclinación al Mal (el «lado izquierdo del corazón»; la voz de disenso emocional a la voluntad de Di-s) debe ser «ceñida» al servicio a Di-s. Y los tefilín de la cabeza deben vestirse descubiertos y expuestos, de modo que «todos los pueblos de la tierra vean que el Nombre de Di-s es proclamado sobre ti, y sentirán temor de ti» [13].
Su propósito, entonces, es el de revelar Divinidad a «todos los pueblos de la tierra» y generar en ellos reverencia. Así, los tefilín, como las Luces de Janucá, están dirigidos al «lado izquierdo» y el «dominio público» — hacia aquello que se encuentra «fuera» del reconocimiento de Di-s.

A la luz de esto podemos comprender la máxima rabínica que expresa que «la Torá por entero se compara a (el mandamiento de) tefilín» [14]. Los tefilín tienen, como la Torá, el poder de lograr purificación inclusive en el plano de lo profano.

La Mitzvá de Tefilín

En Janucá uno tiene que dar una cantidad extra de caridad [15], «tanto monetaria como física» [16] — caridad material y espiritual. Y dado que la mitzvá de tefilín tiene, como hemos visto, una conexión especial con las Luces de Janucá, Janucá es de por sí un tiempo particularmente apropiado para estimular en otros el renovado cumplimiento de la mitzvá de tefilín, ayudando, a tantos judíos como sea posible, a participar en la mitzvá.
Y cuando uno provoca que otro judío cumpla la mitzvá de tefilín, entonces, como registra la Mishná, «una mitzvá atrae otra mitzvá» [17]. Y si esto es cierto para cualquier mitzvá, tanto más lo es para la de tefilín que se equipara a todas las demás mitzvot [18]. Así, de la semilla de esta única observancia germinará, con el tiempo, la observancia de todas las otras.

El milagro de Janucá es evidente no sólo en el hecho de que «para Tu pueblo Israel has obrado una gran salvación y redención como en este día» [19] –la salvación de manos de gente «impura, malvada y arrogante», y a pesar de ser ella «fuerte y numerosa»– sino también en el resultado que «después, Tus hijos entraron a Tu más santa casa, limpiaron Tu Templo, purificaron Tu Santuario, y encendieron luces en Sus santos atrios» [19].
Y así es con tefilín. Por la observancia de esta mitzvá, no solamente se logra una «salvación y redención» de «todos los pueblos de la tierra» que pretenden nuestra destrucción –pues como sentirán «temor a ti», ya no se mostrarán hostiles a Israel– sino que será como si «nuestros corazones se derritieron, y no quedaba coraje en ningún hombre a causa de ti» [20].
Lo que es más, como consecuencia de la mitzvá, «Tus hijos entrarán a Tu más santa casa» — al Tercer Gran Templo que pronto se revelará sobre la tierra, como señal de la Era Mesiánica.

Fuente: Likutéi Sijot, Vol. V, págs. 223-7

Referencias: 1. Talmud, Shabat, 21b; Menajot, 33b. 2. Shabat 22a. 3. Torá Or 42c. «Ner Janucá» de 5643 y 5704. 4. Sidur (de Rabí Shneur Zalman), pág. 275a. 5. Comp. con Shulján Aruj, Oraj Jaím, cap. 2. 6. Rambam, Hiljot Beit HaMikdash 5, 18. 7. Comp. con Shabat, 28b. 8. Torá Or, 52d. Likutéi Torá, Pekudéi. 9. Proverbios 6, 23. 10. Comp. también con Likutéi Torá, Reé, 30b y 31b. 11. Tania, Parte V, 29. 12. Parte III, 283a. 13. Deuteronomio 28, 10. Berajot, 6a. 14. Kidushín, 35a. Comp. también con Midrash Tehilím (1,2): «Cumple la mitzvá de tefilín, y Yo te lo consideraré como si te hubieras esforzado en la Torá día y noche». 15. Maguén Avraham, en el Shulján Aruj, comienzo de Leyes de Janucá. 16. Pri Megadím, ibíd. 17. Pirké Avot 4, 2. 18. Como es el significado literal de la cita del Talmud (ver Nota 14, arriba): que las mitzvot de la Torá son comparadas, todas, a tefilín. 19. Plegaria Al HaNisím. 20. Ioshúa 2, 11

(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).


 

Rabbi Jonathan Sacks

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